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Crítica de Azorín a escena: la ruta de Don Quijote

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Javier Huerta Calvo
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Azorín es uno de nuestros grandes clásicos contemporáneos, por más que hoy esté casi olvidado, a pesar de la meritoria reivindicación que de él hiciera Mario Vargas Llosa cuando ingresó en la Real Academia Española. Es, además, un escritor conservador, con la mancha de franquista, y eso entre nosotros y, sobre todo, en tiempos tan moralmente desnortados como los que vivimos, no se perdona fácilmente. Durante mucho tiempo, sin embargo, su literatura ˗una mezcla feliz y originalísima de ensayo y ficción˗ fue un referente tanto para los lectores como para los creadores. Su escritura fue un verdadero antídoto contra los excesos de la prosa decimonónica que, como la de casi todas las épocas, ha tendido en España a lo barroco y artificioso. Y así no fuimos pocos, en efecto, los que nos educamos en su gusto por la palabra justa, el periodo conciso, el misterio de lo pequeño e inacabado, la pasión por el paisaje y el amor por los clásicos, a los que se acerca siempre no con las razones del erudito sino con la sensibilidad del artista.

Azorín dialogaba con nuestros clásicos como si fueran sus contemporáneos, y así en su relato Las nubes trastoca el fatal desenlace de La Celestina para revivir a Calisto y Melibea en figura de felices esposos y padres que supieron escapar a su trágico sino para emprender una vida mediocre, o sea, normal. Con La ruta de don Quijote ˗el mejor libro de viajes español del siglo xx junto al Viaje a la Alcarria, de Cela˗ procede de modo parecido. Los tipos y parajes que conoció el ingenioso hidalgo vuelven a aparecer cuando Azorín los visita a principios de siglo. El tiempo parece haberse detenido y, como en Las nubes, todo aboca a ejemplificar el eterno retorno de las cosas.

Es escaso el movimiento de la prosa azoriniana. En las historias de Azorín no pasa nada, la intriga es inexistente, y todo se reduce a la recreación de lo intrahistórico y el paladeo de la palabra… ¿Cómo llevar esta cosa, en principio poco atractiva, a la escena? ¿Cómo hacérsela llegar a un espectador del siglo xxi durante poco más de una hora de representación? Eduardo Vasco ha asumido valiente el reto, y ha salido bien parado. Quizá porque su estilo en la dirección no está tan lejos del de Azorín. Entre escritor y director hay curiosas afinidades, pues ambos sustentan su trabajo en los principios de la naturalidad, la sencillez, la austeridad, valga la triple redundancia. Al igual que el maestro de Monóvar hacía con los adjetivos, Vasco elimina la ganga espectacular del teatro, lo accesorio, para destacar lo sustantivo, esto es, la presencia del actor y la palabra. Es esta la que va construyendo, en combinación con la música, el espacio escénico, más sonoro que visual, formando un admirable tono armónico.

Arturo Querejeta da vida a Azorín y, de paso, como discreto bululú, sin aspavientos, a los personajes manchegos con los que se cruza en este recorrido por La Mancha. La madurez del gran actor que ya es le posibilita cumplir con creces su difícil cometido: hacer que los espectadores se identifiquen con el escritor tantas veces calificado de “aburrido”, se interesen por su mundo ˗en apariencia tan extraño a nuestro presente˗ y disfruten con la magia de su palabra. Frente a tanto huero artificio como se despacha en no pocas funciones del teatro actual, sea este dramático o  posdramático, este espectáculo de Eduardo Vasco rinde un servicio impar a la cultura española al rescatar uno de los grandes textos de la Modernidad.

Javier Huerta Calvo

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Sinopsis

Los libros de viajes, los relatos de aquellos que transitan por caminos que no se suelen recorrer, fueron un género habitual en la tradición literaria que se trasladó al ámbito periodístico rápidamente durante el siglo XIX. En el 50º aniversario de la muerte de Azorín, La Abadía acoge la adaptación escénica de sus crónicas escritas en 1905, cuando el diario madrileño El Imparcial le envió a La Mancha, para repetir el camino que el ingenioso hidalgo recorriera en su famoso libro. Partiendo de su habitación de pensión, con apenas una maleta, un par de libros, lápiz y papel, el cronista sigue, primero en tren luego en carro, los pasos del personaje literario más emblemático de nuestra literatura. Así emprende su ruta con el objetivo de descubrir, a través de sus observaciones y de los testimonios de las gentes que encuentra, cuánto pervive de las andanzas de aquel caballero. Durante su viaje desvelará a los lectores, a través de sus encuentros, anécdotas y reflexiones lo que considera que fue el germen de la inmortal novela cervantina. Eduardo Vasco aprovecha este texto narrativo, periodístico y poético, lleno de sutilezas y guiños, para convertirlo en una entrañable experiencia histórico-teatral. Un uso del castellano de enorme riqueza junto a un sencillo juego de objetos y proyecciones permiten al espectador explorar de la mano de Azorín (Arturo Querejeta) los paisajes, pueblos y aromas cervantinos de una manera íntima, personal y desenfadada.


Equipo

Dramaturgia
Elke Janssens
Autoría
Azorín
Versión
Eduardo Vasco
Dirección
Eduardo Vasco
Ayudante de dirección
Daniel Santos
Adaptación
Eduardo Vasco
Producción
Noviembre Teatro
Producción Ejecutiva
Miguel Ángel Alcántara


Reparto
Arturo Quejereta
Escenografía
Carolina González
Construcción de escenografía
Mambo decorados


Iluminación
Miguel Ángel Camacho


Música
Granados, Ortiz, Shostakovich, Vasco
Espacio Sonoro
Eduardo Vasco








Vestuario
Carolina González


Realización de vestuario
Rafael Ortiz


Diseño del cartel
Chicho








Video escena
Carolina González, Eduardo Vasco


Web
Teatro de la Abadía|Teatro de la Abadía


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 28/09/2017

Teatro: Teatro de la Abadía

Sala:  Sala José Luis Alonso

Duración en minutos: 75

Género  Tragedia

En los Medios

Susana R. Sousa, Todos al teatro: «La ruta de don Quijote con Arturo Quejereta como Azorín».

José-Miguel Vila, Diario crítico: «La ruta de don Quijote, un poético viaje por tierras manchegas al principio del siglo pasado».

Juan Ignacio García Garzón, ABC: “La ruta de Don Quijote: el viaje entretenido».

José Luis Romo, El Mundo: «Azorín, tras la senda de Cervantes».

Rosalía Gómez, Diario de Sevilla: «Ecos manchegos»

Julián Herrero, La Razón: «Azorín: Por la mancha no pasa el tiempo».


Azorín a escena: la ruta de Don Quijote

La ruta de don Quijote con Arturo Quejereta como Azorín.

Susana R. Sousa

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