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Crítica de Reinar después de morir

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Julio Vélez Sainz
ITEM-UCM

La obra trata la historia de Doña Inés de Castro (1325-1355), alta dama orensana y esposa del rey don Pedro I de Portugal quien es, sin duda, una de las protagonistas de este año teatral. Reinar después de morir viene con el marchamo de calidad de un equipo que lleva muchos años haciendo teatro clásico, y muy bien. El director, Ignacio García, ha realizado más de 50 piezas entre comedias barrocas, zarzuelas, y obras contemporáneas. El adaptador, José Gabriel López Antuñano, ha trabajado en numerosas ocasiones con textos barrocos. Podríamos destacar su versión de la calderoniana La gala de Ingalaterra en un magnífico Enrique VIII que se estrenó hace años en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Cabe destacar que Antuñano López es autor del principal manual de teatro contemporáneo: La escena del siglo XXI, un texto ineludible para conocer la realidad teatral europea de nuestros días.

 

La directora, Pepa Pedroche, es una avezada actriz de la compañía que ha trabajado en múltiples producciones anteriores. Podríamos destacar, entre muchas otras, su ¿De cuando acá nos vino? lopesco. Son, como vemos, unos estupendos mimbres para una producción más que interesante. Se trata esta de una coproducción entre el Festival de Teatro de Almada y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Se estrenó hace meses en su versión portuguesa donde tuvo un éxito inesperado ante un entorno en el que no es común encontrarse con mucho teatro clásico.

 

Cabe destacar, sobre todo, su espectacular escenografía. Es esta una rampa semicircular con dos escotillones laterales que se utilizan de manera constante para la entrada y salida de los personajes. La rampa es de madera está policromada con imágenes reminiscentes de los mosaicos portugueses. En los laterales izquierdo y derecho se encuentran símbolos de luna creciente y de luna llena respectivamente. La obra ha sido trabajada desde y para la rampa. La proxemia está marcada por una trabajada coreografía en la que los personajes suben y bajan de la rampa, se deslizan por ella, la asaetean y desaparecen por los escotillones.  De entre todos los actores, podemos destacar el trabajo de David Boceta quién era el que más utilizaba la rampa para los desplazamientos dramáticos, a la par que escénicos, de su personaje. Después de este, podemos recalcar el trabajo de Lara Grube, quien ha sustituido a Carmen del Valle en una muy difícil circunstancia. La actriz principal se lastimó una pierna en los últimos ensayos de la obra. La nueva tuvo que sustituirla con solo tres días de ensayo. El trabajo de esta persona es más que notable, sobre todo, si tenemos en cuenta el muy escaso tiempo que tuvo para la preparación del personaje. El personaje de Inés de Castro aparece destacado semióticamente por medio de su vestido, el único blanco y por medio de la iluminación de su largo cuello. Esto va en consonancia con el texto original que destacaba que Inés de Castro tenía el sobrenombre de Cuello de Garza Blanco en múltiples ocasiones. Es de agradecer que los dramaturgos lean los trabajos de filólogos como Mitchell Triwedi, quien había destacado este aspecto en un trabajo seminal (https://www.jstor.org/stable/43806719?seq=1).

 

La dramaturgia mantiene aproximadamente un 60 % de los versos del original, que he leído en la versión canónica de George Peale. La obra ha quedado reducida a una hora y 20 minutos. Aunque esto puede dotarle a esta obra, sin duda, un alarde de velocidad y virtuosismo (sin llegar al exceso frenético de La hija del aire que Mario Gas puso en el teatro de la Comedia), López Antuñano se ha centrado en las escenas de mayor eco poético (la muy bella de la garza, los encuentros con los niños) quizá hubiera sido deseable haber incluido algunas de las indicaciones escénicas del tercer acto pues, en ocasiones, resulta difícil seguir la trayectoria de don Pedro y de doña Inés.

 

La música es, como siempre que hablamos de Ignacio García, excelente. Los elementos musicales subrayan los momentos melodramáticos de la pieza, acompañan el desarrollo psicológico de los personajes y ayudan a la vez a meter al espectador dentro del complejo mundo barroco de Vélez de Guevara.

Se puede destacar algunos signos escénicos: doña Blanca de Navarra, en una gran interpretación de Manuela Velasco (actriz televisiva con un gran recorrido teatral), va siempre acompañada de un ramillete de flores que son, a la vez, unos dardos con lo que intenta cazar a una simbólica garza en el segundo acto de la obra. A la vez, unos crisantemos descienden marcando los momentos en que llevarán al rey don Alonso a matar a doña Inés. Esta es, sin embargo, la historia de un triunfo post mortem.

En resumen, una grandiosa puesta en escena y una versión muy interesante de uno de los grandes autores barrocos, Vélez de Guevara, que está a la espera de consagrarse, ya definitivamente en el Parnaso de nuestros autores clásicos. El mito de Inés de Castro pervive porque toca una fibra sensible en nuestra sociedad, la del erotismo (eros) y la muerte (thánatos) mezclada con el triunfo absoluto de la coronación: una obra de profundidad barroca sobre los límites del poder y el amor.

Addendum: Comparación con la producción Nise, la tragedia de Inés de Castro de Nao d´amores

 

Anteriormente, hemos podido ver en el teatro de la Abadía una dramaturgia a partir de Nise lastimosa y Nise laureada de Jerónimo Bermúdez de Castro, en deliciosa versión de Nao d’amores estrenada en diciembre de 2019. Como recogimos en su momento, se trata de una interesantísima tragedia renacentista realizada por la compañía que mejor entiende el teatro del Quinientos, una obra estupenda (https://www.huffingtonpost.es/entry/nise-se-laurea-en-la-abadia-el-ano-de-ines-de-castro-i_es_5dfee235e4b05b08bab6927b).

Ambas producciones tienen paralelismos y diferencias significativas (para leer más vé, en ambas se utiliza una pequeña piscina para destacar el baño de Inés de Castro. Este baño (casi como el de la Diana mitológica), sirve para atrapar la atención del espectador como Inés de Castro cazó la de don Pedro. El personaje que más diferencia ambas obras es el de Blanca de Navarra, que no aparecía en la versión de Rodríguez de Cepeda y tiene un lugar prominente en la de Vélez de Guevara. La némesis (los malos) en la versión renacentista son los consejeros, quienes son muy cruelmente ajusticiados respectivamente con la extracción por pecho y espalda de sus corazones. Por su parte, en la versión barroca se despoja a Blanca de Navarra de cualquier responsabilidad sobre la caída de Inés de Castro. Asimismo, si la producción de Nao d´amores se destacaba el laureamiento de Inés de Castro y su posterior coronación de manera religiosa y ritual,  casi crística a partir de su estatua sepulcral en el Monasterio de Alcobaça, en esta la acción de coronar a Inés de Castro deriva, más bien, en imágenes que se acercan, dentro del imaginario colectivo, a la piedad. Ana Zamora parte de una concepción románica de la muerte de Inés, su figura es mayestática, insufriente (frente a la cruenta muerte de los consejeros), la de Ignacio García es también trascendente pero sufridora, sangrienta, barroca.

Crítica teatral de Reinar después de morir

Erik Coenen

Universidad Complutense Madrid

 

Se trata de una colaboración entre la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Compania Teatro de Almada, con representaciones en ambos países con elencos diferentes en portugués y en español.

 La obra original de Vélez de Guevara contrapone los intereses amorosos del príncipe don Pedro a la conveniencia razón de estado. En esta interpretación, de enfoque romántico, se ensalza la pasión amorosa por encima de la conveniencia política.

El montaje dirigido por Ignacio García con asistencia de Pepa Pedroche aspira a hacer relucir el verso y destacar la tragicidad del asunto. El resultado es un espectáculo extraordinariamente lento y estático, en fuerte contraste con la tendencia de los últimos años de imprimir a las piezas del Siglo de Oro un ritmo elevado y de complementar el texto con otros elementos espectaculares. El proyecto de dejar toda la fuerza dramática en manos del texto es muy arriesgado, teniendo en cuenta que Vélez de Guevara no es Lope ni Calderón.

La simétrica escenografía, protagonizada por una rampa curvada, que parece una pista de skateboard fabricada con cerámica portuguesa, desnaturaliza el movimiento de los actores, que se deslizan por las aperturas laterales como por un tobogán y tienen que tomar carrerilla para abandonar el escenario. Lejos de tener interés dramático, estas torpezas ineludibles distraen y molestan por repetidas. Lo peor es que los actores se posicionan a menudo y largamente en las aperturas laterales de la escenografía, donde solo están visibles para el patio de butacas, por lo que una parte sustancial del público se pierde segmentos importantes de la obra.

 Lara Grube tuvo que sustituir en el último momento a Carmen del Valle en el papel de Inés de Castro, y lo hace con dignidad. Nada que objetar tampoco al trabajo de los demás actores. No obstante, el montaje, con su extrema lentitud nunca interrumpida por un cambio de ritmo escénico, con el continuo estorbo de la escenografía y con soluciones poco eficaces como el lanzamiento de dardos (que raras veces se quedan clavados en la escenografía) por doña Blanca, no consigue despertar el interés ni provocó entusiasmo en el público.


Sinopsis

El año que Calderón estrena La vida es sueño, 1635, ve la luz el drama histórico Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara, una de las cimas del género y una preciosa narración teatral de la tragedia de Inés de Castro.

La historia de amor de Inés y el príncipe don Pedro, probablemente la más famosa de la historia de Portugal, ha dado pie a un sinfín de poemas del romancero popular. Vélez retoma esta tradición literaria que pasa por Tirso de Molina y Luis de Camoes, que la cita en Os Lusíadas.

Se trata, por tanto, de un mito ibérico compartido en el que Vélez bebe y combina ambas lenguas y ambas sensibilidades, la saudade portuguesa y la crudeza castellana, para obrar un milagro teatral con una fuerza desmedida, que culmina en la necrófila y heladora escena del cadáver reinante, metáfora barroca y símbolo de una justicia tardía y estéril.

Es una obra de tremenda sensualidad, de afecto amante, filial, maternal, de luz y poesía impresionantes, pero también llena de celos y de un poder implacable. Es una narración terrible de la injusticia, que expresa muy bien la víctima Inés:

¿Luego el haber sido buena

queréis, señor, castigar?

Llevar a cabo este sueño con un impresionante equipo ibérico, con creativos y actores de ambos países y con la colaboración de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Companhia de Teatro de Almada, en las dos lenguas, es sin duda un paso más en el hermoso y exigente camino de seguir ampliando las fronteras de nuestro Siglo de Oro.


Equipo



Autoría
Vélez de Guevara
Versión
José Gabriel López Antuñano
Dirección
Pepa Pedroche




Producción
Compañía Nacional de Teatro Clásico, Companhia Teatro de Almada




Reparto
María José AlfonsoRita BarberDavid BocetaChema de MiguelJulián OrtegaRicardo RegueraCarmen del Valle / Lara GrubeManuela Velasco Y los niños Ainara Mateos, Teresa Cordero, Hugo Soneira, Alicia Chojnowski
Escenografía
José Manuel Castanheira




Iluminación
Guilherme Frazâo
Movimiento
Ignacio García (Diseño Puesta en escena)












Vestuario
Ana Paula Rocha












Asesoría literaria
Vicente Fuentes (Asesor de verso)










Idioma
Castellano, portugués








Fecha del Estreno: 10/01/2020

Teatro: Teatro de la Comedia. Compañía Nacional de Teatro Clásico

Sala:  Sala principal

Duración en minutos: 100

Género  Drama, Drama histórico

En los Medios

Javier Vallejo «Suspiros de Portugal» El País

Jose Miguel Vila «Reinar después de Morir: amor, política y tragedia « Diariocrítico


Reinar después de morir

«Pepa Pedroche deja respirar las escenas y a sus intérpretes, da tiempo a que las cosas sucedan, no le teme a las pausas. Colabora decisivamente a que el diseño de puesta en escena de Ignacio García llegue a término felizmente. José Gabriel Antuñano afila el conflicto entre afectos y razón de Estado, núcleo de la pieza.»

Javier Vallejo

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