Crítica de Natta, la comedia más brutal de los últimos años

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

  

El Teatro del Velador fue fundado en Sevilla en 1990 por Juan Dolores Caballero quien creó su particular ‘teatro bruto’ con el montaje El recreo (1993). Con más de dos décadas en los escenarios esta compañía acumula más de una veintena de piezas teatrales y de danza. Desde sus inicios la agrupación teatral ha creado espectáculos en los que la violencia visual prima en la puesta en escena. La fealdad, la deformación, lo grotesco y lo esperpéntico están siempre presentes en un claro rechazo a los cánones clásicos de proporción y armonía. En este lenguaje que han hecho propio confluyen referencias al circo, al “arte bruto” y a la cultura andaluza. Se trata de imágenes estridentes en las que subyace el reflejo de una sociedad desgarrada. Como señala Juan Dolores Caballero, “ante la necesidad de exhibir todo aquello que nos avergüenza, buscamos un lenguaje universal no escrito, basado en el ritmo, el movimiento y la gestualidad”. La cara más oscura del mundo globalizado que nos rodea conforma un imaginario donde el exceso, la injusticia, la miseria y la intolerancia afloran a cada paso con un lenguaje expresionista. Todos estos componentes los encontramos en el espectáculo que nos ocupa. En Natta, la comedia más brutal de los últimos años  dos payasos comparten emociones y escenas de amor y odio. Juntos crean un mundo de ilusiones con fuertes dosis de humor, ingenuidad y surrealismo. La puesta en escena, con una estética inspirada en los años veinte, desprende en su conjunto un aire decadente. En este marco asistimos a distintos números protagonizados por los payasos: el destrozo del violín, un concierto de voz de la enana, el mundo oculto del piano o  la muñeca del ventrílocuo, escenas con las que Manuel Solano y Eva Rubio consiguen despertar las pulsiones humanas más básicas: “el miedo, la desesperación, el sexo, la violencia y el instinto destructor”. 

Olivia Nieto Yusta, SELITEN@T