Crítica de La judía de Toledo
Teatro de la Comedia tuvo la feliz idea de llevar hasta su escenario esta coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Micomicón, dada su absoluta pertinencia, pues en ella Lope de Vega manifiesta con nitidez, en la línea de otras obras de nuestro Siglo de Oro, Calderón por medio, su convicción de que hasta los monarcas -reyes en la Tierra, que no de la Tierra- pueden actuar como seres vulnerables, pueriles, inconscientes, ridículos y, por supuesto, tiránicos. Solo un ente superior, Dios desde las alturas, el Dios cristiano más cercano al del Antiguo Testamento que al del Nuevo, tiene el poder de la infalibilidad. Y en esto, en presentar a la cúpula social tan frágil y ruin como cualquier villano, Lope se muestra bastante moderno, a pesar incluso de que dé voz al Dios cristiano y lo presente como un ser incontestable y terriblemente admonitorio y justiciero.
Ahora bien, la versión que Laila Ripoll hizo de La judía de Toledo ciertamente no puede calificarse sino de arriesgada, por cuanto traduce y traslada el conflicto y la acción que desencadena la tragedia a otra época, concretamente a las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo XX, tendencia esta, la de ambientar la obra en una era más reciente, que se viene practicando con profusión desde hace unas décadas, aun cuando los textos tal vez no lo requieran, en tanto que en los hechos dramatizados, en sí mismos, se encuentra implícita la metáfora de la que pretenden hacerse significativos y actuales. Y he ahí, quizás, la raíz del debate que ha podido generar la propuesta, que comienza con grabaciones del NO-DO, en las que se reproducen imágenes de los desfiles militares que proclamaron la victoria en la Guerra Civil o la boda de Balduino de Bélgica con Fabiola de Mora y Aragón. En este sentido, las intenciones de la dramaturga están claras: advertir de que el tiempo es un bucle en el que la Historia se repite una y otra vez. Posible redundancia, cierto, que no resta un ápice de interés a la tragedia que, por otra parte, insiste en la idea del arrepentimiento, junto con la del restablecimiento del orden, el deber y la justicia sociales. Un concepto este, el del arrepentimiento, que el público para el que escribió Lope esperaba como un triunfo final. Y para dirigirse al espectador actual, Laila Ripoll recurrió a los más eficaces medios técnicos y a las más poderosas impresiones grabadas en el imaginario colectivo del siglo XXI. Eso es todo.
La ambientación estuvo muy lograda, tétrica, efectista, sobrecogedora; las interpretaciones, correctas. Limpieza en general sobre el escenario, y sencillez, sin el más mínimo recargamiento innecesario. Y mientras el verso fluía, como el rumor del Tajo, cargado de momentos líricos de enorme belleza e intensidad dramática, el espectador podía sentir que la recuperación de semejante texto bien había merecido la pena.
Miguel Ángel Jiménez Aguilar, SELITEN@T
Unas escenas del NODO recogen unas escenas de los primeros años de dictadura, que enlazan con unas escenas de boda que se supone que es la Juan Carlos, intentando establecer un paralelismo entre el caudillo y el Rey, dictadores ambos. El segundo, al poco de la toma de posesión parece que opta por ser un rey “salido”, ajeno al cometido del gobierno. Sobre este bastidor, la directora reescribe en forma de thriller una endeble comedia de Lope de Vega, intentando establecer una analogía entre los despóticos reyes de antes y los jefes del Estado español desde la postguerra civil hasta la actualidad. La intención de la directora está clara, lo que no se entiende es la narratividad escénica ¿cómo lo quiere contar? Un enigma, porque la información que quita de esta comedia, la versión no la ofrece de ninguna manera. Toda la propuesta escénica cae en el reino de la confusión, porque aquí no se trata de contar una historia a contratexto o reescribir reinterpretando, todo es un sucederse de escenas deslavazadas con escasa aportación a una coherencia interna. El verso se renglonea, la respiración y las pausas no se hacen en los lugares adecuados, el verso carece de ritmo y en ocasiones, es difícil de entender o, si algún actor se propone decirlo con claridad ralentiza la acción dramática.
El espacio escénico, una sinagoga apuntada y una celosía que oculta el río Tajo, escondiendo a unas bellas ninfas, que se supone allí se bañan. Algún elemento de utilería para referenciar lugares, que se colocan a la derecha del espectador. Arriba a la derecha, una pantalla para recoger imágenes pregrabadas. La dirección de actores es poco clara: ni se marcan los lugares, hay escenas mal compuestas, desequilibradas y mucha inseguridad interpretativa. Una desafortunada recuperación de una endeble comedia de Lope de Vega. El segundo día al finalizar la representación se produjo un conato de pateo, que se acalló.
José Gabriel López Antuñano, UNIR
Sinopsis
La judía de Toledo dramatiza el amor febril que el rey Alfonso VIII, casado con Leonor de Plantagenet, siente hacia una joven judía, Fermosa, a la que Lope de Vega denominó Raquel. La intensidad del sentimiento es tal, que el monarca se recluye con ella en el palacio de La Galiana, de Toledo, durante siete años. Instigados por la reina, un grupo de nobles trata de dar fin a la relación, recurriendo incluso al asesinato. Tras la tragedia, el matrimonio pacta una paz que haga posible la convivencia y el respeto a su hijo.
Equipo
Autoría
Lope de Vega
Versión
Laila Ripoll
Dirección
Laila Ripoll
Producción
Compañía Nacional de Teatro Clásico, Micomicón
Reparto
Manuel Agredano, Federico Aguado, Ana Varela, Mariano Llorente, Elisabet Altube, Teresa Espejo, Marcos León, Jorge Varandela
Escenografía
Arturo Martín Burgos
Iluminación
Luis Perdiguero
Música
Mariano Marín
Compañía
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Vestuario
Almudena Rodríguez Huertas
Video escena
Álvaro Luna
Web
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 08/03/2017
Teatro: Teatro de la Comedia. Compañía Nacional de Teatro Clásico
Sala: Sala principal
Duración en minutos: 90
Género Tragedia
En los Medios Aurora Intxausti, El País, «Lope de Vega y la doble vida de un rey medieval» Javier Vallejo, El País, «Holgar antes de la cruzada» Javier Villán, El Mundo, «‘La judía de Toledo’: desastre total» Karina Sainz Borgo, Voz populi, «La judía de Toledo: nos vemos en el desolladero» Horacio Otheguy Riveira, Culturamas, “’La judía de Toledo’: Lope de Vega, ausente sin aviso» José Catalán Deus, Periodista Digital, «La judía de Toledo, el Lope de siempre» Universo de A, «Críticas exprés: Las bicicletas son para el verano / La judía de Toledo» Javier López Rejas, El Cultural, «Amor y muerte en La judía de Toledo»
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La judía de Toledo: nos vemos en el desolladero
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