Crítica de La cantante calva en el Mc Donalds

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

Lluïsa Cunillé es una de las dramaturgas contemporáneas de mayor peso en la escena nacional e internacional. En 1995 fundó la compañía La Hongaresa Teatre junto al director y dramaturgo Paco Zarzoso (con quien ha coescrito varias obras dramáticas) y la actriz y directora Lola López. A lo largo de más de veinte años han estrenado numerosas obras en las que están presentes el humor y la ironía (especialmente en Ilusionistas de 2004 y Conozca usted el mundo de 2005), la experimentación con nuevas fórmulas dramatúrgicas y la combinación de distintos lenguajes y géneros teatrales. Once años después de su estreno en el Teatre Lliure de Barcelona, la Sala Cuarta Pared ha recuperado una de sus obras más aclamadas: La cantante calva en el McDonald’s (2006). A la hora de crear esta pieza cómica la dramaturga se ha inspirado en La cantante calva (1950) de Eugène Ionesco siguiendo los parámetros del teatro del absurdo para poner ante nuestros ojos la faceta más disparatada de la globalización y el capitalismo. El escenario en el que transcurre la obra es un famoso restaurante de comida rápida en las afueras de Londres. Como asegura Ana Prieto Nadal (2016: 123), una de las mayores especialistas en su obra, “la multinacional McDonald’s no ha sido escogida al azar para situar y titular esta pieza; esta empresa es un emblema de la globalización, hasta el punto de que en los años 90 se acuñó el concepto de macdonalización como sinónimo de globalización cultural derivada de la globalización económica”. Un restaurante de la cadena McDonald’s es, por tanto, el marco en el que se suceden escenas hilarantes protagonizadas por una pintora frustrada, un ex alcohólico defensor de las buenas costumbres británicas, una cantante calva exiliada en Londres o un bombero con afán de protagonismo. El color estridente del restaurante junto a las megafonías que regularmente interrumpen la obra contribuyen a reforzar el carácter cómico y absurdo de esta pieza que culmina con la aparición del dueño de esta cadena de restaurantes, envuelto en un halo de luz celestial como si fuera una divinidad. La puesta en escena consigue una estampa grotesca del mundo globalizado magníficamente  retratado bajo la mirada inconfundible de Lluïsa Cunillé.

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T