Crítica de Comedia Sin Título
Si es verdad lo que dijo Shakespeare, en su comedia Como Gustéis, «el mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres son meros actores, tienen sus salidas y sus entradas; y un hombre puede representar muchos papeles», es probable, entonces, que Lorca, en sus últimas obras teatrales, va más allá, dejándonos un interrogativo: ¿es el teatro metáfora del mundo, o el mundo es metáfora del teatro? En este sentido tiene razón la directora Marta Pazos cuando sostiene que «nunca en este joven siglo el artista fue tan pueblo y el pueblo tan artista».
La Comedia Sin Título, representada en el Teatro María Guerrero por el Centro Dramático Nacional, deja evidente esta dicotomía entre el mundo y el teatro. Uno es el reflejo del otro. Y Alfredo Sanzol, en el prólogo de la versión impresa de su El bar que se tragó todos los españoles, lo recuerda: «puede que la realidad siempre supere la ficción, pero la ficción hace que la realidad tenga significado». En la obra inacabada por antonomasia, Lorca destruye por completo la cuarta pared. Antes de todos por poner como dramatis personae aquellos gracias a los cuales el teatro existe: el autor, los espectadores y tramoyistas.
De la obra que ha llegado a nosotros, debido a la ejecución del autor por manos de los falangistas durante la Guerra Civil, sólo nos queda el primer acto. Del segundo y tercero sólo sabemos su planteamiento gracias a las confidencias hechas a Margarita Xirgu por Lorca mismo. Considerada parte del «teatro imposible» lorquiano, es una obra que deconstruye el teatro desde su interior. Una obra que se sujeta gracias a la metateatralidad, y donde los límites se quedan en la imaginación del espectador y de los autores que la escenifican.
En la propuesta de Marta Pazos, la escena es fija. La caja del teatro, de color naranja fluorescente, acompaña el espectador en los tres mundos ideados por Lorca: el Teatro, la Morgue, el Cielo. En todos, el hilo conductor es el Teatro, en sus múltiples significados. Un viaje hacia la remodelación del arte performativo, en que – exactamente como se dijo por las dramatis personae – encuentran su lugar especial cada uno que hacen el espectáculo vivo. Su demolición no sólo es metafórica, si no concreta. La revolución primero, los personajes luego, físicamente acaban con las paredes que delimitan el espacio escénico, reduciéndolas en fragmentos, abriendo conductos hacia un más allá que no es dado conocer.
La concepción de la figura humana se pierde mano a mano durante el desarrollo del montaje, hasta llegar a su ausencia. Más que una comedia es una obra de danza, de teatro performativo, y las músicas hábilmente elegidas, construyen un espacio sonoro imponente, barroco. El cuerpo, en la segunda parte, es objeto manipulable, con un sentido propio, poético, casi intangible. Aquí la poética de la figura humana desnuda, sin velos ni filtros, invade por completo el escenario, sin acabar en una vulgaridad pornográfica. A través de la pantomima, se desarrolla un cuento biográfico centrado sobre la figura – tal vez idealizada, pero siempre profundamente humana – de Federico García Lorca, que es, al mismo tiempo, autor, personaje y fulcro de la obra. Aunque sin dejar a un lado una crítica hacia nuestra sociedad, hacia los maestros de la ética oficial, moralmente corruptos.
Finalmente el Cielo. Un himno conclusivo a quién estás detrás de las cortinas, lejos de las luces, y de que a veces nos olvida la presencias: los técnicos. En la escena, virtualmente, están todos. De ellos, los verdaderos ángeles del teatro, se escuchan las voces, se ven los movimientos de las cortinas, telones, vigas, por ellos controladas. No hace falta la presencia de ningún personaje en el escenario. Todo está calibrado siguiendo el hilo conductor trazado por Lorca en el primer acto: «¿Por qué hemos de ir siempre al teatro para ver lo que pasa y no lo que nos pasa?». 9/10
Sinopsis
España, años 30. Federico García Lorca trabaja en una nueva pieza teatral. Al poeta mueve la obsesión por el reflejo de la vida real sobre el teatro, que considera caduco y autocomplaciente. Las tablas han abandonado la crítica social y no aceptan la canguardia. Lejos de Nueva York, el artista granadino desea abrazar la modernidad y la innovación. Anhela romper con los convencionalismos de la escena española del momento, dominada por la estética y valores burgueses. Con La Barranca, con sus textos, Lorca quiere devolver el teatro al público. Al pueblo. (Programa de mano, Centro dramático Nacional)
Equipo
Manuel Mora, Marta Pazos
Autoría
Federico García Lorca
Versión
Manuel Mora, Marta Pazos
Dirección
Marta Pazos
Ayudante de dirección
Laura Ortega
Producción
Centro Dramático Nacional
Reparto
Georgina Amorós, Marc Domingo, Alejandro Jato, Cristina Martínez, María Martínez, Clara Mingueza, Koldo Olabarri, Mabel Olea, Carlos Piera, María Pizarro, Chelís Quinzá, Luna Sánchez, Paula Santos, Camila Viyuela
Escenografía
Max Glaenzel
Construcción de escenografía
May Servicios para Espectáculos, Mambo Decorados, Peroni y ShowTex
Ayudante de escenografía
Pablo Chaves Maza
Iluminación
Nuno Meira
Movimiento
Guillermo Weickert
Música
Hugo Torres
Fotografía
Laura Ortega y Luz Soria
Vestuario
Rosa Tharrats
Ayudante de vestuario
Mónica Teijeiro
Realización de vestuario
Sastrería Cornejo, Maribel RH, Lourdes Boán, Sol Curiel
Diseño del cartel
Equipo SOPA
Web
https://dramatico.mcu.es/evento/comedia-sin-titulo/
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 12/11/2021
Teatro: Teatro María Guerrero. Centro Dramático Nacional
Sala: Principal
Duración en minutos: 120
Género Drama, Drama social, teatro performativo
En los Medios M. N., “Marta Pazos imaginaen Madrid …”, Granada Hoy [7/10] Antonio Hernández Nieto, “‘Comedia Sin Título’: rage against the Hamlet machine”, Huffington Post España [7/10]
Comedia Sin Título
«Es una obra que deconstruye el teatro desde su interior. Una obra que se sujeta gracias a la metateatralidad.»
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