Crítica de La casa del abuelo

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

La directora, actriz y dramaturga Rosa Díaz, fundadora en 2008 de la Compañía La Rous Teatro, nos presenta La casa del abuelo, primera obra con la que se dio a conocer como compañía independiente y que obtuvo el Premio al Mejor Espectáculo FETEN en 2009 y el Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud en 2011. Las piezas dramáticas que han ido surgiendo a lo largo de su trayectoria (El refugio, Una niña, Hilos) acumulan importantes galardones que hacen de esta compañía uno de los principales referentes de teatro infantil a pesar de su corta carrera (si bien la dramaturga lleva toda la vida sobre las tablas). Las creaciones de Rosa Díaz (todas ellas escritas, dirigidas e interpretadas por ella misma) se caracterizan por abordar temas vitales como el amor, la muerte, el paso del tiempo y la infancia perdida así como otros temas más duros como la guerra o la injusticia, siempre dirigidos a un público infantil poco o nada acostumbrado a oír hablar de ello. La dramaturga aborda estas cuestiones de una manera ingeniosa y delicada (como asegura en una entrevista concedida a Liz Perales, “yo le cuento [al niño] asuntos duros pero de manera dulce”) sirviéndose de ricas metáforas y siempre con una cuidada puesta en escena inspirada en ilustraciones de libros para niños que, en conjunto, le ha valido una larga lista de reconocimientos nacionales e internacionales. La casa del abuelo, estrenada en 2008, llega a la Sala Cuarta Pared (siempre atenta al público infantil) para hablarnos de la pérdida de un ser querido (en este caso, un abuelo) y cómo podemos mantenerle vivo en nuestro recuerdo. La idea surgió a raíz de la muerte del padre de la dramaturga y de las preguntas que le hizo su propia hija al respecto. En el montaje, tres títeres manipulados por Rosa Díaz (el abuelo, la abuela y su nieta) se desenvuelven sobre un escritorio de madera que se va transformando en distintos espacios (similar a una casa de muñecas) en los que el abuelo escucha la radio, se afeita, lee el periódico y pasea y disfruta junto a su nieta y su esposa. Un día las piernas le fallan, deja de andar, enferma y muere. La abuela y la nieta afrontan su ausencia recordando lo que han vivido juntos. Uno de los aspectos más  brillantes del espectáculo es la habilidad de Rosa Díaz para manipular los títeres y dotarlos de vida a la par que va construyendo la escenografía donde los cajones del escritorio vienen a ser como los resortes de la memoria en los que se almacenan nuestros recuerdos. En definitiva, un espectáculo ingenioso, creativo, mágico, lleno de ternura y humor que ya ocupa un merecido lugar en la historia de nuestro teatro infantil.

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T