Crítica de Venecia

Abel Pérez

Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

 

“La fuerza de lo pequeño, de lo cotidiano (…) es lo que nos impulsa a mostraros nuestra propia Venecia (…) Un relato sobre la inocencia y el amor, en un prostíbulo de la Serranía de Ronda.” Esto puede leerse en el folleto de la obra al asistir a su representación, precediendo a la breve sinopsis antes citada y resume con bastante acierto el objetivo que sin duda tienen a trabajar sobre esta adaptación de Juan Ortega sobre la obra original de Jorge Accame.

La obra cuenta la historia de Dora, anciana madame de un prostíbulo de Serranía de Ronda (Málaga) que sueña con volver a Venecia para reencontrarse con un antiguo amor de juventud antes de morir. Gabriela, Rita y Marta, tres prostitutas que fueron ayudadas por la madame, se compadecen de esta y deciden aparcar sus diferencias para llevar juntas a Dora a Venecia. Sin embargo, descubren que les es imposible permitirse el viaje, por lo que, con la ayuda de un cliente habitual del burdel y persona de confianza, recrean la ciudad de Venecia para la cegata madame Dora.

Nada más entrar en la sala del Teatro del Arte tanto la escenografía y la iluminación como el vestuario nos introduce en el ambiente de la España sin concretar exactamente la época, aunque podemos suponer años 50 o 60. Esta escenografía fija y el buen uso de la utilería (también de época) verdaderamente nos hacía imaginarnos en ese ambiente de campo profundo mezclado con la marginalidad con la que presuponemos a un prostíbulo.

Para la creación del ambiente de un pueblo de Málaga también ayudaba la manera de hablar de las actrices que interpretaban a Rita y a Marta y el actor que interpretaba al cliente, imitando el dialecto andaluz, lo cual provocaba que, en algunas ocasiones, desafortunadamente, el texto se perdiera por la precipitación al hablar en momentos tensos mezclada con el acento. En ese sentido, el reparto falló en ciertos instantes, sobre todo en la parte inicial de la obra.

Debo reconocer que no conozco la obra original de Jorge Accame, por lo que no sé hasta qué punto se ha modificado el texto ni soy capaz de saber la calidad de la adaptación textual. Lo que sí pude ver en la función es que la parte más cómica de la obra me falló en algunos momentos, ya que algunos de los chistes me parecían demasiado fáciles y a veces al reparto parecía faltarle la energía necesaria para dar la comicidad necesaria. A pesar de ello, esta carencia (desde mi punto de vista) su compensaba gracias a la enorme ternura mostrada especialmente en un emocionante final, de los que tocan muy fuerte la fibra sensible.

En resumidas cuentas, la considero una obra que merece la pena especialmente por la parte tierna, que me pareció especialmente bien trabajada. Y sin duda, el humor es algo muy personal, y otra parte numerosa del público sí que disfrutó de dichos chistes.

 

Abel Pérez, ITEM