Crítica de Summer Evening

Olivia Nieto Yusta, José Gabriel López Antuñano

SELITEN@T-UNED, ITEM-UNIR

Summer Evening, de Javier Vicedo Alós, fue galardonada en 2014 con el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca y estrenada en el Teatro Valle-Inclán Centro Dramático Nacional de Madrid en noviembre de 2015. El punto de partida de esta obra fue la pintura homónima que Edward Hopper realizó en 1947. Uno de los aspectos más característicos del pintor norteamericano es el fuerte componente literario que impera en su pintura. En este sentido resulta habitual encontrar personajes que suscitan todo tipo de historias posibles, tal y como ocurre en Summer Evening donde una joven pareja charla en una terraza durante una calurosa noche de verano. El espectáculo presentado por la compañía Los Bárbaros, bajo la dirección de Miguel Rojo, expone ante el público seis o siete historias posiblemente vividas por esta misteriosa pareja. Para ello han ideado un montaje inteligente en el que se conjugan con acierto numerosos recursos escénicos. Por un lado se han elaborado varias maquetas que son filmadas en directo y proyectadas en una gran pantalla para ilustrar los sucesos que van narrando los jóvenes. En ocasiones se filma directamente a los dos intérpretes que actúan sobre el escenario dando lugar a dos realidades contrapuestas, la teatral y la cinematográfica, todo ello enriquecido con un sinfín de efectos creados en directo por un técnico de sonido. La puesta en escena de Summer Evening ha supuesto todo un reto para Los Bárbaros. En esta ocasión se ha trabajado partiendo del texto dramático cuando su modus operandi suele seguir patrones diferentes como explica uno de sus componentes: “Nunca antes habíamos partido de un texto escrito previamente para hacer uno de nuestros montajes. Siempre nacía todo a la vez, en los ensayos, con alguna intuición de lo que pasaría en el escenario, pero con pocas intuiciones de cómo sería el texto o, tan siquiera, si habría algo parecido a un texto”. El resultado ha sido un espectáculo muy rico y estimulante en el que se conjugan distintos lenguajes artísticos. La crítica ha considerado que está “muy bien resuelto conteniendo el pulso con la inteligencia para jugar con el espectador”.

Olivia Nieto Yusta, SELITEN@T

La contemplación del cuadro de Hopper le lleva al autor a reflexionar sobre las relaciones de la pareja en diferentes circunstancias y las distintas reacciones ante hechos de naturaleza diversa. Intenta jugar para dar verosimilitud y saltar de una situación a otra con un tiempo no circunscrito a parámetros convencionales, que le permite la diversidad de circunstancias y el papel preponderante de él o ella. Quizá sobren escenas y falte más profundidad en algunas de ellas, y una mayor definición en los rasgos diferenciales de los personajes (de él y de ella en las diferentes microescenas). Esta cuestión aboca a que la obra en su conjunto parezca que se trata tan solo de variaciones sobre un mismo tema, cuando los motivos creadores de cada una de las situaciones son muy diferentes por las circunstancias de los personajes o el marco espacial o temporal y por quién lleva la iniciativa.

La propuesta escénica se queda más en el dibujo externo (la pareja no intima, adolece de capacidad para el amor o motivos para el desencuentro, no encuentran las herramientas interpretativas para manifestar el afecto o el rechazo), sin ahondar en motivaciones u otros asuntos de interés para el autor. El texto adolece de conflictos, pero el director no atina a ir más allá. Es correcto en la disposición de los actores sobre la escena, pero no les pide variedad de registros, de matices, que exigirían las diferentes situaciones que se proponen.

José Gabriel López Antuñano, UNIR