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Crítica de Port Arthur

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Irene G. Escudero
UVa

 

 

Port Arthur se estrenó el 6 de marzo de 2019 como espectáculo perteneciente al programa doble de Teatro Documento Port Arthur / Jauría. La obra recrea el interrogatorio a Martin Bryant, joven de 29 años, discapacitado y aficionado al surf, el 4 de julio de 1996. A Bryant se le responsabiliza judicialmente de la llamada “masacre de Port Arthur”, lugar donde fueron asesinadas 35 personas más otros 30 heridos el 28 de abril de 1996. La propuesta, lejos de representar el poco deseado interrogatorio violento o basado en el manido “poli bueno/poli malo”, nos muestra la cruda y tediosa realidad de un plácido interrogatorio, cuya tensión dramática se basa en la urgencia de la confesión. Martin Bryant, interpretado fantásticamente por Adrián Lastra, es el pilar de la puesta en escena gracias a su hipnótica personalidad, cuya sinceridad es indecidible: ¿es un psicópata o un pobre chico con un bajo nivel intelectual, por debajo del 98% de la media de la población, como se explicita durante la representación?

Haciendo las veces de narradores momentáneos mediante pequeñas acotaciones, los dos policías, Warren y Paine, interpretados por Joaquín Climent y Javier Godino, aseguran que la información que se quiere transmitir llegue a los espectadores. No podría haber sido de otra manera, puesto que en los diálogos no se ha añadido ni eliminado ni una sola palabra de la transcripción original, lo que no deja margen para que el espectador entienda ciertas cuestiones que quedan bastante alejadas o son poco conocidas por el público actual.

Las nueve horas del interrogatorio, filtradas por Wikileaks, que resume la pieza teatral de Jordi Casanovas en una hora y media aproximadamente quedan reflejadas en un reloj que adorna la adusta escenografía fija de una sala de interrogatorios. Queda constancia del paso lento de las horas gracias a ese reloj: 16:04, 17:00, 18:13, 19:00, 20:35, 21:03, 21:53, 23:21, 00:13, las horas van pasando en cada escena y así, ante la atenta mirada del público (porque no se puede uno despegar de la interpretación de Lastra) la obra se desplaza lenta, pesada y frustrantemente, como si fuéramos nosotros mismos los que tuviéramos que enfrentarnos con la imposible misión de hacer confesar al Martin Bryant, cuya culpabilidad nunca queda realmente clara.

No deja de ser controvertido el dato que nos facilita el inspector Paine, haciendo de narrador: cabe la posibilidad de que todo el suceso sea una conspiración del gobierno australiano para retirar y endurecer las leyes de posesión y venta de armas de fuego, lo que convertiría a Martin Bryant en cabeza de turco. El interrogatorio transcurre sin la defensa de un abogado que proteja los intereses del acusado y con una celeridad entre los hechos y el juicio (apenas tres meses) que hace pensar sobre la autenticidad de esa conspiración. Además, quedan en el aire muchas preguntas que hacen que la obra deje un sabor intenso al finalizar: ¿cómo es posible que un discapacitado pudiera llegar a conseguir tantas armas de fuego? ¿Cómo pudo adquirirlas sin licencia? ¿Es capaz una persona de su coeficiente intelectual idear un crimen tan aterrador y, a la vez, tan bien planificado? En el caso de que fuera él el culpable, ¿qué le llevó a cometer tal masacre, que hoy sigue estando entre las tres mayores del mundo cometidas por una sola persona?

La obra no deja indiferente a los espectadores. Es más, la mezcla entre ficción y realidad (o, más bien, la realidad teatral ficcionalizada) hace que esta obra sea un reducto donde reflexionar sobre las diversas naturalezas humanas, donde queda más que claro que el hombre puede llegar a ser un lobo para el hombre, sea Bryant o el gobierno australiano el responsable de tan deplorable acto.

Irene G. Escudero

Universidad de Valladolid


Sinopsis

Martin Bryant es un joven acusado de cometer una de las grandes masacres perpetradas por una sola persona. Él dice no acordarse de nada. La obra recrea el interrogatorio que tuvo lugar el cuatro de julio de 1996 en la prisión de Risdon, Tasmania (Australia), apenas tres meses después de los fatídicos hechos, y cuya transcripción fue difundida por la famosa organización mediática internacional Wikileaks. Dos inspectores de policía, Warren y Paine, hacen todo lo posible para lograr una confesión que queda lejos de lo legalmente habitual, puesto que a Bryant no le acompaña abogado alguno. Las dudas están en el aire: ¿es verdad que no recuerda nada? ¿Es en realidad un psicópata o merece nuestra piedad por ser un pobre discapacitado?


Equipo

Dramaturgia
José Luis Gómez
Autoría
Jordi Casanovas


Dirección
David Serrano
Ayudante de dirección
Daniel de Vicente


Producción
Kamikaze Producciones, Milonga Producciones, Hause & Richman Stage Producers, Zoa Producciones, Aitor Tejada, Jordi Buxó
Producción Ejecutiva
Pablo Ramos Escola


Reparto
Joaquín Climent, Javier Godino, Adrián Lastra
Escenografía
Alessio Meloni


















Compañía
Kamikaze


























Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 24/10/2019

Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze

Sala:  -

Duración en minutos: 75

Género  Documento

En los Medios

Marcos Ordoñez, Babelia, «¿Y entonces ocurrió todo?”» El País

Aldo Ruíz, «Port Arthur: Adrián Lastra borda el papel de un asesino psicópata en un interesante montaje de David Serrano, que peca de ser excesivamente plano» El Teatrero

Alfonso Vázquez, «Port Arthur / Jauría. Pedazos de realidad sobre las tablas» Moon Magazine

José-Miguel Vila, «Port Arthur: un hombre bajo sospecha» Diario Crítico

Carlos Herrera Carmona, «Juzguen ustedes mismos» Masteatro.com

Oriol Castro Herrero, «Port Arthur» La Finestra Digital

Ángel esteban Monje, «Representación teatral del interrogatorio al que fue sometido Martin Bryan, el asesino de 35 personas en 1996 en Australia» Kritilo

Miguel Ayanz, «Masacre documental» Volodia

«Port Arthur, crítica teatral» Tras la Máscara


Port Arthur

«El caso de Martin Bryant, difundido por Wikileaks, tiene no poca y brutal enjundia; está muy bien armado por el dramaturgo»  El País

Marcos Ordóñez

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