Crítica de Yerma

Álvaro Chumillas Expósito

Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

Yema: Del latín tardío “eremus”, y este del griego ἔρημος. Se aplica el término al terreno estéril o que no está cultivado. También se refiere a un lugar inhabitado.

 

Partiendo de la definición del título que da nombre a la obra, y a la protagonista de la misma, entenderemos donde vamos a introducirnos durante la más de hora y media del montaje que tratamos.

 

Predominando los colores cálidos asistimos a una puesta en escena sencilla pero útil; su estética estilística narrativa simplificada, a ratos poética, ayuda a la comprensión y ensalzamiento del texto, cargado de símbolos, del archiconocido autor.

 

Muy conseguidas las atmósferas gracias a todas las texturas que el atrezzo, utilería y el acertado juego lumínico nos hacen envolvernos en ese ambiente árido, seco, terroso y sofocante tan presente en la obra.

 

A destacar dentro del elenco a la Yerma que Irina Platas encarna ya que consigue llegar a emocionar y transmitir todo el elemento patético y la hybris del personaje en una progresión emocional más que acertada.

 

El resto del reparto acompaña y apoya la acción apropiadamente dentro de esta propuesta simbólica, y narrativa a grandes ratos. Quizá se echa en falta más presencia por parte de las cuñadas de Juan que tanto atosigan y ensombrecen a la protagonista según algunos personajes exponen.

 

Aunque el dominio corporal de los intérpretes no es homogéneo si predomina en la parte final con la simulada romería y su ritual, prestándose incluso a un mayor espacio logístico para ganar efectismo o grandiosidad. El escenario y las posibilidades de la sala son las que son, pero el equipo resuelve bien la inclusión de espacios en el pasillo del público o en proscenio para dinamizar y airear la pieza. Precisamente por las reducidas dimensiones de la sala teatral no debería el elenco dejarse llevar por el intimismo que sugiere pues ciertos finales de frases y diálogos se perdían por no proyectar lo suficiente vocalmente, a pesar de la cercanía con los intérpretes.

 

En definitiva, nos hallaremos asistiendo ante una versión digna de este clásico lorquiano que nos hará plantearnos como elcontexto social y educacional actúa como catalizador que anula al individuo. Esto puede llevar a un estado de aislamiento, frustración e incomprensión similar al de Yerma por no encajar con su entorno ni éste facilitar o amparar su dilema. Y no, no nos engañemos pensando que forma parte del pasado dicha situación porque encontramos casos cercanos hoy día, o al menos noticias en nuestro país, que comparten similitudes con la trama que el eterno García Lorca ya plasmó.

 

P.d.: ¿dónde se imparte educación o modales al público teatral? Urge tratar este punto tan imperante en la asistencia a cualquier espectáculo escénico. Por favor (y por enésima vez): silencien, o apagan, los teléfonos móviles durante las representaciones. Gracias.

Álvaro Chumillas Expósito, ITEM