Crítica de S 62° 58’, W 60° 39 Apocalipsis del presente en el Ártico
La compañía belga de danza teatro por antonomasia fundada por Gabriela Carrizo y Frank Chartier, que durante veinte años ha sorprendido y conmocionado la escena internacional con creaciones que mezclan realismo cinematográfico con imágenes surrealistas del inconsciente más profundo, toma esta vez su propia trayectoria como tema principal de análisis y presentan el resultado en esta obra, estrenada en la reciente Bienal de Danza de Lyon.
Abren el telón con una escenografía impresionante, diseñada por Justine Bougerol. Nada más y nada menos que la recreación de un barco encallado en una montaña del Ártico. El hielo fragmentado, la iluminación tenue que expide la embarcación, el creciente sonido del viento y un motor que no llega a arrancar, son los elementos que componen una primera imagen de la que van emergiendo los cuerpos de los actores así como el conflicto que les ocupa: ¿cómo salir de ahí?
La pregunta, lejos de responderse durante la función, se transforma en: “¿Qué nos pasa a cada uno dentro de esta compañía?”. Y comienza a ser respondida de manera interrumpida, entre lo trágico y lo cómico, por los propios intérpretes que unas veces desde la palabra, otras desde el cuerpo y otras desde el silencio, reflexionan sobre sus vivencias y se rebelan frente a su director, Franck Chartier, que actúa como voz en off. Pronto, nos hacen conscientes del artificio del viento, de que el hielo no es más que una construcción y los peces parte del atrezo. Así es como el plano ficcional y el real pelean por existir, ganando desde temprano la insubordinación de los actores y sus verdades. Exponen quejas como haber sacrificado el ver a su hijo crecer por estar de gira (Romeu Runa), estar cansadas de encarnar los traumas del director sin poder expresarse por sí misma (Marie Gyselbrecht) o el porqué de usar tanto plástico contaminante en la escenografía (Lauren Langlois). Incluso el mismo director confiesa su frustración por haberse quedado sin ideas.
En este diálogo, el público es un personaje más al que desde el inicio se culpa de que su hambre por consumir “como caníbales” las creaciones de la compañía haya llevado a la misma a un ritmo de producción insostenible. La intensidad de la ruptura de la cuarta pared llega a su cénit en el monólogo final de Romeu Runa en el que, enfrentándose a sí mismo durante veinte minutos de visceralidad, plantea la doble voluntad que ha conflictuado su carrera: la del que quiere tener una buena reputación interpretando a Shakespeare y a Chejov y la del que desea romper con toda expectativa y sistema, desnudarse y dar fin a la representación con una orgía con el público. En esa lucha, el actor termina en desnudo integral rompiendo del todo la cuarta pared con la punta del pie izquierdo y cruzándola con descaro, plantándose en primera fila con otra pregunta: “¿quién quiere ser la primera persona con la que tenga sexo?”. Para luego, estallar en carcajadas, decir que era broma, que él no es Marina Abramović y alentar a que el público olvide todo lo allí vivido mientras sale del patio de butacas.
Si bien es indudable la excelencia de estos intérpretes, la dramaturgia no profundiza en ninguno de los niveles del relato. Y es precisamente eso lo que puede llevar a que presenten una crítica banal e incluso caricaturesca de asuntos como la necesidad de construir personajes femeninos con un desarrollo psicológico tridimensional que sobrepase el victimismo, el funcionamiento de la industria teatral o la propia lucha contra el temido cambio climático.
Así pues, aunque Frank Chartier catalogue la obra como teatro documento, resulta más una especie de autoficción en la que se determina el final de una época para la compañía, un apocalipsis metateatral. La respuesta de este balance había de ser descifrada en el título, que señala las coordenadas de un lugar situado en la Antártica, la Isla Decepción.
Sinopsis
En un desierto ártico, un barco ha encallado y está atrapado en montañas de hielo. Una pequeña comunidad de personas se encuentra atrapada en este peligroso y árido paisaje, sin comida, sobreviviendo simplemente guiada por la naturaleza. Su única esperanza es el hielo derretido que les permitiría continuar su viaje. Este es el catalizador de una serie de eventos e imágenes que toman proporciones apocalípticas. S 62° 58’, W 60° 39’ es una creación de nuestros tiempos, en los que el mundo está plagado de guerras, inflación, cambio climático y una creciente crisis energética. De repente, esta situación límite se suspende, lo que nos arroja a una nueva realidad: la de los artistas y el director que crean la pieza. ¿Estamos viendo al personaje o al actor interpretando al personaje? ¿Los actores son manipulados por el director o lo están manipulando a él? ¿Y el público? Al final, ¿quién manipula a quién?
Equipo
Imogen Pickles
Dirección
Franck Chartier
Ayudante de Dirección
Yi-Chun Liu, Louis-Clément da Costa
Producción
Peeping Tom
Producción Ejecutiva
Helena Casas, Rhuwe Verrept
Reparto
Marie Gyselbrecht, Chey Jurado, Lauren Langlois/Yi-Chun Liu, Sam Louwyck, Romeu Runa, Dirk Boelens, con la ayuda de Eurudike De Beul
Escenografía
Justine Bougerol, Peeping Tom
Construcción de Escenografía
KVS-atelier, Peeping Tom
Iluminación
Tom Visser
Movimiento
Yi-Chun Liu, Peeping Tom
Música
Raphaëlle Latini
Espacio Sonoro
Raphaëlle Latini
Distribución
Frans Brood Productions
Compañía
Peeping Tom
Vestuario
Jessica Harkay, Peeping Tom
Ayudante de Vestuario
Thomas Michaux
Fecha del Estreno: 05/10/2023
Teatro: Teatros del Canal
Sala: Sala Roja
Duración en minutos: 110
Género Danza-Teatro
En los Medios Julio Bravo, “’S 62° 58′, W 60° 39′: Peeping Tom busca sus propias coordenadas”, ABC [9/10] Ángel Esteban Monje, “Los peeping tom nos someten a una función performativa y banal, donde discurren por los vericuetos de la autoficción y el metateatro”, KRITILO [0/10] Mercedes L. Caballero, “Lo nuevo de la compañía belga Peeping Tom encalla en la decepción”, EL PAÍS. [1/10] Javier Paisano, “Vacío en el paraíso”, Diario de Sevilla [1/10] Luis Alberto Sosa Berlanga, “S 62° 58′, W 60° 39′ de Franck Chartier/ Peeping Tom y la difícil tarea de discernir qué es prescindible a la hora de elaborar un montaje para ser representado ante un público”, ACHTUNGI [0/10] Reportaje: Artezblai, “Peeping Tom regresa con ‘S62° 58′, W60° 39’, una reflexión apocalíptica y surrealista sobre la creación artística” Artezblai Reportaje: Agencias, “La compañía belga Peeping Tom despliega su catarsis personal en Madrid”, La Vanguardia. Reportaje: Masescena, “Peeping Tom regresó a Teatros del Canal para estrenar en España S62° 58′, W60° 39′, una reflexión sobre la creación artística entre apocalíptica y surrealista”, Masescena.
S 62° 58’, W 60° 39 Apocalipsis del presente en el Ártico
El público es un personaje más al que desde el inicio se culpa de que su hambre por consumir “como caníbales” las creaciones de la compañía haya llevado a la misma a un ritmo de producción insostenible. La intensidad de la ruptura de la cuarta pared llega a su cénit en el monólogo final de Romeu Runa en el que, enfrentándose a sí mismo durante veinte minutos de visceralidad, plantea la doble voluntad que ha conflictuado su carrera
Alba Rosa
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