Crítica de Reikiavik
Vuelve a reponerse en la cartelera madrileña esta obra escrita y dirigida por Juan Mayorga. Es su segundo doblete, en la escritura y dirección, después de la experiencia de La lengua en pedazos. No ha cambiado su elenco desde su estreno en Asturias hace más de un año y medio: Daniel Albadalejo, Elena Rayos y César Sarachu siguen interpretando en el parque una famosa partida de ajedrez. La representación tiene lugar en la Sala Nieva del Teatro Valle-Inclán. A cinco días de que caiga del cartel está llena esta pequeña y acogedora sala del Centro Dramático Nacional. Compruebo en la web de venta de entradas que están agotadas hasta el final del periodo de representación. La sesión es temprana para lo que se acostumbra en España: las siete de la tarde. Por delante tenemos casi dos horas de espectáculo. Me encuentro en la entrada del teatro con dos ciegos. Nos recibe al acceder a la Sala Nieva una fina nube de humo seco. Una vez adaptada la vista, veo entre el público a bastante gente joven. Mientras esperamos el comienzo se oyen sonidos de un parque en un momento tranquilo: piar de pájaros, viento y pisadas sobre hojas secas. En el escenario se percibe una mesa de parque con dos bancos. Sobre la mesa, hay un tablero de ajedrez.
El ajedrez y el teatro se entrecruzan en esta representación. Waterloo y Bailén, dos desconocidos con mucho trato, viven ante un muchacho la vida de dos famosos ajedrecistas. Viven su vida en la vida de otros. Esto quizás no es tan extraño. Lo que sorprende es que sean conscientes. Los actores tienen una partitura de movimiento que equilibra el peso de un texto de gran profundidad. Es meritorio el esfuerzo que hacen los actores para interpretar tan distintos personajes y cruzar tantas escenas de distintas historias. Se siguen bien estos cambios de personajes y líneas de acción. La tenue iluminación, la proyección del suelo ajedrezado y las imágenes del fondo crean un espacio de inspirada ensoñación.
¿Qué concebimos de un mundo que no observamos? ¿Qué sabemos de las personas a las que apenas miramos a los ojos? ¿Qué alcanzamos de la realidad para poder representarla? ¿Qué conocemos de nosotros mismos y de nuestras vidas? Por eso estos personajes representan la ficción. La obra parece recordar que se acaba una época y no está claro que vaya a tener continuadores. Pocas variantes se le pueden hacer esta partida.
Javier J. González, UNIR
Sinopsis
Bailén y Waterloo son dos hombres que reviven en un parque la famosa partida de ajedrez celebrada en la capital de Islandia entre el soviético Boris Spasski y el estadounidense Bobby Fischer. Otro personaje, un niño, es su espectador.
Bailén y Waterloo representan no sólo a Boris y a Bobby, sino también a muchos otros que movieron piezas en aquel tablero. En esta metarrepresentación se trata la vida como teatro, el teatro de la vida, la historia del siglo XX y la sociedad contemporánea.
Equipo
Autoría
Juan Mayorga
Dirección
Juan Mayorga
Ayudante de dirección
Clara Sanchis
Producción
Entrecajas Producciones Teatrales
Producción Ejecutiva
Chusa Martín, Susana Rubio
Ayudante de producción
Chus Martínez, Elena Manzanares
Reparto
Daniel Albadalejo, Elena Rayos, César Sarachu
Escenografía
Alejandro Andújar
Iluminación
Juan Gómez-Cornejo
Espacio Sonoro
Mariano García
Fotografía
Sergio Parra
Fotografía
La Loca de la Casa
Vestuario
Alejandro Andújar
Diseño del cartel
Isidro Ferrer
Festivales
EscenAvilés 2015
Video escena
Malou Bergman
Web
Reikiavik
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 27/03/2015
Teatro: Teatro Valle Inclán. Centro Dramático Nacional
Sala: -
Duración en minutos: 105
Género Drama
En los Medios Daniel Ventura, Teatro a Teatro: «Tenemos citas que no esperamos, en lugares que no conocemos y a las que nunca llegaremos» Ángel García Galiano, Tendencias 21: «Reikiavik, de Juan Mayorga, roza la perfección» Clara Boluda Vías, A vuela pluma : «¿Y si en vez de jugar al ajedrez, jugamos a Reikiavik?» Rocío García, El país: «El jaque mate de Juan Mayorga» Aldo Ruíz, El teatrero: «Apasionante “Reikiavik”, otra jugada maestra de Mayorga»
Reikiavik
El teatro, y el mundo en general, puede ser concebido como un tablero de ajedrez…
Juan Ignacio García Garzón
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