Crítica de Pep Bou Experiències

Jara Martínez Valderas

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Este espectáculo estuvo enmarcado en la programación del Teatro Español de Madrid y ha sido programado como espectáculo familiar durante el periodo navideño. Los asistentes eran, por lo tanto, mayoritariamente padres con sus hijos.

El montaje, anunciado como una experiencia fascinante de poesía visual a través de la destreza con las pompas de jabón, resultó un tanto decepcionante: los números de pompas se resistían a salir –en este tipo de trabajos el azar es determinante– pero las carencias del espectáculo son más profundas y de base.

Pep Bou es un artista reconocido y con una amplia trayectoria a sus espaldas. Su trabajo con las pompas de jabón se inicia en el año 1982 y tiene una larga trayectoria de espectáculos elegantes, bellos e ingeniosos. Sin embargo, en este, parece que ya lo has visto alguna vez: un espacio limpio con suelo húmedo para facilitar las evoluciones de las pompas; a la izquierda un piano, con su pianista tocando música en directo y distintos objetos que entran y salen para los diferentes números. No hay una historia, no hay un hilo conductor y la estructura parece no tener un sentido definido; la música no sorprende ni emociona y los números de pompas, sacados adelante mediante muchas repeticiones y arduas dificultades, no consiguen crear una atmósfera lo suficientemente bella como para seducir los sentidos. Sobre todo, no aporta elementos visuales o sonoros nuevos que provoquen grandes estímulos o sorpresas, y este sería el objetivo principal de la obra. Como excepción, el uso del humo dentro de las pompas consiguió algunos hermosos momentos y también situaciones cómicas. El mejor ejemplo es  la “partitura” hecha por unas cuerdas sobre las que Pep Bou coloca pequeñas pompas que indican al músico qué nota tocar.

Pep Bou tiene muchos años de experiencia en el escenario y se nota su bagaje como mimo y clown, pero en esta ocasión su presencia escénica no fue suficiente para evitar esa tensión que provoca un artista que no consigue dar fluidez a los golpes de efecto de las pompas de jabón. El espectáculo tiene momentos hermosos y que provocan ternura, pero el deseo de que salgan bien los números, frente a los repetidos fracasos de esta actuación concreta (ojalá en otras no haya sido así) fueron dejando una sabor agridulce. Los espectadores fueron generosos en los aplausos, demostrando la comprensión hacia el artista que tuvo la necesidad de disculparse, interrumpiendo el aplauso para decir unas palabras. Quizá en el resto de los días programados el espectáculo consiguiera sacar los números adelante y se paliaran algunos de los problemas pero, aún así, al espectáculo le falta “gancho”, ya sea a través de un nexo dramatúrgico, de la originalidad del trabajo y/o de una mayor belleza visual.

Jara Martínez Valderas

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