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Nuestros muertos

Crítica de Nuestros muertos

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Carmen González Vázquez
Universidad Autónoma de Madrid

Dice el premiado autor sobre su propia obra: «No hemos querido convertir ese encuentro en una reflexión sobre el perdón. Es una cosa más intuitiva, Lo que importa al final es mirarse a los ojos y ver qué hay detrás». Y ha conseguido su propósito, porque no busca el maniqueísmo en esa revisión de violencia, muerte, huidas y desapariciones que ha acompañado la historia de España desde el alzamiento franquista hasta el abandono de las armas por parte de ETA. Se sostiene un diálogo íntimo desde la distancia emocional durante noventa minutos, en el que no se busca el perdón, sino la interlocución a través de una especie de logoterapia aceptada por un preso que no tiene ya casi de qué hablar ni con quién hablar con una mujer que tiene tiempo y ganas para escuchar… y también para hablar y ser escuchada. Mariano Llorente confronta a dos personajes, a dos personas de edad desigual, que tienen un vínculo común: el hijo de ella -ya siempre joven-, asesinado por él en un acto terrorista dirigido contra otros y que atrapó a testigos involuntarios de esa masacre. Llorente sintetiza también la historia emocional de un país que no siempre está acompasada con la historia sociopolítica que la acompaña en el tiempo.

El ejercicio de la violencia y el sufrimiento que siempre produce la violencia a nivel social, familiar e individual durante generaciones, integrados en las cicatrices de la historia cotidiana, son los elementos centrípetos y centrífugos de este drama. Aplaudo la elección de una mujer mayor para integrar en ella la incitación, la ejecución y las consecuencias de la violencia que desentraña la vida de las personas anónimas, pero que construyen la intrahistoria que permite avanzar a un país. Nuestros muertos es un homenaje a las mujeres de esa generación, a las que tanto debemos y a las que tan poco se les reconoce la aportación que han hecho para alcanzar hoy una buena convivencia, aunque frágil.

Destaca la congruencia con la que Llorente ha construido a los personajes según sus historias vitales y sus visiones personales del relato a través de una dialéctica que no busca la confluencia ni la conciliación, sino la expresión en voz alta. Cada personaje es el resultado de sus decisiones, de las de otras personas y también de su contexto sociopolítico, acertando con el desdoblamiento para contar cómo se convirtieron en víctima y verdugo (y víctima de sí mismo). El cuadro artístico de Micomicón borda sus personajes. Desde la grada vemos a quienes dicen ser, sin fisuras ni desequilibrios: María Álvarez como madre huérfana, hija huérfana, madre incomprendida y abuela que reconoce en su nieta que todo es posible da una lección de interpretación; Carlos Jiménez Alfaro se mide con altura cuando interpreta el papel de preso, de hijo, de amigo, de hermano y de activista. Sus jóvenes del pasado -de ese pasado que está presente- se encarnan en Clara Cabrera y Javi Díaz, que replican sólidamente a los personajes del presente.

Cuarta Pared ha acogido el estreno absoluto de una obra que, sin duda, seguirá recibiendo muchos aplausos en otros escenarios.


Sinopsis

Una mujer octogenaria acepta tener una entrevista con el preso de ETA arrepentido que mató su hijo en uno de los llamados encuentros restaurativos que comenzaron en Nanclares de Oca en 2011. Durante la conversación, que alterna la serenidad, los flashbacks, e incluso el buen humor con una tensión y un dolor a veces difíciles de soportar, se van desgranando muchos de los temas esenciales de estos años en que ETA ocasionó más de ochocientos muertos rompiendo miles de familias.
Pero también, durante este diálogo plagado de silencios y preguntas sin respuesta, la mirada se va a ir hacia la represión franquista, que arrebató la vida del padre de la anciana ochenta años antes y provocó una dictadura de casi cuarenta años y dejó más de cien mil desaparecidos por todo el país. Así pues, este es un diálogo donde el coche bomba convive con las pistolas de una cuadrilla de falangistas, para adentrarnos en la soledad de quien fue víctima de ambos.


Equipo



Autoría
Mariano Llorente


Dirección
Mariano Llorente
Ayudante de Dirección
Héctor del Saz


Producción
Joseba García




Reparto
María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera, Javier Díaz
Escenografía
Laila Ripoll




Iluminación
David Roldán


Música
Mariano Marín
Espacio Sonoro
Mariano Marín
Fotografía
Javier Naval


Distribución
Joseba García
Compañía
Micomicón
Vestuario
Laila Ripoll
























Idioma
Español








Fecha del Estreno: 18/01/2024

Teatro: Teatro Sala Cuarta Pared

Sala:  -

Duración en minutos: 90

Género  Drama

En los Medios

Diego Doncel, “Nuestros muertos’: el peso de nuestros fantasmas”, ABC [10/10]

Pedro Lorenzo, “Una lección imprescindible. Un teatro que golpea las conciencias y te sitúa en el centro de unas partes terribles de nuestra reciente historia”, El Arte en las Ondas. [10/10]

Álvaro Vicente, ““Ese viaje que va de la entereza a la aceptación, pasando por el sarcasmo, la tristeza, la rabia y el amor, es el gran atractivo de este montaje.” Diario Red

Luna Paredes, “Las verdades, frente a frente. En este país nos quedan, todavía, muchas heridas que cerrar. Teatro Madrid.


Nuestros muertos

Aplaudo la elección de una mujer mayor para integrar en ella la incitación, la ejecución y las consecuencias de la violencia que desentraña la vida de las personas anónimas, pero que construyen la intrahistoria que permite avanzar a un país. Nuestros muertos es un homenaje a las mujeres de esa generación, a las que tanto debemos y a las que tan poco se les reconoce la aportación que han hecho para alcanzar hoy una buena convivencia, aunque frágil.

Carmen González Vázquez

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