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Crítica de #LaIRA

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Eva Hernández Hernández
Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

#LaIRA es cruda y genera el mismo malestar que el chirrido de las uñas arañando una pizarra, pero no podía ser de otra forma.

Esta obra te obliga a recorrer una historia que no es ficticia, representando unos casos que no solo recuerdan al mundo real sino que nacieron en él. Con una dramaturgia cuidada y planteada en dos partes (con una serie de personajes que aparecen solo en la primera y otros diferentes en la segunda, salvo por uno de ellos que continúa su historia de principio a fin), #LaIRA, claramente, muestra el riguroso trabajo realizado para construir la dramaturgia, ya que esta es la mezcla perfecta entre la información necesaria para entender lo que sucedió y esos detalles extra que consiguen terminar de erizar la piel. Los actores hablan observando al público en todo momento, rompiendo la cuarta pared continuamente, y ello solo consigue que todas y cada una de esas historias penetren con mayor facilidad en el espectador, porque es como si cada personaje te contase su vida a ti, lo que te convierte en un factor siempre activo en la obra. Sin embargo, en ocasiones, la rapidez con que todas las historias individuales se intercalan entre sí puede provocar una confusión inicial durante un breve lapso de tiempo, hasta que se recuerda qué personaje es y qué sucesos nos estaba contando. 

Debido a esa misma razón (es decir, a las historias intercaladas), los intérpretes jamás se detienen sobre el escenario, ocupando posiciones diferentes a lo largo de la obra dependiendo de si son el foco de atención o no. De hecho, la manera en que, en ocasiones, persiguen a un personaje determinado o lo observan mientras habla solo consigue potenciar esa sensación angustiosa que jamás desaparece a lo largo de la obra. Incluso cuando, en ocasiones, hay fragmentos musicales o todos parecen seguir el mismo patrón de movimiento (por ejemplo, cuando andan todos en línea, enumerando posibles pruebas de la Ballena azul), esa sensación permanece.

Además, el vestuario no solo resulta sencillo sino que, también, evoca a la vestimenta de las cárceles o, al menos, esa es la impresión que transmite el mono que llevan durante toda la obra.

Por otro lado, la escenografía parece querer recordar, en todo momento, que esta obra documental gira en torno a una serie de crímenes y que, normalmente, el material que suele emplearse para envolver a los cadáveres es ese plástico que se encuentra presente en cada rincón del escenario. También consigue que el espacio, de alguna forma, parezca estar desnudo, como si se insistiera en que no existe mentira alguna en la dramaturgia, en que cada caso ha sido expuesto tal cual ha sucedido.

Lo mismo sucede con la música, la iluminación y los efectos sonoros. El peso recae casi en su totalidad en los actores, quienes llegan incluso a recrear el sonido de las puñaladas, reservando cualquier efecto externo a ocasiones puntuales como, por ejemplo, las coreografías ya mencionadas, las cuales son acompañadas de música.

En definitiva, #LaIRA es una obra sin florituras, directa y afilada, reservada a los amantes de las historias macabras y, también, a aquellos con valor suficiente de escuchar unos crímenes que, quizá, podría haber cometido un vecino o primo cercano.

Lxchel Lacroix– Alumna en prácticas máster UCM

Con solo tres días de función, Nave 73 presenta a su público un gran trabajo en equipo, siendo éste uno de esos proyectos en los que cada persona cumple múltiples funciones, que participan como actores, dramaturgos, vestuaristas, escenógrafos y demás cargos que, como ya se mencionó, sólo trabajando de esta forma es que se puede sacar adelante un proyecto como este, siendo  #LaIRA es una propuesta escénica que contó con la dirección de José Mertret. En este montaje los actores fungieron como dramaturgos de la historia, al crear una trama a partir de la investigación de trece casos reales sobre crímenes realizados por jóvenes de entre los once y veinticinco años. Para ello, los siete que participaron en la investigación, se adentraron en un trabajo de que duró aproximadamente tres meses, donde realizaron estudios de comportamiento a través de los diferentes medios de documentación, realizando a su vez, la dramaturgia de la historia.

Esta representación, debido al espacio, se realizó en un escenario frontal y, para el espacio escenográfico, se contó con una estructura armada, a manera de andamio, pero que sirve, primeramente, como una caja forrada por sus cuatro lados con “cortinas” de plástico, de las cuales, la que se encuentra frente al espectador, se quita para descubrir lo que acontece en su interior.

Al comenzar la función, el espectador se encuentra frente a una cortina de plástico que impide ver con claridad lo que hay detrás. Mientras que el espacio sonoro se encuentra cubierto con música, empieza a surgir un juego de luces que permite vislumbrar la presencia de los personajes que, acto seguido, comienzan a realizar movimientos violentos que simulan los de una pelea a puño limpio, realizándolos acorde al ritmo musical. Los movimientos que al principio pueden llegar a causar un impacto positivo por toda la carga energética que emanan desde el principio, al final de la introducción, pueden llegar a causar la sensación de un alargamiento innecesario y que la coreografía está realizada para llenar de movimientos el resto de la música, teniendo como desventaja ahora, el que no se pueda ver bien lo que se hace.

Al finalizar este acto introductorio y tirada la cortina de plástico, se revela el espacio escenográfico que acompañará toda la representación. Las cortinas de plástico que envuelven el espacio, sirven como recurso óptimo para las constantes entradas y salidas de los personajes y que les permite a su vez, tener una opción variada de lugares para realizarlas. La luz permanece fría durante toda la representación, sin la necesidad de realizar un juego de luces tan complicado. En cuando al vestuario, pensado por José Martret y Candela Arestegui, consiste en unos monos verdes, que visten los seis actores, y que los encasilla ya como criminales o reos de una prisión, logrando tener una concordancia primaria con el contenido de los personajes.

En cuanto a los personajes, aunque hayan sido siete los actores que, mencionados en la sinopsis del espectáculo, investigaron los casos a representar, sólo se llegan a ver seis actores en escena y que, una vez caída la cortina frontal, éstos aparecen en el escenario y se presentan ante el público. Es a través de las diálogos emitidos, en ocasiones a manera de monólogos o coloquios, que van presentando su historia desde el inicio, permitiendo generar una perspectiva psicológica que posibilita “entender” el por qué de sus actos, narrando una transición que deja ver claramente el arco del personajes. En ocasiones, las narraciones van acompañadas con acciones desarrolladas por los demás actores, lo que permite una referencia visual de lo que acontece y  que no se deje todo a la imaginación del espectador. Las historias se van presentando de manera simultánea e intercalando los testimonios, lo que permite un dinamismo y variedad que genera un ritmo ágil y entretenido, pese a que el contenido sea sobre sucesos mortuorios.

En cuanto a la presentación de la trama, ésta está dividida en dos segmentos, los cuales, al finalizar el primero contando el desenlace de los personajes presentados, están unidos por un pequeño momento coreográfico en el que se comienza a introducir a los nuevos personajes que, al igual que la primera parte, tendrán el mismo formato en cuanto a la narración y presentación de las acciones. No obstante, ambas partes desarrollan la historia de un personajes, sirviendo éste como conector entre ambos segmentos ya que, si estuviese ausente, no habría la necesidad de dividir la trama o que existiese una segunda parte.

En cuanto al contenido, los personajes están basados en los autores de los crímenes reales realizados por jóvenes, que van desde los once hasta los veinticinco años. Los crímenes se llegan a realizar tanto individual como colectivamente por sujetos que, por lo que se expone, han sufrido de violaciones sexuales por parte de familiares, violencia en la infancia, abandono u otros factores que los marcan o les generan un trauma y se vuelven en asesinos de sus padres, hijos, tíos o demás gente que los rodea. Estos casos están expuestos narrativamente y, como ya ase mencionó, son acompañados por acciones físicas que ayudan a generar una perspectiva de la manera en la que aconteció el asesinato y de la psique de los personajes.

Como ejercicio, algunas actuaciones resultan poderosas, no obstante, en otros actores, se llega a notar una pequeña desconcentración a raíz de un pequeño error articulación, generando la salida del actor con el personajes y evidenciando una desconexión entre ambos.

En cuanto al trazo escénico, la obra está repleta de mucho movimiento. Dentro del escenario existen muchas entradas y salidas de los personajes, que dan pie a sus colegas de crimen o que lo acompañan en distintas situaciones. El dinamismo también está presente en los movimientos coreográficos, sin embargo, en el momento que divide la primera parte con la segunda, no se llega a ver muy ensayado, en vista de que se puede percibir un amontonamiento entre ellos, sin tener muy claro a dónde moverse, no teniendo manejadas las distancias entre ellos o el esfuerzo de algunos, ante la situación, de mantenerse en el personaje.

En general, es un montaje que cuenta con una armonía compuesta por la luz, el vestuario, el espacio sonoro y escenográfico y, sobre todo por la narrativa que se expone, trayendo a la mesa una realidad de acontecimientos actuales en la que los jóvenes son los responsables de los asesinatos desalmados, manteniendo una tensión dentro de los espectadores ante los desenlaces de las historias que, para algunos, no les pueden resultar familiares pero, para otros, pede llegar a causar indignación ante el descuartizamiento de seres reales a manos de gente que vive en nuestra sociedad. José Martret hace un gran trabajo como director al dar oportunidad a los jóvenes de crear, en conjunto, este espectáculo.


Sinopsis

#LaIRA es un espectáculo de teatro documental creado a partir de 13 casos reales de crímenes perpetrados por jóvenes psicópatas con edades comprendidas entre los 11 y los 25 años. Siete actores seleccionan e investigan durante tres meses los diferentes casos, analizan y estudian su comportamiento a partir de reportajes, documentales, y declaraciones generando en paralelo la dramaturgia de esta función. El resultado es un mosaico que expone la universalidad de la violencia en la juventud y sus consecuencias.


Equipo

Dramaturgia
Carla Nyman
Autoría
Candela Arestegui, Lucía Arestegui, Albino Hernández, Belén Écija, Ana Lucas, Alba Rico, Julieta Toribio


Dirección
José Martret
Ayudante de dirección
Alba Rico


Producción
Raquel Pérez Formación Actoral
Producción Ejecutiva
Descalzos Producciones S.L.


Reparto
Candela Arestegui, Lucía Arestegui, Albino Hernández, Ana Lucas, Alba Rico, Julieta Toribio
Escenografía
Inés Ruiz de la Prada, Julieta Toribio




Iluminación
Paco Ruiz Ariza
Movimiento
Laura Delgado


Espacio Sonoro
Daniel Jiménez Zuniaga






Compañía
Raquel Pérez Formación Actoral.
Vestuario
Candela Arestegui, José Martret






Diseño del cartel
Antonio Martos












Web
http://www.nave73.es/events/laira-2/todos/


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 04/07/2019

Teatro: Sala Nave 73

Sala:  -

Duración en minutos: 87

Género  Documento

En los Medios

Ángel Esteban Monje, “Teatro documental para situar sobre las tablas una colección enorme de asesinos de muy corta edad” Kritilo [6/10]


#LaIRA

#LaIRA es una obra sin florituras, directa y afilada, reservada a los amantes de las historias macabras y, también, a aquellos con valor suficiente de escuchar unos crímenes que, quizá, podría haber cometido un vecino o primo cercano.

Eva Hernández Hernández

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