Crítica de La pastilla de la felicidad

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

Entre noviembre y diciembre de 2017 se celebró la tercera edición del Festival Essencia, un encuentro convocado por Cuarta Pared en el que se escogió la felicidad como tema central. Cuatro equipos trabajaron en el taller de investigación Laboratorio ETC: Universo Felicidad para extraer las luces y las sombras de un tema que parece estar siempre de actualidad. El resultado de estos talleres se plasmó en cuatro obras: 10% de tristeza (comer, cagar y volver a empezar) de Teresa Rivera, To no end de los hermanos Bazo, Eras de la felicidad de María Velasco y Jesús Rubio Gamo y La pastilla de la felicidad de Carla Guimaraes.

 

Hace unos años Carla Guimaraes irrumpió con fuerza en nuestra escena teatral logrando el reconocimiento de la crítica por La increíble historia de la chica que llegó la última (2013), nominada a Mejor Autoría Teatral en los Premios Max, y La confesión de Lola (2014), que recibió la Mención de Honor en el Premio Circo Price de Teatro Breve. Su escritura dramática “flota entre el drama y la comedia”, en palabras de la propia dramaturga (http://contextoteatral.es/lapastilladelafelicidad.html), que encuentra uno de sus mejores ejemplos en La pastilla de la felicidad, una obra que nos invita a reflexionar sobre el estresante ritmo de vida y las frustraciones que esto provoca a nivel laboral, social y personal. Como asegura Guimaraes “preferimos tratar la tristeza profunda con antidepresivos y la angustia con ansiolíticos en lugar de preguntarnos si, quizás, nuestra situación personal y nuestro modo de vida son las causas de esos problemas mentales” (https://larepublicacultural.es/article12162). Efectivamente, el uso de antidepresivos se ha disparado en los últimas décadas en una Europa en la que el bienestar, el consumismo y la depresión van de la mano. La obra que trae Cuarta Pared nos propone ir en busca de la tan ansiada felicidad guiados (o más bien manipulados) por un gurú (a lo Freddie Mercury) que dará respuesta a todas nuestras dudas, un viaje que poco a poco irá revelando la cara más siniestra de la “tierra prometida”. Si bien la puesta en escena resulta algo monótona (se insiste demasiado en el mismo mensaje sin llegar a profundizar en otros aspectos), esta se ve amenizada puntualmente con intervenciones musicales y buenas dosis de humor e ironía.

 

Olivia Nieto Yusta, UNED