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Crítica de La parte de Yago

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José Gabriel López Antuñano
ITEM-UNIR

El título de una obra de teatro, si está bien escogido, como es el caso, orienta más que las palabras introductorias con las que se adornan los programas de mano. La parte de Yago o bien qué hace (cuál es su “parte”, en la acepción antigua de esta palabra, el texto que al actor le corresponde decir en un drama) y cómo ve este personaje la tragedia de Otelo, constituyen la esencia de este monólogo. Desde su perspectiva, el Alférez relata al público la trayectoria del Moro de Venecia desde el cortejo y la boda con Desdémona, la misión defensiva en Chipre ante los turcos, las estratagemas que urde con el teniente Cassio, el hidalgo Rodrigo y su esposa Emilia, para confundir a Otelo, hasta que este, consumido por los celos, da muerte a Desdémona y se suicida. Historia bien contada en la que no faltan algunas gotas de la envidia de Yago o el lance del pañuelo de Desdémona, pero donde se echa de menos ver, escuchar y contemplar las tribulaciones del militar: conocerle internamente, asistir a la evolución de la astucia, la exacerbación de la envidia o la transformación de otros rasgos que configuran su personalidad, recogidos admirablemente por Shakespeare en uno de sus personajes más atractivos y compactos. En definitiva, observar las aristas del carácter, los conflictos y en qué medida las circunstancias exteriores cambian la naturaleza y el comportamiento de Yago. Sin estos elementos, el monólogo resulta demasiado lineal, complicado para el actor y el argumento un recordatorio de la tragedia para el espectador. Asimismo, al lenguaje le falta ese vuelo mágico del original.

 

Sobre el escenario, dos elementos, una torre de tablero de ajedrez y un telón traslúcido, en paralelo y junto al foro. Al comienzo la pieza ajedrecística invita a pensar en una partida dialéctica de Yago contra él mismo o contra Otelo, pero en el trascurso de la representación solo es un objeto para llenar el escenario, que da pie para abrir dos partes del monólogo, la decisión de Yago de utilizar a Cassio como peón, y la determinación de dar “jaque mate al rey”, a Otelo. El telón, iluminado indirectamente apunta al proceloso mundo interior, oscuro y confuso, de Yago, pero no es un signo que quede claro, ni que funcione con eficacia ya que mientras el actor juega con este elemento, mientras dice, el escenario queda vacío.

 

El oficio de la directora permite que el texto se entienda con claridad por la exposición, las pausas, el ritmo interno o los diferentes tempos para destacar las partes importantes sobre otras de transición hacia puntos neurálgicos del argumento. La dicción es clara, cuestión que se agradece en tiempos de actores que no proyectan, ni vocalizan, ni acentúan en su lugar las palabras. El actor resuelve bien pero, acaso, se le podría exigir una mayor capacidad para matizar y para decir con diferentes tonalidades el texto en función de la mayor o menor importancia de cada frase; o bien para diferenciar más lo que es elucubración y soliloquio, de la narración o de las decisiones que adopta y comunica.

 

José Gabriel López Antuñano, UNIR


Sinopsis

Sin Yago ¿qué es Othello?, un escándalo social apenas: La jovencísima
Desdémona, única heredera del hombre más rico de Venecia, se fuga
con el corsario negro que la Serenísima República ha contratado
para que defienda Chipre del inminente ataque de los turcos, Othello.
Hoy en día le habrían metido en la cárcel a empujones, pero
Venecia le necesita y no se hable más. El padre que se aguante.

Sin
embargo, en segundo plano, sucede algo que enciende una mecha:
Othello, flamante gobernador de Chipre, escoge como lugarteniente a
Cassio, un joven de la buena sociedad, amigo de Desdémona… sin
reparar en Yago, que ha luchado junto a él en todas esas correrías
que le han hecho famoso. El fiel Yago.

¡Ah, no! Por suerte para
la tragedia, Yago emprende una artística venganza que se corresponda
con la ofensa. Nada de cargárselos a todos de un plumazo. Ir
hundiendo el cuchillo poco a poco, presenciar los efectos paulatinos
del veneno, disfrutar el crimen. Y sobre todo, poner cara de bueno.
Este sádico impío se ríe de sus víctimas’ juega con ellas
mientras las hipnotiza para que no descubran al verdadero dueño.
Nadie se da cuenta hasta la última escena. Demasiado tarde. Parece
una de esas conspiraciones modernas que nos hace exclamar: ¿Cómo no
lo ven? ¿Están ciegos? Sí. Cuando no lo están se impide el
atentado y no nos enteramos. Tienen que darse circunstancias
favorables. ¿El amor, acaso? ¿El ascenso social repentino? ¿El
poder? Una mezcla quizás.

La impunidad envalentona al malo y al
final…


Equipo



Autoría
William Shakespeare
Versión
María Ruiz
Dirección
María Ruiz




Producción
Clara Pérez Distribución


Ayudante de producción
Male Devoto
Reparto
Eleazar Ruiz
Escenografía
Carlos Aparicio




Iluminación
Javier Ruiz de Alegría


Música
Stine Helkjær Engen


Fotografía
Elena Graiño






Vestuario
Carlos Aparicio
























Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 28/06/2018

Teatro: Teatro Corral de Comedias - Alcalá de Henares

Sala:  -

Duración en minutos: 120

Género  Monólogo

En los Medios


La parte de Yago

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