Una batalla contra la criminalidad
Crítica de La infamia
La infamia de Lydia Cacho dirigida por José Martret nos ofrece una propuesta híbrida en la que combina el teatro y el documental. Esta obra teatral, basada en el libro autobiográfico de la periodista mexicana Lydia Cacho denominado Memorias de una infamia (2007), nos sumerge en una historia marcada por la corrupción, la pederastia, las violencias machistas y, en definitiva, por las relaciones de poder. La búsqueda y, sobre todo, el triunfo de la verdad atenta contra altos cargos empresariales y políticos aliados del Estado de México quienes secuestran a la periodista Cacho por difamación.
En escena, hallamos una pantalla digital de grandes dimensiones en el foro sobre la que se proyectan, por un lado, el seguimiento de la actriz y, por el otro, vídeos e imágenes que apoyan y amplían la información que nos ofrece la protagonista. Asimismo, en la zona izquierda del espacio escénico se alza un coche todoterreno destartalado, un váter y una mesa con dos sillas. En su lado derecho, encontramos una jaula con una yacija que evoca una celda. Si bien todo el decorado se encuentra dispuesto en el escenario, es la red de iluminación la que guía la acción y su consecuente ordenación de espacios por los que transita la historia.
Lydia Cacho, interpretada por la actriz Marina Salas, narra su historia por medio de una suerte de monólogo aunado con la acción en el que hallamos una escisión dentro de la fábula. Por un lado, aparece Cacho seguida con suma fidelidad por una operadora que porta una cámara, la cual retransmite un primer plano de la actriz que se refleja en la pantalla, para relatar su secuestro. El recurso videográfico acerca al público el universo kinésico de la actriz, cuyos gestos faciales son cruciales para comprender no solo la acción que está siendo representada por la propia Lydia Cacho sino también la psicología del personaje. Esto comporta una ausencia de personajes, por lo que la labor magistral de la actriz reside en crear una atmósfera de tensión e intensidad suficientes a partir de la interpretación dramática del secuestro por medio de gritos, de susurros, de lágrimas, de una expresión de terror e incluso de diálogos consigo misma con transformaciones en la voz para que el público “visualice” la multiplicidad de personajes que participaron en su secuestro. En definitiva, a partir del verbum de la actriz, imaginamos la caracterización de los personajes, los detalles pormenorizados del espacio dramático, el desarrollo de los acontecimientos, etc. A modo de ejemplo, podemos citar el momento donde la actriz encarna la voz de los perpetradores con un tono que rezuma superioridad y arrogancia cuando están abusando sexualmente de ella a la vez que observamos la resistencia física de Lydia Cacho y su miedo a ser violada expresado a través de clamores y súplicas. Sin embargo, no solo interviene el tono, sino que la acción está acompañada del aparataje cinésico donde podemos percibir cómo estos seres fantasmas en escena maniatan las manos de la protagonista por encima de su cabeza, a pesar de que es ella misma la que realiza el movimiento. Gracias a ello, los espectadores no extrañan la presencia de los demás personajes.
Con respecto a la ambientación de esta parte de la trama, es la oscuridad una de las protagonistas en esta obra dramática ya que aporta una sensación lúgubre que infunda temor y alarma en el público. No obstante, los focos se encargan de alumbrar de una manera muy directa, concretamente con frontales y, en ocasiones, laterales, a la actriz y a los espacios en los que actúa, a saber: cuando se halla sentada en el coche todoterreno en un primer momento se ilumina todo el vehículo pero conforme la protagonista comienza a hablar, se van apagando los focos hasta quedar iluminada por la luz de la propia cámara de vídeo. En las demás escenas, se suelen combinar varios focos para mostrarla por entero. Por otro lado, durante esta parte de la acción, escuchamos sonidos de la naturaleza, como la lluvia al comienzo de la escena para indicar el tipo de meteorología o las olas del mar a mitad de la trama, que presentan una simbología de la muerte en los instantes de mayor intensidad ya que Lydia Cacho entiende que puede acabar sumergida en el mar, asesinada por sus secuestradores.
Por otro lado, asistimos a un cambio de registro, donde la actriz se dispone a contar la historia que le conduce al secuestro, por lo que percibimos una regresión al pasado. Para ello, Lydia Cacho se dirige a los espectadores atravesando el proscenio y les explica sus orígenes, la raíz de su activismo político, la red de pedofilia que había descubierto, la corrupción de los altos cargos de México, el silenciamiento, los motivos de su secuestro, etc. Por este motivo, la emoción derivada de las escenas del secuestro se desvanece y da paso a un lenguaje más formal, riguroso e informativo. Nuevamente, toda la iluminación está enfocada única y exclusivamente en su cuerpo, aunque observamos una transformación de luces cuando explica su violación, puesto que los focos laterales crean una sombra que simboliza el carácter difuso y fragmentario de la memoria. Asimismo, el vestuario de la actriz (una camisa abotonada roja, unos vaqueros y unas botas negras) se corresponde con la indumentaria que llevaba Lydia Cacho, la directora y escritora de la obra, cuando la raptaron, como se aprecia en el vídeo proyectado en la pantalla.
En suma, La infamia expone una problemática social global, penetra en la conciencia del público y le invita a reflexionar sobre el ejercicio del poder y sus consecuencias. La brillante puesta en escena gracias a Marina Salas, al director Martret y a todo el equipo que opera en las sombras cautiva desde el principio de una manera sublime.
Sinopsis
La infamia es la historia del secuestro de una periodista. Una mujer valiente que ha denunciado a las redes de pederastia y ha fundado refugios para las víctimas de la violencia de género en México. La infamia es, además, una historia real, la de Lydia Cacho, una luchadora destacada desde hace décadas contra el status quo que ha convertido a México en uno de los países más inseguros para las mujeres, con miles de asesinatos y desapariciones cada año. La infamia habla del miedo y la impotencia: cuando el poder secuestra, la vida nada vale.
Equipo
Lydia Cacho
Autoría
Lydia Cacho
Versión
Lydia Cacho, José Martret
Dirección
José Martret
Ayudante de Dirección
Pedro Ayose
Adaptación
Lydia Cacho, José Martret
Producción
Teatro Español, Producciones Come y Calla
Producción Ejecutiva
Barco Pirata
Ayudante de Producción
Teatros del Canal, Producciones Rokamboleskas
Reparto
Marina Salas
Construcción de Escenografía
Alessio Meloni
Iluminación
David Picazo
Música
Sandra Vicente
Fotografía
Alicia Aguirre Polo
Distribución
Fran Ávila
Vestuario
Alesso Meloni
Diseño del Cartel
José Alberto Puertas
Premios
Premio Max 2023
Asesoría Literaria
Lydia Cacho
Videoescena
Emilio Valenzuela
Web Oficial
http://www.teatrobuerovallejo.com/la-infamia/
Fecha del Estreno: 12/05/2023
Teatro: Teatro Auditorio Buero Vallejo
Sala: Tragaluz
Duración en minutos: 75
Género Drama, Autoficción, Policial
En los Medios
Raúl Losánez, “«La infamia»: pedófilos con sed de venganza”, La Razón, 3/5
Raquel Vidales, “Lydia Cacho: sobrevivir para contarlo”, El País, 8/10.
Ángel Esteban Monje, “La infamia”, Kritilo, 4/5
José-Miguel Vila, “Crítica de la obra de teatro ‘La infamia’: el precio de la verdad”, Diario Crítico, 9/10
La infamia
«La labor magistral de la actriz reside en crear una atmósfera de tensión e intensidad suficientes a partir de la interpretación dramática del secuestro por medio de gritos, de susurros, de lágrimas, de una expresión de terror e incluso de diálogos consigo misma con transformaciones en la voz para que el público “visualice” la multiplicidad de personajes que participaron en su secuestro«
Carmen Vela Salas
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