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Crítica de La dama duende

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Fernando Doménech Rico, Miguel Ángel Jiménez Aguilar
ITEM-RESAD, UNED

 

Pocas veces estuvo Calderón tan cerca de Lope de Vega como en La dama duende. Dos motivos muy queridos del Fénix se dan cita en esta extraordinaria comedia: los amores nocturnos, llenos de misterio, que aparecen en La viuda valenciana, y el personaje de la dama ingeniosa, valiente para defender su libertad de entrar, salir y amar, y capaz de enredar a todos los personajes de la comedia, que tan bien supo dibujar Lope en La discreta enamorada. Sin embargo, con estos mimbres de Lope supo Calderón afirmar su propio estilo, creando una intriga poderosa que preludia, como vio hace tiempo Ángel Facio, el vaudeville, con su juego de puertas, entradas y salidas sorprendentes, equívocos y trampantojos. Con todo ello, más una enorme habilidad para construir una trama de perfección matemática, de auténtico mecanismo de relojería, Calderón construye una comedia prácticamente perfecta.

Para enfrentarse a ella hace falta tener un sentido del ritmo que en la puesta en escena que logre mantener la constante tensión de la obra sin decaer en un solo momento. Helena Pimenta lo consigue en el que hasta hoy es el mejor montaje de los que ha realizado en la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Para ello ha contado con un elenco solidísimo, de eficacia muchas veces contrastada en el trabajo con los clásicos. Marta Poveda, a la que perjudica su habitual tono quejumbroso, construye una Doña Ángela vivaz, alegre, decidida a pesar de sus momentos de duda. Le sirve de eficaz contraste el aplomo de Cecilia Solaguren en el papel de la criada Isabel. Joaquín Notario y Nuria Gallardo componen una pareja que raya lo farsesco, con sus amores embebidos de tópicos petrarquistas y lenguaje gongorino. Es posible que Calderón no haya querido mostrarlos tan ridículos como lo hace Helena Pimenta, sino, al contrario, presentar un modelo de decoro amoroso esmaltado con las más bellas galas de su lenguaje poético. Sin embargo, la lejanía de esta forma de actuar y de hablar con los hábitos actuales, pueden justificar esta elección, de la que, por cierto, Notario sale con su habitual competencia para cualquier papel, por difícil que sea. Menos feliz está Nuria Gallardo en su aniñada Doña Beatriz. En cambio, David Boceta hace un Don Luis modélico: digno pero bravucón, autoritario y sensible. Quizás habría estado mejor en Don Manuel, papel en el cual está muy bien Rafa Castejón, a pesar de un físico que no le ayuda.

Cosme es una de las grandes bazas de la comedia. En él Calderón creó uno de sus mejores graciosos, y lo supo aprovechar dándole un papel importantísimo en todo el desarrollo de la trama, hasta el punto que, si la obra se llama La dama duende, es porque asumimos el punto de vista de Cosme. De ello se deduce que gran parte del éxito de la puesta en escena esté en conseguir un actor a la altura del personaje. Álvaro de Juan lo está: es un Cosme supersticioso y asustadizo sin caer en lo ridículo, seriamente cómico, perfecto contrapunto de su amo.

La escenografía, sobria y funcional, ayuda a que la obra se desarrolle con la agilidad que requiere esta comedia. La alacena, personaje fundamental, tiene una presencia escénica muy adecuada. El vestuario, que transporta la acción a la segunda mitad del siglo XIX, época de un romanticismo retórico y trasnochado, es bello y eficaz, lo mismo que las luces de Gómez Cornejo.

Todo, en fin, contribuye a hacer de esta Dama duende un montaje ejemplar, brillante y divertido como merece la obra maestra de Calderón.

Fernando Doménech Rico, RESAD

 

La Compañía Nacional de Teatro Clásico inauguró la temporada 2017-2018 con una comedia que trataba de volver a conectar con el público que tan fiel le fue en la anterior, repitiendo algunas de las fórmulas que tuvieron mayor éxito entonces por su atractivo y su actualidad, como el protagonismo del personaje femenimo, que ya vimos por ejemplo en El perro del hortelano, de Lope de Vega, a finales de 2016 -obra, por cierto, que hemos tenido la suerte de poderla ver de nuevo a comienzos de 2018-, el ritmo trepidante de la puesta en escena, que zarandeaba al espectador con un constante ir y venir de los personajes, o la dicción ágil y resuelta del verso; pero también la ruptura del ritmo de la representación, con silencios significativos y pausas dramáticas, o la revisión de los elementos espectaculares, ya fuesen de la escenografía -nuevamente de líneas geométricas, depuradas, funcionales-, del vestuario -pulcro, elegrante, decimonónico, incluso vaporoso cuando la acción o la temática lo requerían-, la utilería -precisa y sutil-, la iluminación -sugerente, significativa, con predominio de lo tenue- o el espacio sonoro -que favorecía la atmósfera de misterio e intimidad.

 

La CNTC no defraudó. Las expectativas eran muchas y, sin embargo, volvió a sorprender al público con su apuesta por captar su atención en todo momento, a través de los más variados recursos tanto del texto dramático como de la representación; su determinación de proponerle un montaje en parte ortodoxo y cuidado, en parte actualizado y espectacular, que volvía a mostrar la inagotable capacidad de la Compañía -en esta, como en otras ocasiones, con dramaturgia de Álvaro Tato y dirección de Helena Pimenta- para aprovechar la versatilidad de las comedias de nuestro teatro áureo, gracias a la cual las obras siguen siendo susceptibles de ser trasladadas de época, como ocurrió en esta ocasión, con lo que la acción puede ganar atractivo y frescura; y gracias a la cual, también, los temas que plantean las obras pueden ser actualizados, si no revisados incluso, y hasta ganar significación para el público del siglo XXI, en nuestro caso por cuanto el espectador no solo pudo reír, sino también reconocerse en los personajes de la comedia.

 

La dirección actoral estuvo al servicio del gracejo, sin perder nunca de vista el tono amable, ni la tensión dramática del conflicto. Con dominio del verso, del espacio y del cuerpo, los actores lidiaron con éxito con el manteniento de la ilusión escénica, frágil por momentos, y hasta con la esgrima, como requiere una comedia de enredo y de capa y espada.

 

Sin duda, el mayor éxito fue, al fin, el acalorado aplauso de un público que quedó muy satisfecho.

Miguel Ángel Jiménez Aguilar, UNED

 


Sinopsis

Una joven viuda, doña Ángela, se ve recluida en su casa por dos hermanos celosos de su honor. Cuando un caballero amigo de su hermano, don Manuel, llega a hospedarse en su casa, la ingeniosa viuda logra atraer la atención de don Manuel entrando en su habitación por una puerta secreta. La credulidad supersticiosa del criado, Cosme, la convertirá en “dama duende”.


Equipo



Autoría
Pedro Calderón de la Barca
Versión
Álvaro Tato
Dirección
Helena Pimenta
Ayudante de dirección
Fran Guinot


Producción
Compañía Nacional de Teatro Clásico




Reparto
Rafa Castejón, Álvaro de Juan, Marta Poveda, David Boceta, Paco Rojas, Joaquín Notario, Nuria Gallardo, Cecilia Solaguren, Rosa Zaragoza.
Escenografía
Esmeralda Díaz
Construcción de escenografía
May, Sfumato, Mambo Decorados
Ayudante de escenografía
Emilia Ecay, Laura Ordás
Iluminación
Juan Gómez Cornejo
Movimiento
Nuria Castejón










Compañía
Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC)
Vestuario
Gabriela Salaverri
Ayudante de vestuario
Mónica Teijeiro
Realización de vestuario
Sastrería Cronejo, Milagros González, Salvador García




Festivales
Festival de Almagro






Video escena
Álvaro Luna


Web
Compañía Nacional de Teatro Clásico|Compañía Nacional de Teatro Clásico


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 05/10/2017

Teatro: Teatro de la Comedia. Compañía Nacional de Teatro Clásico

Sala:  -

Duración en minutos: 105

Género  Comedia

En los Medios

Juan Ignacio García Garzón, ABC: «El sugerente entramado exige delicadeza y claridad. Las tiene la versión cocinada por Álvaro Tato».

Karina Sainz Borgo, Voz pópuli: «Se afinca en la ambigüedad y acaso también en el optimismo y modernidad del texto».

José Miguel-Vila, Diario Crítico: «Unos versos hermosísimos, que todo el elenco declama con la misma naturalidad que gracia, sorpresa o profundidad».

Marío Martín Lucas, Tras la máscara: «Helena Pimienta, igual que la compañía, dirige esta obra de manera sobria»

Ángel Esteban Monje, Kritilo: «Sostiene momentos divertidos, entretenidos y dispuestos como un engranaje vistoso».

Horacio Otheguy Riveira, Culturamas: «Gloriosos Marta Poveda y Rafa Castejón en una imponente Dama duende”.

Raúl Losánez, La Razón: «Inmejorable comienzo de curso el de la Compañía Nacional de Teatro Clásico».

Marcos Ordoñez, El País: «Un Calderón felicísimo, triunfa en Madrid con soberbios trabajos de la Compañía de Teatro Clásico».

José Catalán Deus, Periodista Digital: «Con una atractiva puesta en escena, gustará mucho al respetable público sin pecar de populachera».

Julia Yébenes, Lanza Digital: «Un montaje bien organizado, limpio y medido, con un gran trabajo actoral que denota horas de ensayos».

Deja volar tu imaginación: «Álvaro de Juan, que nos ofrece un Cosme divertido, dicharachero y cobardica que hace las delicias del público».


La dama duende

Gloriosos Marta Poveda y Rafa Castejón en una imponente Dama duende.

Horacio Otheguy Riveira

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