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Crítica teatral de La batalla de los ausentes

Crítica de La batalla de los ausentes

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José Luis Sánchez Noriega
ITEM-UCM

Tres veteranos de guerra se disponen a homenajear a los compañeros caídos y a depositar una corona de laurel en el lugar donde están enterrados. Pero discuten entre ellos por el emplazamiento exacto y en la discusión sale a la luz que su condición de excombatientes resulta relativa. En un segundo episodio, los tres se pertrechan debidamente, construyen una barricada y esperan defender su posición y destruir al enemigo. Pero, por incomparecencia del enemigo, no ganan ninguna batalla. Cambian sus ropas militares y se disponen a tomar el poder con trajes civiles. El jefe de los tres se instala como presidente y convoca, sucesivamente, a los ministros de Defensa, Gobernación y Economía para estar al corriente de su gestión y darles instrucciones. También llama al ministro de Cultura, que no comparece. La renuncia al poder abre una luz de esperanza para estos ausentes de sí mismos que se han desnudado en la escena.

La larga trayectoria de La Zaranda se percibe en la muy eficiente y austera escenografía, así como en la agilidad de la dramaturgia. Me parece especialmente lograda la utilización de los muñecos como ministros prêt-à-porter. Aunque al principio parece que la farsa se compone de gags antibélicos de Gila, la obra crece y, trascendiendo la burla sobre el heroísmo y los honores, hasta llegar a la constatación de la existencia del enemigo dentro de nosotros mismos. Resulta muy pertinente esta desmitificación de todo heroísmo y victimismo, y de los homenajes y conmemoraciones dirigidos más a la autoadulación de los presentes que de los ausentes. Los tres personajes en escena son fracasados e ilusos, capaces de disfrazar la realidad con sus deseos, buscadores sin rumbo, en el fondo necesitados de justificación para sus propias vidas.

Replicando a Clausewitz, ahora la política es la guerra continuada por otros medios. El fracaso de los soldados por ausencia del enemigo lleva a la conquista del poder en un giro muy estimulante para la progresión dramática de la obra. La radiografía sobre los estilos, usos y costumbres del poder —especialmente aplaudido el breve monólogo del burócrata sobre procedimientos de gestión administrativa— termina en un escepticismo saludable, pues se constata que el poder es una sucesión de máscaras y títeres sin consistencia, a poco que se piense. Con algunas reiteraciones y un talante esperpéntico que deja la sonrisa congelada en mueca, no es una obra que se aplauda sin reservas, adolece de cierto didactismo, pero el espectador se complace con el teatro puro del texto y del espléndido trabajo de los actores. Más allá de la anécdota, hay una muy pertinente reflexión sobre la condición humana, sobre las necesidades y trampas del ego, y la apuesta por eliminar los roles elegidos o asignados por otros (héroes o víctimas, mandatarios o mandados, sabios o ignorantes…) que no nos protegen de nuestras inseguridades.


Sinopsis

Más que son, fueron. Sobrevivientes de una guerra que nadie recuerda, por más que no cejen en su intento vano de ganar una batalla contra el olvido, magnificando aquellas escaramuzas, meras efemérides que a nadie interesan. Estos quijotes que parecen desenterrados de la zanja de la historia, desde el final de sus destinos se preguntan: ¿Hubiese sido distinto de haber alcanzado la victoria en aquella lejana guerra?
¿Fue aquel el combate crucial o queda el decisivo contra la muerte? La sátira del poder y la fe como acto de resistencia, son los polos que cruzan estos personajes. La suya es la lucha desesperada por la propia vida, campo de batalla, combate sin tregua por la conquista de un destino.
Los tres actores clásicos de Zaranda, su núcleo duro, son el ejército en desbandada de esta ardua y larga batalla, su lenguaje reconocido es su desarbolada bandera en un mundo en guerra contra el sentido poético de la existencia. Escaramuzas, deserciones y frentes que se abren en sus propias consciencias. La metáfora de un combate, la belleza de la derrota y el triunfo de los que pese a ella nunca pierden el horizonte.
En un momento en que el pesimismo, la tristeza o la desesperanza nos han derrotado, en La batalla de los ausentes resucitan una espada de luz contra esos jinetes oscuros, en un canto a la dignidad humana contra todo los que ocultan al amanecer su horizonte.


Equipo



Autoría
Eusebio Calonge


Dirección
Paco de la Zaranda
Ayudante de dirección
Andrea Delicado, Francisco Weber (Residencia de ayudantía de dirección)


Producción
La Zaranda, Teatro inestable de ninguna parte, Teatre Romea, Eduardo Martínez (artística)




Reparto
Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Francisco Sánchez
Escenografía
Paco de la Zaranda




Iluminación
Eusebio Calonge, Peggy Bruzual




Espacio Sonoro
Torsten Weber
Fotografía
Víctor Iglesias




Compañía
La Zaranda
Vestuario
Encarnación Sancho














Efectos especiales
Morgan Surplus




Web
https://www.teatroespanol.es/la-batalla-de-los-ausentes


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 17/02/2022

Teatro: Teatro Español

Sala:  Sala principal

Duración en minutos: 90

Género  Farsa

En los Medios

Rosanna Torres, El País, 26 julio 2021, “La Zaranda saca su artillería poética para ajustar cuentas con el poder”

Rosalía Gómez, Diario de Sevilla, 20 noviembre 2021, “Una puerta a ninguna parte”

Alfonso Crespo, ABC Sevilla, 20 noviembre 2021, “’La batalla de los ausentes’: el frente está en todas partes”

José Miguel Vila, Diario Crítico, 18 febrero 2022, “La batalla de los ausentes: el enemigo que llevamos dentro”

Amaia Rodríguez Oroz, Noticias de Navarra, 23-7-2021, “Paco de la Zaranda: ‘La última batalla es la que se libra contra uno mismo y contra la muerte’”


La batalla de los ausentes

«Aunque al principio parece que la farsa se compone de gags antibélicos de Gila, la obra crece y, trascendiendo la burla sobre el heroísmo y los honores, hasta llegar a la constatación de la existencia del enemigo dentro de nosotros mismos

José Luis Sánchez Noriega

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