Hilos

Crítica de Hilos

Carmen González Vázquez

Universidad Autónoma de Madrid

El 20 de febrero de 2016, en el Teatro Cánovas de Málaga, se estrenó Hilos, obra que forma parte de una trilogía cuya primera parte, El abuelo (estrenada en 2008), también se ha podido ver en la Sala Cuarta Pared la semana anterior y la última, Vacío, la esperamos con impaciencia. El público ha podido disfrutar de las obras dentro de su campaña escolar (que acerca el buen teatro a la infancia) y en la programación de su temporada con el acierto, además, de que en la función del 12 de noviembre la obra fue interpretada en lengua de signos por Rulo Pardo, que trasladó las palabras de Rosa Díaz a las butacas silenciosas. Siete años de funciones y de éxitos para Hilos, que ha vuelto en 2023 para celebrar los quince años de la compañía La Rous.

El adulto que asiste a Hilos recupera el niño que lleva dentro. Rosa Díaz consigue traspasar la etiqueta de teatro familiar o de teatro infantil, porque crea un diálogo con cada espectador a distintos niveles. Como buena manchega, convierte en universal lo individual. Según su experiencia vital, según su edad e incluso según el momento en que cada cual esté cuando asiste a la función entenderá los distintos códigos emocionales, narrativos y conceptuales que se hilan en la dramaturgia y en la puesta en escena de la obra. Hilos es, sí, un homenaje a una madre; pero es también un recorrido por la intrahistoria de nuestra España y un recorrido por la historia personal de cualquiera de nosotros: la imaginación en el juego infantil, la (in)adaptación al colegio, las amistades, los amores, las expectativas profesionales, los duelos familiares, las relaciones personales. Las “pequeñas” cosas que construyen la existencia.

Todo eso desde la exquisitez, desde la belleza, desde el humor, la ternura y la armonía. La compañía ha creado un lenguaje propio escénico, minucioso al sacar partido a cada detalle, y sensible, pues combina el juego de lo sensorial que entra por los sentidos con el dardo en las emociones. La imaginación recupera su espacio y, en palabras de la propia compañía, «nos envuelve para invitarnos a viajar en sus historias y sentirnos parte de ellas”. La manera poética, especial, ingeniosa y conceptual de contar historias atrapa al espectador niño, al que ni se le escucha en el patio de butacas porque a los pocos minutos queda absorbido por lo que ocurre en el escenario; y también al espectador adulto, que se sorprende con los trucos y soluciones escénicas a los grandes problemas que Hilos desenrolla durante el espectáculo. Ojalá supiéramos aplicarlos a nuestra vida.