Crítica de F.O.M.O Fear of Messing out

Cristina Vinuesa

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¿Por qué no se habla de la hiperconectividad? ¿Es que a nadie le preocupa esa dependencia global a las redes sociales? ¿Hasta cuándo durará esa dependencia al móvil? ¿Es una tendencia más o es nuestra nueva forma de relacionarnos con el Otro y con el mundo? ¿A ningún artista se le ha ocurrido hacer una obra que tratara de eso? Lo estábamos esperando… Esas cuestiones invaden desde hace demasiado tiempo las conversaciones cotidianas como para eludir la cuestión. Estábamos esperando -quizás demasiado- que alguien hablara artísticamente de la relación que mantiene el hombre con el mundo virtual y el real, de la huella que se deja en una era digitalizada, de la influencia que tiene emocional y psicológicamente hablando. Esto es sobre lo que ha reflexionado y plasmado a la escena el Colectivo Fango con su creación F.O.M.O, Fear Of Missing Out. El punto partida sería un “si no estás visible en la pantalla, no existes”, pero a mitad de camino se convierte en “¿sabes lo que comes? ¿Qué información recibes? ¿Cuáles son tus limites?”. Llegamos a una especie de brainstorming disperso y moralizador que cae  en un pensamiento y un discurso burgueses que enumera los males y el malestar del mundo occidental.

Escénicamente hablando, se presentan escenas individuales o colectivas, todas relacionadas con las redes sociales y/o las pantallas en formato móvil u ordenador, mostrando algún comportamiento llevado a la patología o la obsesión. Empezamos con las exploraciones íntimas corporales con una cámara de móvil que aparecen proyectadas en una pantalla, un casting que acaba en un acoso emocional realizado vía Skype. Una chica (Rafuska Marks) que cuenta del 1 al 265, jadeando y fingiendo un orgasmo creciente a medida que aumenta el número de  seguidores de una red social, otra (Ángela Boix) que confiesa su indiferencia, a pesar de estar en las redes, por la situación de los refugiados en Siria, un chico (Trigo Gómez) muestra a través de una webcam durante una sesión de sexdating todas las cicatrices de su cuerpo, chico que, mas adelante describe la receta de un ceviche de lubina salvaje que da a probar a los espectadores. Lubina que aparecerá luego en una conversación madre-hijo donde se descubrirán los malos hábitos alimenticios de ese pescado supuestamente sano para la salud por ser salvaje; información que tiene como objetivo, dejar al espectador con mal sabor de boca…  Un cante flamenco compuesto de palabras relacionadas con Europa y la actualidad política… Poco a poco, se convierte en un listado de acciones realizadas por el consumidor europeo capitalista “políticamente correcto” y de las que si pensara un poco, debería avergonzarse.

No se deja nada de manera implícita, como para asegurarse de que el espectador se lleve deberes a casa y reflexione sobre su vida cotidiana. Con esto, se pierde desgraciadamente quizás la frescura del inicio y el punto de partida interesante. Aún así, es de señalar la impresionante energía que desprenden los intérpretes durante todo el espectáculo y el manejo de los recursos actorales. La interpretación de alguno de ellos es impecable y algunas escenas como la del casting vía skype es memorable. Es una propuesta divertida y comprometida aunque decepcionante en cuanto al objetivo por ser demasiado previsible.

Cristina Vinuesa

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