Crítica de Escoria
Si los ochenta hubieran sido realmente nuestros y Ana Diosdado hubiera tenido el poder de trazarnos un mapa más esperanzador en lo que entonces era su futuro y hoy es nuestro presente, tal vez obras como Escoria estarían planteadas de otro modo o, simplemente, no estarían ni planteadas. No solo porque nuestro hoy sería la superación del ayer de quienes nos precedieron -y el plural mayestático agrupa a «los jóvenes»-, sino porque, desde un punto de vista dramatúrgico, aquellas obras que ya hablaban de ese «nosotros» y que superan con muchas creces los vacuos intentos de quienes se empeñan en poner voz a una generación, habrían sentado cátedra y podrían servir de ejemplo para quienes más que poner voz a una generación, gritan cosas sin sentido.
Desgraciadamente no existe tal generación y, de haberla -que sin duda es necesaria- tan poco lo sería como se plantea en Escoria. Si bien es cierto que el teatro no tiene que mostrarnos la realidad -y a veces intenta no partir de ella- lo cierto es que el debate ya está más que manido a la hora de hablar de mímesis y, de un modo u otro, no podemos escapar de lo real para crear lo ficticio, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿desde qué perspectiva se pergeña esta pieza? Si se supone que estamos ante un grupo de resistencia civil y lucha armada frente al poder, de un grupo de jóvenes que se rebela contra la lacerante asunción de la corrupción social y lucha por romper los moldes y las raíces podridas del Estado, -asumiendo que puedan tener 16 años y vayan al instituto, que cuesta- no se entiende cómo todo el texto rezuma un machismo descarado y para nada tratado desde ningún punto que no sea el del fiel reflejo de un sistema patriarcal y opresor. Porque no, el hecho de que la líder del grupo sea una mujer no hace ni que el personaje ni que el texto sean feministas en ningún punto, sobre todo, si asociada a ella van toda una serie de roles, actitudes, símbolos, caracteres y comportamientos propios de lo que se entiende como “lo masculino” (y que pretendidamente se muestre así) y, sumado a esto, se la “tache” de lesbiana para luego descubrir que, en efecto, está enamorada de su mejor amiga. De este modo, se generen toda una serie de consecuciones (i)lógicas basadas en patrones heteropatriarcales completamente fuera de contexto y que en nada ayudan a hacer seguir avanzando la sociedad. ¿No es acaso eso lo que desea este grupo de jóvenes? ¿No quieren acabar con todo lo que supone una mácula para la sociedad y para la construcción del individuo? ¿O solo se trata de acabar con el Partido Popular, M. Rajoy y la corrupción inexorable que llevan asociada? ¿Cómo debemos interpretar ese personaje del segundo de abordo, ese líder agresivo, misógino y machista que trata el tema de la homosexualidad de su pareja desde esa homofobia tan cruda y que trata a su hermana con ese control absoluto y cosificador?
No se trata de moralizar a los personajes, ni de pretender que estos sean de ningún modo ideales de virtud, se trata de hacer teatro, pero teatro de calidad. El teatro de los matices, de la mímesis poliédrica, de los personajes de altura; porque si defiendes una idea como la que pretende defender Escoria, no se entiende, desde un punto de vista dramatúrgico, todo lo anterior. Podemos participar del pacto y creernos -aunque cueste- que un grupo de chavales de 16 o de 18 años -herederos en cierto modo de la ETA y de su lucha armada- sean capaces de organizarse de ese modo, acceder a armas de fuego, y llevar a cabo el plan que acaban ejecutando, porque el teatro requiere de ese pacto tácito, pero no se entiende que montando todo eso y defendiendo una tesis tan concreta el resultado quede en las antípodas del anteproyecto y se acerque más a un capítulo de serie de televisión americana de dudosa calidad o a una película de adolescentes espías más que al teatro de calidad.
José Ramón Sánchez-Pujante y Fernández,
ITEM
Sinopsis
Un grupo de adolescentes se reúne con frecuencia en una nave de un polígono industrial, donde han creado una banda organizada para luchar en contra del sistema.
La aparición de un nuevo miembro hará que todo se revolucione y acaben siendo los autores del mayor atentado de la historia del país.
Equipo
Autoría
Juan Frendsa
Dirección
Juan Frendsa
Ayudante de dirección
Enrique Sánchez-Fortún
Reparto
Jorge Clemente, Ángela Cervantes, Héctor Molina, Laura Rozalén, Nacho Núñez, Jorge Alcocer, Helena Lanza, Roser Vilajosana
Iluminación
Iván Belizón
Fotografía
Abraham Blázquez
Diseño del cartel
Abraham Blázquez
Web
Nave 73
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 02/02/2018
Teatro: Sala Nave 73
Sala: -
Duración en minutos: 75
Género Drama, Tragedia
En los Medios Fernando Muñoz Jaén, Butaca de primera: “La sociedad al borde del colapso”. Estrella Savirón, A golpe de efecto: “Escoria bucea en los temas de la actualidad”. Manu de la Fuente, Gente con duende: “Con la frescura de la gente joven, chicos malos, actores y actrices prometedores”. Aldo Ruíz, El teatrero: “Podría haber sido ‘la bomba’ pero que sin embargo no llega a explotar”. Amanda H C, Proyecto Duas, “Escoria o el último grito de la juventud”. Horacio Otheguy Riveira, Culturamas, “Una revolución imposible en “Escoria” de Juan Frendsa”.
Escoria
Con la frescura de la gente joven, chicos malos, actores y actrices prometedores.
Manu de la Fuente
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