Crítica de Ersatz

Mélanie Werder Avilés

ITEM-UCM

El francés Julien Mellado propone, en un juego performático sin palabras, una reflexión sobre la contemporaneidad y el devenir de la humanidad. Ersatz, pieza del colectivo francés AÏE, AÏE, AÏE aterriza dentro de la programación de la edición 37 del Festival de Otoño, para establecer durante escasos cincuenta minutos un interrogante hecho de luz, texturas y bricolaje.

La sala negra pacienta. Una estructura de halógenos, tres apuntando directamente al público, otros generando un poliedro -que será sala de mandos, mesa, contador, al que se acoplará el performer nada más empezar- deslumbran con su fuerza fría.

Con un simple juego de parpadeos, empezará una ingeniosa intervención en la que Mellado esboza, en una mezcla entre teatro visual y teatro de objetos, las reflexiones con las que ha chocado la humanidad en su devenir. Trazando el tiempo a la inversa, el hombre del futuro interactúa con las herramientas de su nuevo mundo. Lo virtual se traslada a la escena mediante nuestro imaginario, exigiendo al público proyectar con él cada uno de los universos en los que está jugando. Funciona. La mezcla, depurada al detalle, entre sonido (conocido blip blip de lo tecnológico al saludarnos) y los movimientos inhumanos de este protagonista del futuro se enreda con un brillante uso de los diodos. Las convenciones de la relación que tenemos con la tecnología – el brillo de nuestras pantallas se refleja en nuestras caras exactamente igual que la escenografía contra el público- se tratan con especial ingenio para crear imágenes deslumbrantes. ¿Qué puede hacer la tecnología por nosotros? ¿Es un arma? ¿Se nos va a ir de las manos? ¿Qué ocurre con todo el almacén de saberes que supone internet? ¿Qué hacemos si la tecnología falla?

La inteligencia y sencillez de la metáfora se combina con los, como describe el propio autor, Effets spéciaux de poche (efectos especiales de bolsillo). La textura de los materiales (cartón, imanes, luces leds), la fuerza de lo tangible –el corte, ese eterno retorno en forma de gag gracias al cúter infinito– y el uso de las manos para construir en directo la herramienta con la que volverá a sorprender, provocan una construcción sencilla y efectiva de las imágenes.

El hombre del futuro retrocede en el tiempo. Origen, vida, muerte, saberes. Una herramienta ósea que recuerda a una de las elipsis más famosas de la historia, unas máscaras de papel que cobran vida de manera absurdamente sencilla (mi vecina de asiento necesitó sacar un cuaderno y dibujarla, lo comprendo) llevan a la performance a un cierre inteligente y limpio.

Cuestiones profundas y necesarias narradas con un gusto estético impecable y sencillo. Un menú sensorial que necesita del público para completar sus estímulos. Un punto de vista, fuerte, bello y divertido. Para algo presentado sin palabras, resulta un poco injusto tener que reducirlo a un puñado de frases, descripción de sensaciones, enlace de conceptos. A Julien Mellado hay que ir a verlo. O al menos, a los leds de sus zapatos, que asoman tímidamente tras el aplauso, desvelando al humano. Un hombre, que aún, por suerte, no es ese bobo del futuro.

Mélanie Werder Avilés

UCM – Instituto del Teatro