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El viento es salvaje

Crítica de El viento es salvaje

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Fernando Doménech Rico, Candela Caballero Torres, Carmen González Vázquez
ITEM-RESAD, Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM, ITEM-UAM

¿Existe una forma gaditana de hacer teatro? No es el título de una chirigota, sino la constatación de que hay algo en la forma de hacer teatro de Las Niñas de Cádiz que solamente podría tener cabida en el mundo carnavalesco de las chirigotas gaditanas. Cualquiera que haya visitado la ciudad andaluza durante el Carnaval grande o el Carnaval chico habrá tenido ocasión de comprobar cómo la ciudad entera se convierte en un escenario donde grupos de vecinos y -actualmente- de vecinas hacen un repaso de la actualidad con los medios más elementales (una fregona sirve de peluca rubia, una bolsa de plástico puede ser el cuerpo de una gaviota…) y un derroche de imaginación.

La historia de El viento es salvaje (título tomado de un tema de Nina Simone) se basa muy lejanamente en las dos tragedias de Eurípides que tienen como protagonista a una mujer: Hipólito y Medea. Estamos, pues, ante una revisión de la tragedia griega y sus personajes marcados por un destino inclemente que en la obra se manifiesta en el terrible levante, el viento que enloquece a los habitantes de Cádiz. Sin embargo, nada más lejos del propósito de Ana López Segovia y Las Niñas que hacer una copia mimética de las tragedias. Es cierto que hay un enamoramiento prohibido, el de Mariola y Juandiosito, que recuerda al de Fedra e Hipólito. Y no es menos cierto que Vero, al enterarse del amor que siente Juan de Dios por su amiga, toma una terrible venganza digna de Medea, aunque a falta de niños a los que degollar, Vero se venga de forma muy lorquiana, matándole al marido todos los pajarillos que cría como hizo la Poncia con los colorines del suyo.

Con estos elementos y con la mirada desprejuiciada de las chirigotas de Cádiz, Ana López Segovia ha creado una tragedia llena de lirismo y de humor gracias a su facilidad para escribir en verso clásico -romances, redondillas, quintillas…- sin retorcer el lenguaje, pero dejando caer la palabra precisa para provocar la sonrisa -muy a menudo la risa abierta- del espectador. Es una habilidad que tuvieron los ingenios del pasado y que hoy solamente está en manos de Álvaro Tato y Ana López Segovia. Las cuatro actrices bordan esta delirante tragedia de las gentes del común gaditano con una agilidad, una sencillez y una versatilidad envidiables.

En estos momentos en que el teatro puede convertirse (como a menudo lo hace) en un espléndido contenedor vacío, un teatro como el de Las Niñas de Cádiz, hecho con un par de sillas, un gancho que lo mismo sirve para sostener una jaula que una bolsa de plasma en el hospital, un teatro lleno de imaginación y de lirismo, un teatro popular y cultísimo, puede ser el camino por donde debe transitar este arte. Mientras existan Cádiz y sus niñas hay esperanzas.

 

La polisemia de toda la vida

Candela Caballero
Máster de Teatro y Artes escénicas UCM

Definitivamente con esta puesta en escena de Las niñas de Cádiz me he reencontrado con el teatro bien hecho, el teatro sin florituras, el teatro que llena patios y plazas. Ana López Segovia crea esta pieza desternillante a la par que trágica, con el uso de un verso lírico y sencillo. Se atisban fuentes de inspiración en Fedra y Medea para crear este fondo trágico lleno de deseo y venganza. Además de ser la autora de esta pieza, Ana López dirige y actúa en la propia obra, no por ellos sin que ninguna de estas partes quede descuidada. El viento es salvaje aúna la cultura popular y el folklore gaditano (la chirigota está presente), y les sirve como vehículo cómico para contar esta historia de amigas.

Podríamos hablar de que la obra se compone de dos partes. En la primera parte, extensa y delirante, se presentan a las protagonistas: Vero y Mariola. Conocemos el origen de su amistad desde el colegio hasta que son adultas y Vero se casa y tiene un hijo, Juandiosito. Todo este acto está narrado por una serie de gag que contraponen a los dos personajes frente a las mismas situaciones. De esta manera, Las niñas de Cádiz consiguen retratar a estos personajes desde puntos de acción muy concretos y empáticos, quedando Mariola como la amiga con mal fario, y Vero como la amiga suertuda. Son múltiples las anécdotas que se dan. Vemos una creación y uso del código a través de los elementos escénicos, los cuales adquieren una polisemia que bien podría recordar a La Zaranda. Estos elementos son: cuatro taburetes, un pie con gancho, y una capuchas integradas en el grisáceo vestuario. La limpieza de las coreografías para formalizar imágenes es exquisita y dinámica, y la apuesta de colores neutros como es el gris y el dorado, otorga a la pieza cierta profesionalidad y seriedad con el trabajo escénico.

Si bien la primera parte está cargada de anécdotas y dinamismo, en la segunda parte se masca la tragedia, venida por una transición mística y religiosa de Vero hacia su amiga accidentada. El viento de levante juega un papel mágico en esta obra, remitiendo a las leyendas marineras sobre el cambio del tiempo y lo que ello conlleva. La acción ya se concentra en la casa de Vero, y es que una casa siempre es un nido de drama. Ejemplo de ello sería La casa de Bernarda Alba, Tan solo el fin del mundo o Casa de muñecas. 

Sin duda, Las niñas de Cádiz son unas bestias del escenario y nos prestan una visión del teatro muy válida frente a las nuevas artes vivas, provocando en el espectador la risa y la atención constante. (10/10)

 

El viento es salvaje (Fedra y Medea en Cádiz)

Carmen González-Vázquez

No hay mayor tragedia que no saber reírse de uno mismo. Ni tampoco no encontrarle la gracia al prójimo. Y eso no les pasa a las niñas, precisamente, que han conseguido burlar las desgracias de la vida cotidiana en una cómica resignación no menos trascendente que el Destino -el propio y el ajeno-. Quizá por nacimiento tienen ya esa visión chirigótica del mundo que entronca con aquellas artistas hispanas y singulares de la Hispania romana que celebró Juvenal, las Puellae Gaditanae, a las que rinden homenaje con su nombre artístico en traducción, y que ahora celebro en estas líneas como latinista de vocación y espectadora por devoción. Porque, para qué decir lo contrario, estas puellae modernas son muy graciosas, inteligentemente divertidas. Además de llevarnos de viaje durante más de una hora a dos mitos imprescindibles del mundo griego, perfectamente reconocibles, nos recuerdan que las mujeres contemporáneas somos también unas heroínas a las que nos toca transitar por tragedias variopintas de la vida cotidiana que, mejor que con ansiolíticos, es mejor tomarlas con humor (aunque fastidie). Y es que la universalidad del mito cobra su mayor sentido cuando se rompe el distanciamiento de los “personajes elevados” para traerlo a personajes “a pie de calle”: eso permite hacer tragedia con claves de comedia sin perder el páthos doloroso, al que las niñas aplican el ungüento del humor.

Fedra y Medea son quizá, con Antígona, los personajes femeninos de tragedia griega más representados y queridos para las actrices. Su pasión desborda los límites del destino, los de la razón, empatizamos con ellas y si, además, lo que les pasa es reconocible para cualquiera, la paideía está servida (y también el perdón a los personajes, como a nosotros mismos).

Entre los (muchos) aciertos del espectáculo destaca la unión entre la tradición literaria de la tragedia y la tradición popular de la chirigota, consiguiendo no ya que no chirríe, sino que se acompase al ritmo del verso que domina el texto. A las estrofas “cultas” como el soneto, la lira, los tercetos, los pareados, la décima se añaden otras más populares como el romance, la quintilla, o las cuartetas típicas del romancero carnavalesco gaditano: todas tan bien recitadas que parecen una prosa natural salida de la boca de cualquier gaditana que quede con sus amigas para una merienda. Todo eso es posible gracias a la profunda labor de investigación que por su formación filológica ha hecho la autora del texto, Ana López Segovia, así como por la experiencia y competencia actorales de todo el reparto, que no han dudado en colaborar con José Troncoso para cuadrar el círculo con la expresión gestual y corporal de las actrices, dialogando perfectamente con el texto para crear un doble nivel de entendimiento y de comicidad que se refuerza por la minimalista -y eficazmente funcional- escenografía.

Hay referencias al “subconsciente colectivo” del mito, pero también al de los tópicos nacionales, pues el calor de ese viento del Levante allá por Cádiz, que aturde las entendederas en cualquier tarde estival, ubica a los espectadores de cualquiera de las muchas salas donde han actuado. Como ha escrito la directora, “Un viento salvaje que arrastra y enloquece, que aniquila el libre albedrío y convierte a los seres humanos en marionetas arrastradas por la locura.” Teniendo un viento así y esos calores… ¡quién necesita olímpicos dioses vengativos!


Sinopsis

Dos amigas, Mariola y Vero, ambas gaditanas, tienen fortunas diferentes. Mientras a Vero todo le sale bien, Mariola tiene el auténtico “mal fario”. Hasta que Vero la lleva a vivir a su casa y se produce la tragedia.


Equipo

Dramaturgia
Ana López Segovia
Autoría
Ana López Segovia


Dirección
Ana López Segovia (con la colaboración de José Troncoso)
Ayudante de dirección
Alicia Rodríguez


Producción
Las Niñas de Cádiz


Ayudante de producción
Susana Luque
Reparto
Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia, Ana López Segovia.






Iluminación
Agustín Maza


Música
“SEÑOR DE NERVIÓN”, de Fran Ortiz Morón y Francisco J. Seren, interpretada por la Banda de Nuestra Señora del Rosario de Cádiz. “WILD IS THE WIND”, de Nina Simone.
Espacio Sonoro
Mariano Marín






Compañía
Las Niñas de Cádiz
Vestuario
Miguel A. Milán


Realización de vestuario
Olga Sola
Caracterización
Susana Martín e Isa Vicente


Festivales
Festival Internacional de Badajoz
Premios
Premio MAX Mejor Espectáculo Revelación 2020.Premio del Público Festival de la Garnacha, Haro, 2020.Premio del Público en la Mostra Internacional de Teatro Festivo e Comico de Cangas de Morrazo, 2021.Premio del Público del Festival de Teatro Vegas Bajas 2021.Premio Ángeles Rubio–Argüelles, otorgado por el Festival de Teatro de Málaga y el Teatro Cervantes, 2022.Espectáculo Recomendado por la Red Nacional de Teatros




Video escena
Susana Martín


Web
http://xn--lasniasdecadiz-unb.com/espectaculos/el-viento-es-salvaje/


Idioma
Castellano




Otros espacios
Teatro Romano de Itálica, teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares), Sala Real (Becerril de la Sierra), Teatro Municipal de Coslada, Centro cultural Paco Rabal (El Pozo), Teatro Municipal Juan Bernabé (Lebrija), Teatro Felipe Godínez (Moguer), Auditorio Municipal de Algodonales, Auditorio Villa de Roa, Espacio AFECIR (Feria de Teatro de Ciudad Rodrigo)


Fecha del Estreno: 07/08/2019

Teatro: Teatro Sala Cuarta Pared

Sala:  -

Duración en minutos: 75

Género  Tragicomedia, Tragedia chirigótica

En los Medios


El viento es salvaje

«Vemos una creación y uso del código a través de los elementos escénicos, los cuales adquieren una polisemia que bien podría recordar a La Zaranda.»

Fernando Doménech Rico

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