Crítica de El hombre inexistente
David Amitin adapta y dirige una versión de El hombre enfundado, un cuento breve relativamente desconocido del gran autor ruso Antón Chéjov. Esta versión pasa a titularse El hombre inexistente y sitúa la acción en una ciudad indeterminada de principios del siglo XX, los nombres de los personajes cambian y se muestran algunas situaciones no presentes en el cuento original, aunque la trama se respeta en gran medida, es la misma historia.
El montaje de El hombre inexistente se caracteriza por jugar con pocos elementos de utilería y aprovecharlos lo máximo posible. El peso de la pieza está en los actores que conforman el reparto, quienes realizan un trabajo interpretativo muy corporal, rozando la farsa en algunos momentos, que contrasta con el aparente realismo de la historia y de algunos de los diálogos. Al mismo tiempo, los personajes están rodeados de elementos que casi podríamos considerar típicos del teatro del absurdo, o del movimiento surrealista (Platón tiene en todo momento dos libros pegados en la cara, Archibaldo tiene tirantes enganchados en las gafas, etc). Estos elementos discordantes con el realismo característico de Chejov parecen permitir darle a la obra una mayor dimensión significativa.
Es una obra que habla del chismorreo, del absurdo del “qué dirán”, así como del error de ser absolútamente inflexible en unos principios que cohartan la libertad y del conflicto de la mediocridad frente a lo sobresaliente, a lo que destaca sobre el resto. La historia de Chejov versionada por Amitin permite esta reflexión sobre esta serie de conflictos presentando a personajes de una manera que no puedes admirarlo y, a pesar de sus fallos como ser humano, la ternura que transmiten te impide condenarlos. Quisiera destacar la interpretación de Bernardo Riaza como Platón, pues lograba ese equilibrio perfecto entre tiranía y ternura con una dicción perfecta (al igual que el resto del reparto) y una dificultad para expresarse propia del personaje fenomenalmente trabajada.
Para destacar un fallo que tuvo la obra, para mí, sin duda, el ritmo. En ciertas ocasiones, entre cambios escenográficos y silencios que algunas veces se hacían tan largos que llegaban a convertirse en vacíos, el ritmo se caía en cierta medida y dificultaba la entrada del público en un código cómico y casi absurdo. Pronto volvían a recuperar la atención, pero esos momentos se hacían un poco dificiles.
En resumen, se trata de una obra disfrutable y que logra hacer reflexionar y que, a pesar de los pequeños fallos, muestra acertadamente el espíritu del inmortal escritor ruso.
Abel Pérez, ITEM
Sinopsis
La acción está situada en una ciudad de provincia. El protagonista es Platón, un profesor de griego que desde hace años enseña en un Instituto secundario. Es un personaje singular que prácticamente no habla con nadie, parece aislado del mundo, y tiene una constante e irresistible inclinación a cubrirse con algo que lo proteja de cualquier influencia exterior. Aunque hiciera el tiempo más espléndido Platón no deja de lucir sus chanclos y paraguas.
Como nos cuenta Petronio, su amigo y el narrador de la historia, Platón tiene al Instituto en un puño. Su rigidez y su moral estrictísima llenan de pánico a los demás. Platón adora las prohibiciones: por ejemplo si en esa desdichada ciudad algún estatuto prohíbe a los escolares salir a la calle después de las 9 de la noche, Platón aprueba calurosamente. Se opone asimismo a que sus colegas del colegio formen un conjunto teatral porque eso relajaría las costumbres.
En las reuniones de profesores abruma a todo el mundo con su escrupulosidad y sus sospechas. Si los alumnos llegan tarde a clase, no se ponen de pie a la entrada del profesor al aula, o no estudian sus lecciones, exige su inmediata expulsión. Y lo consigue.
Este hombre vive en una sombría casa con su criado, Afanasi, un antiguo funcionario quien ahora le cocina. Afanasi es medio tonto y está casi siempre borracho. A todo esto se agrega un detalle curioso, macabro e inexplicable: Platón se había hecho instalar en su casa un ataúd y duerme siempre en él.
Tiene la costumbre de visitar inopinadamente a sus colegas sin motivo ni necesidad alguna, permanece un rato sentado en silencio mirando al suelo, a lo sumo pronuncia una frase en griego de algún personaje histórico y luego se retira sin más trámite.
Todo esto podría haber continuado indefinidamente así de no ser por el infausto hecho de que se incorpora al elenco de profesores un hombre corpulento y muy poco comedido, Archibaldo, quien de inmediato recibe una fría acogida por parte de Platón. Pero la hermana de aquél, Fedora, una muchacha algo pizpireta, parece quedar muy impresionada por la personalidad de Platón.
Esto es percibido por los demás profesores y no hizo falta ni decirlo en voz alta: todos decidieron que había que casarlos. Y ponen el plan en marcha.
Aquí comienzan las desgracias de nuestro protagonista.
Equipo
Autoría
Antón Chéjov
Versión
David Amitin
Dirección
David Amitin
Ayudante de dirección
Verónica Bardera
Reparto
Bernardo Riaza, Juan Rueda, Iván Mínguez, Beatriz Psamón, Sergio de Lucas, Ernesto Sierra, Verónica Bardera
Iluminación
David Amitin, Pedro Guerrero
Compañía
David Amitin Teatro
Vestuario
Sara Pérez
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 03/02/2017
Teatro: El umbral de la primavera
Sala: -
Duración en minutos: 75
Género Comedia
En los Medios Estrella Savirón, A golpe de efecto, “El hombre inexistente” Paseando a miss cultura, “Opinión de El hombre inexistente de David Amitin” Maribel Orgaz, Leer en Madrid, “Por fin, puro Chejov: El hombre inexistente de David Amitin en El umbral de primavera”
El hombre inexistente
«Platón, un pésimo profesor de una materia inútil como es el griego clásico impartido en un rincón…»
Maribel Orgaz
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