Morboria hace El enfermo imaginario en el Fernán Gómez

Crítica de El enfermo imaginario

Julio Vélez Sainz

ITEM-UCM

Jean-Baptiste Poquelin “Molière” tenía una cierta fijación con el tema de la medicina y dedica varias obras al tipo cómico del médico: El médico volador (Le médecin volant, 1659), El amor médico (L’amour médecin, 1665), Le médecin malgré lui (El médico a su pesar, 1666), y Le malade imaginaire (El enfermo imaginario, 1673). El enfermo imaginario de Molière es una de las obras más representadas últimamente. Si la de de José María Flotats (https://teatrero.com/el-enfermo-imaginario/) fue por los caminos de la fiesta galante, la de los Morboria va por los derroteros del gamberrismo barroco; ambas posturas van muy en consonancia con sus creadores respectivos (https://www.teatrofernangomez.es/prensa/el-enfermo-imaginario).

Molière de cuyo nacimiento se cumplen 400 años en 2022 es, además, uno de los autores fetiche, un “patrón”, como ellos dicen, de los Morboria. Han realizado producciones de El avaro, todavía en cartel, antes El burgués gentilhombre (2015), Los enredos de Escapín (2012)… Es un autor fijo y que inspira en gran medida (junto a otros santones como Moreto o Rojas Zorrilla) su labor.

Morboria es una compañía excesiva, barroca, con una plástica vistosa, ornamentada y exuberante en la que destaca el ornato de los figurines, el maquillaje y mucha peluca.

El movimiento escénico tiene dos tiempos diferenciados. Cuando se presentan espectáculos intercalados como escenas oníricas o bailes arabescos el ritmo se demora y alarga pues gustan de trabajar con la suntuosidad y la extravagancia; con el diálogo se acelera el intercambio escénico. Seguramente en búsqueda del éxito del público, modernizan y hacer guiños contemporáneos en la forma de canciones pop, elementos hip hop, y muchas bromas con el COVID. Repiten algunos gags que suenan de otras producciones (la del bolso, por ejemplo).

Eva del Palacio es una de las directoras de teatro clásico de mayor producción y proyección junto a Helena Pimenta y Ana Zamora. Destaca la interpretación de Fernando Aguado—muy destacable poeta—del enfermo Argán (que había ganado premios por este mismo papel en una producción anterior), de Malena Gutiérrez (Toñita), de Virginia Sánchez (Belina), de Luna Aguado (Angélica), de Eduardo Tovar (Tomás Diafoirus, hermana), de Daniel Migueláñez—también autor joven muy considerable y muy versátil intérprete—(Cleanto, Purgón), de Vicente Aguado (Señor Buena Fé) y de Trajano del Palacio es muy divertida y ajustada, en ocasiones tronchante. En la obra es importante la música de Milena Fuentes (Violín), Miguel Barón (Clavicordio) y Javier Monteagudo (Laúd, Mandola y Percusiónes), que acompaña y subraya escenas.

En breve, en plena pandemia mundial, los Morboria usan a su autor fetiche como talismán contra el mayor de los males: el aburrimiento cansino de una sociedad que por tener miedo, se lo tiene a sí misma. Larga vida a ellos y larga vida a nuestro Molière…