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Crítica de El corazón entre ortigas

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Elena Martínez Moriel
Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

 

“Aquel que no pierde la vida pierde la cabeza”, con esta sentencia se materializa la destrucción desenfrenada de las guerras, con esta sentencia repetida por uno de los personajes sin nombre de la obra quedará reflejado el sufrimiento, el miedo y el horror.

Y es que El corazón entre ortigas es justamente eso, una muestra de los horrores de cualquier guerra pasada, presente o futura, que toma como base la Guerra Civil española por ser ésta el escenario en el que vivió Carlos Morla Lynch, un diplomático chileno que, durante el conflicto bélico, luchó por salvar la vida de refugiados. Por ello, para la composición del texto, Eusebio Calonge ha tenido en cuenta los informes mecanografiados del propio Morla Lynch, cuya labor se quiere homenajear por ser un ejemplo de humanidad en un momento en donde la deshumanización reinaba.

La obra, que combina al equipo de Tribueñe con la dirección de Paco de la Zaranda, se construye a partir de imágenes que se entrelazan, sin una estructura narrativa tradicional, lo que no impide que el espectador conecte con lo representado, con el miedo, el dolor y la angustia de unos personajes sin nombre, que representan tipos, cada uno con su idiosincrasia pero, a fin de cuentas, tipos en los que pueden encajarse un sin fin de identidades. Los personajes se van metamorfoseando de componentes de un coro, casi de “muertos vivientes” que interpreta las composiciones de Vivaldi, Bach o el propio Morla Lynch, a las víctimas de la guerra. Solo dos mujeres (Nereida San Martín y Nené Pérez) vestidas de azul oscuro, se mantienen inalterables, dos figuras alegóricas, que juguetean, trazan, componen y descomponen el entorno. Como los personajes, el espacio también se altera, aunque siempre manteniendo la indeterminación que ofrece el entorno oscuro que predomina. El espacio se transforma en un salón de fiestas, en una zona bombardeada, en unas trincheras, en un refugio, en una fosa, todo ello a partir de escasos recursos, casi nulos, donde tendrá un papel fundamental el rigor en la interpretación de los actores que componen las escenas y la iluminación.

Predomina la iluminación tenue, que favorece ese sentimiento de indeterminación que envuelve a la obra y que permite la universalización de su temática, y los focos azules que enfrían las escenas. Este cromatismo acerca a ese ambiente de desolación que trasmite la obra. Los personajes visten ropas de gala oscuras que evolucionan con la obra y acaban envueltos en mantas de color pardo para, finalmente, recomponerse y volver a las ropas oscuras de gala, como muertos a los que se les ha ataviado con sus mejores galas. Y así, volver a la imagen del coro inicial que vuelve al final para homenajear a la figura de Carlos Lynch ya de manera explícita. El piano, interpretado por Helena Fernández, acompaña y enriquece las escenas, las escenas corales consiguen crear un ambiente que sobrecoge al espectador en el silencio y la penumbra de la sala.

El corazón entre ortigas es una obra coral llena de simbología, donde se apela a la posibilidad de vivir a través del recuerdo: esta obra pretende ser el retrato que permita recordar y, por ende, traer a la vida, la figura y la labor de Carlos Morla Lynch, desde la poesía y el arte, al que siempre estuvo tan ligado el diplomático chileno.

Una composición muy recomendable en la que se homenajea a un hombre, pero sobre todo se recuerda un momento doloroso, cruel, devastador, del que nadie salió impune, como tampoco sale impune el espectador que se acerca a esta sala de la calle Sancho Dávila, y contempla cómo un magnífico equipo da vida a la propia muerte.

 

Elena Martínez Moriel, ITEM

 


Sinopsis

Sobre el fondo sangriento de las tragedias se impone el perfil del héroe, cruza la historia sorteando todas las trincheras ideológicas, todo lo que tendenciosamente quiere sacarle un rédito político.
Nos señala con nitidez la sinrazón, el miedo y el espanto de su época como advertencia, buscando misericordia en nuestra mirada, quizás eso que los griegos llamaban la catarsis. Carlos Morla Lynch, fue capaz, en un mundo que se despedazaba, de tener la integridad ética de permanecer fiel a su cargo, al frente de la Embajada Chilena de Madrid, salvando la vida de unos dos mil refugiados, primero de un bando y luego del otro.


Equipo



Autoría
Eusebio Calonge


Dirección
Paco de la Zaranda




Producción
Tribueñe




Reparto
David García, Nené Pérez-Muñoz, Nereida San Martín, Helena Fernández, Inma BarrionuevoJosefa del Valle, Pablo Múgica, Miguel Pérez-Muñoz, Irene Polo Juárez, Begoña Caparrós, José Miguel Baena






Iluminación
Eusebio Calonge, Miguel Pérez-Muñoz, Paula Sánchez


Música
Vivaldi, Bach, Morla Lynch (Interpretada al piano por Helena Fernádez), José Miguel Baena, Nené Pérez-Muñoz


Fotografía
Laura Torrado, Paula Sánchez (Diseño gráfico)




Compañía
Tribueñe








Diseño del cartel
Matilde Juárez
Festivales
Surge Madrid 2016














Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 06/06/2017

Teatro: Teatro Tribueñe

Sala:  -

Duración en minutos: 70

Género  Drama

En los Medios

Ángel Silvelo Gabriel, Todo literatura, “La rebeldía del artista frente al silencio de la muerte”

José-Miguel Vila, Diario crítico, El corazón entre ortigas: poesía, dolor, belleza y verdad”

Estrella Savirón, A golpe de efecto, “Si el Teatro Tribueñe es un referente de calidad, su unión con Paco de La Lazanda es algo que ningún amante del teatro debería dejar escapar”

Estela Cayón, Madtime, “La representación visual del sufrimiento”

Alfonso Caparrós, Pandora Magazine, “Una excelente metáfora de cómo la guerra y la violencia afectan al ser humano”

Ángel Esteban Monje, Kritilo, “Una recreación poética sobre los miles de refugiados que salvó el diplomático Carlos Morla Lynch”

Luis M. del Amo, Diario abierto, “El corazón entre ortigas: baile de muertos”

Horacio Otheguy Riveira, Culturamas, “Homenaje a Morla Lynh, diplomático en tiempos de guerra”

 


El corazón entre ortigas

«Una recreación poética sobre los miles de refugiados que salvó el diplomático chileno Carlos Morla Lynch…»

Ángel Esteban Monje

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