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Crítica de El burlador de Sevilla

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Fernando Doménech Rico, Miguel Ángel Jiménez Aguilar
ITEM-RESAD, SELITEN@T-UNED

El burlador de Sevilla no es solamente la obra fundadora del mito de Don Juan, aspecto que resalta el telón de boca que recibe al espectador en el Teatro de la Comedia, creado a partir de la proyección de las portadas de algunos de los libros donde se recrea o se estudia el personaje. El burlador es una obra admirable por la perfecta construcción de la trama, que reúne las historias de los cuatro engaños de Don Juan sin perder nunca el hilo conductor del camino de perdición en que consiste la peripecia del personaje. Se trata de una obra de ritmo rapidísimo, que en el montaje de Josep Maria Mestres está perfectamente conseguido. Las escenas se suceden sin interrupción, pasando de Nápoles a Tarragona y de allí a Sevilla con muy leves cambios de la escenografía, muy eficaz, de Clara Notari, y la labor de unos actores siempre dispuestos a oficiar de tramoyistas de escena.

 

Todo es tan rápido como la vida de Don Juan, encarnado en esta ocasión por un brillantísimo Raúl Prieto, perfecto de gesto, de voz y de intención. Pocas veces el personaje ha mostrado esa mezcla de peligro y de seducción que es la marca de Don Juan. Todas las escenas de amor con las mujeres burladas son brillantes, pero ninguna como las de la pescadora Tisbea, a la que da vida una expresiva Mamen Camacho, a quien, no obstante, le sobra un poco de vehemencia en el monólogo “Fuego, fuego, agua, agua”.

 

Para que El burlador de Sevilla funcione es necesario un gran Don Juan, pero también un buen Catalinón. En esta ocasión el director ha encontrado el intérprete perfecto: Pepe Viyuela es un gracioso mordaz, con sus puntas de moralista, pero siempre fiel a su señor. Su cobardía está llena de buen sentido y escepticismo. Borja Ortiz de Gondra le ha regalado un final, que ha tomado prestado de Molière, que se convierte en un acto de justicia poética. Pepe Viyuela hace esta última escena sin enfatizarla, con una mezcla de melancolía y sensatez que da un aire poético y cotidiano a la apoteosis teológico-moral de la obra original.

 

Todos los actores cumplen a la perfección con los papeles que les ha correspondido. El verso está dicho con precisión y puesto al servicio de la acción, incluso en esos momentos en que la vena poética del autor flaquea un tanto. Además, como los cómicos de otras épocas, cantan con muy buen oído, tocan instrumentos, bailan y se mueven con gracia… Un elenco en el que no hay fallos, perfectamente ensamblado.

 

Hay un detalle que desluce en este magnífico espectáculo, y que no se puede achacar solamente al director, sino que es una dificultad intrínseca de la obra: la aparición de la estatua del Comendador, convertido aquí en la “figura de jaspe” que quiere Catalinón. Si en tiempos pudo ser terrorífica la aparición de la estatua de un muerto, hoy en día resulta, como poco, un efecto kitsch. Mucho más eficaz sería un juego de luces y proyecciones que el director, en los primeros minutos de la función, muestra que sabe utilizar para mostrar la alocada y vitalista carrera de Don Juan.

                                  Fernando Doménech Rico, RESAD

 

La versión de El burlador de Sevilla que ha realizado Borja Ortiz de Gondra tiene la virtud de haber sabido actualizar con acierto uno de los grandes mitos de la literatura universal de todos los tiempos, tomando como punto de partida al autor y la obra que fueron su germen. Así las cosas, asistir a la representación de un espectáculo de tan perfecta conjunción solo puede hacer que el público se sienta afortunado, sobre todo cuando la propuesta final revitaliza, hasta donde es posible, tanto la corrupción y perversión del propio personaje de don Juan, en el sentido contingente del drama, como la crueldad innata del ser humano y su imposibilidad para superarla, en un terreno más metafísico.

 

No obstante, como cabía esperar, las dificultades y limitaciones para alcanzar tan ambicioso fin no tardan en evidenciarse, especialmente en lo referente a la ideología de la tragicomedia, que Ortiz de Gondra trata de adaptar a la sensibilidad del siglo XXI con mayor o menor acierto, pero siempre consciente de que alterar el original hasta hacerlo irreconocible sería crear una obra absolutamente distinta. Por esta razón, el espectador percibe enseguida lo ingente de su empresa y no le queda más remedio que aceptar el hecho. Una circunstancia, en cualquier caso, que no empaña en absoluto la fuerza dramática del espectáculo resultante, lleno de ritmo, intensidad y lirismo. De hecho, el adaptador jugó con la duración y el ritmo de cada escena, de modo que unas veces las acortó y otras las prolongó en función de si, a su juicio, son más o menos interesantes y significativos a ojos de nuestro siglo, sobre todo en aquellos pasajes en que el protagonista se manifiesta como un auténtico profanador del género humano y divino, como ocurre en el momento de la violación.

 

En efecto, este Burlador que pudo verse en el Teatro de la Comedia exhibió ante su público a un don Juan carente de los más absolutos escrúpulos, en ningún momento ennoblecidos como ocurre en otras versiones, en este caso capaz de seducir, pero también de aturdir y hasta abrumar al adversario, sea mujer u hombre, con diferente intención como es lógico, gracias entre otras razones a un Raúl Prieto que dio vida con maestría al protagonista, y que estuvo acompañado por un elenco de actores a la altura, que a menudo formaban un coro de seres indefensos cuya acción no lograba alterar el rumbo de los nefastos acontecimientos.

 

La sensación que deja esta versión dirigida con acierto por Josep Maria Mestres es, más que nunca, la de que nuestros clásicos siguen muy vivos y tienen una fuerza dramática que puede llegar a ser apabullante; que es posible actualizarlos sin traicionar su esencia; y que, por suerte, la inmoralidad aún nos resulta deleznable. A nuestro juicio, este fue sin duda uno de los grandes aciertos de la programación diseñada por Teatro de la Comedia, por la oportunidad de su temática, la calidad dramática de la adaptación, y la modernidad y fuerza del montaje.

 

Miguel Ángel Jiménez Aguilar, UNED


Sinopsis

Don Juan Tenorio, el burlador de Sevilla, engaña a cuatro mujeres, las nobles Isabela y Doña Ana y las villanas Tisbea y Aminta, en su veloz recorrido por Nápoles, Tarragona y Sevilla. Protegido por su padre, el Camarero Mayor del rey Alfonso XI, se permite saltarse todas las leyes humanas y divinas, llegando a retar a la estatua del Comendador Ulloa, a quien había matado cuando engañó a su hija, Doña Ana. El “convidado de piedra” se presenta a cenar con él y lo invita a una cena en su sepulcro. Audaz e inconsciente, Don Juan se presenta y es arrastrado al infierno.
Autoría: El programa adjudica la obra a Tirso de Molina, que es la atribución tradicional. Hoy día hay serias dudas acerca de que sea suya.


Equipo



Autoría
Tirso de Molina
Versión
Borja Ortiz de Gondra.
Dirección
Josep Maria Mestres
Ayudante de Dirección
Amparo Pascual


Producción
Compañía Nacional de Teatro Clásico




Reparto
Elvira Cuadrupani, Raúl Prieto, Ricardo Reguera, Pedro, Miguel Martínez, Samuel Viyuela, Egoitz Sánchez, Mamen Camacho, Pepe Viyuela, Paco Lahoz, Irene Serrano, Juan Calot, Ángel Pardo, José Juan Rodríguez, Lara Grube, José Ramón Iglesias
Escenografía
Clara Notari
Construcción de Escenografía
Mambo Decorados, Sfumato, Readest, Peroni
Ayudante de Escenografía
Mónica Teijeiro
Iluminación
Juanjo Llorens
Movimiento
Jon Maya Sein
Música
Iñaki Salvador
Espacio Sonoro
Iñaki Salvador






Compañía:
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Vestuario
María Araujo
Ayudante de Vestuario
Maite Onetti
Realización de Vestuario
I. T.








Asesoría Literaria
Pepa Pedroche


Videoescena
Álvaro Luna


Web Oficial
El burlador de Sevilla


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 13/04/2018

Teatro: Teatro de la Comedia. Compañía Nacional de Teatro Clásico

Sala:  -

Duración en minutos: 95

Género  Comedia

En los Medios

Ángel Esteban Monje, Kritilo: «El Teatro de la Comedia acoge una versión sobre Don Juan que pretende ajustar cuentas con el famoso seductor»

Miguel Ayanz, Volodia: «Carnavales y funerales»


El burlador de Sevilla

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