Crítica de El avaro
Un gran presupuesto no es siempre indicador de una gran producción. Karpas teatro lleva años ofreciendo teatro de calidad para todas las edades, sobreponiéndose a las dificultades que supone mantener en estos tiempos estable un negocio teatral de pequeño formato. Centrados en obras de repertorio, se encargan de acercar a la escena títulos tan universales que sorprende que no se encuentren de manera permanente en la cartelera teatral. En esta ocasión nos llevan a la Francia del siglo XVII de la mano de Jean-Baptiste Poquelin, Molière, ese genio que aunó los éxitos de la Comedia del Arte con los gustos de la corte del Rey Sol.
En una sala subterránea de espacio reducido, utilizan su mayor inconveniente como ventaja y abogan por un teatro cercano al público, ideal para que los más jóvenes vivan el teatro desde las primeras filas. El Avaro llega hoy a su escenario ya que, según ellos, «Nunca ha habido tantos “Harpagones” como en nuestra sociedad actual», y es cierto que bajo esta figura cómica podemos reconocer a muchos, hay cosas que nunca cambian por mucho que los siglos pasen.
Fiel al original en texto y estética, se busca resaltar el humor que alberga el propio texto más allá de buscar nuevos gags. La interpretación incide en la gestualidad de los personajes tipo y en un habla característica. Siguiendo la estética clásica, en el espacio sonoro predomina la música de clavecín, evocando las cortes del barroco. La escenografía muestra un espacio único, la sala de Harpagón, creado a partir de cortinajes y unos paneles de fondo que evocan un ventanal, además de un escritorio abarrotado de libros de cuentas y una silla.
Vestuario, maquillaje y posticería buscan encontrar el equilibrio entre la ambientación histórica y la caricatura, aunque la segunda tiene más peso que la primera. Los pocos medios con los que se cuentan se suplen con imaginación y humor. El ejemplo más claro es la creación de las pelucas barrocas de los hijos de Harpagón, Cleanto y Elisa, que están confeccionadas con material aislante en vez de con pelo propiamente, un elemento de humor que se acrecienta cuando la propia Elisa sale a escena en cierto momento con una espátula clavada en la peluca, como si momentos antes se hubiera estado retocando el peinado. Ejemplos así hacen cómplice al público del juego escénico que están presenciando.
Así pues, esta producción tiene no cuenta con mayores pretensiones que entretener y divertir a cualquier tipo de público. Tal vez su mayor debilidad sea que, tras haber optado por un código de Comedia del Arte, este código no se mantenga en todo momento ni por todos los personajes. Si bien es posible que ese no fuera su objetivo, de este modo podría haber acercado a su público a un género muy rico y no siempre reconocido, al igual que nos sumerge en esta obra universal.
Diego Gil Zarzo
Instituto del Teatro de Madrid
El avaro que nos presenta “Karpas Teatro” es una comedia ágil, amena, dinámica y entretenida, que se convierte en un homenaje a Molière y a la comedia con mayúsculas. En ella se sube a escena uno de los personajes más clásicos del teatro universal, Harpagón (nombre parlante procedente del griego: ‘el que arrambla ávidamente con todo’), viejo avaro que, como es sabido, tiene una clara influencia de Euclión, protagonista de la Aulularia de Plauto. Su irrefutable vigencia nos hace pensar en lo poco que hemos cambiado a lo largo de los siglos, ya que esta pieza teatral nos habla de una realidad que, por desgracia, sigue siendo muy actual: la avaricia.
Destaca sobremanera el equipo actoral de la compañía, tanto por su excelente caracterización, que desde el primer momento despierta en el espectador una sonrisa, como por la calidad de la interpretación de cada uno de ellos. En cuanto a lo primero, el vestuario nos traslada a la época barroca (e incluso rococó), pero no únicamente de una forma habitual, sino aportando su marca de originalidad y casi paródica mediante el ropaje pomposo y exagerado que visten las damas y, sobre todo, a través de un elemento que llevan consigo en todo momento los jóvenes hijos de Harpagón: sus pelucas. Estas son descomunales y, dependiendo de la escena en que nos encontremos, llevan, literalmente, clavados diferentes utensilios, ya sean tijeras, espátulas u otros, que son tan desconcertantes como divertidas para el espectador y parodian los excesos de la moda a la francesa, especialmente en el siglo XVIII. Por lo que respecta a la interpretación actoral, es reseñable la actuación de Valerio, quien, en cada una de sus intervenciones, utiliza un idiolecto particular mediante un juego fonético que consiste en cambiar el sonido de la “v” por el de la “f” (nuevo guiño a lo francés paródico) y en pronunciar de manera plena la “d” final, algo que aporta un toque especialmente humorístico a cada uno de sus parlamentos, por muy serios que aparentemente sean. En esta misma línea, es digno de mención Harpagón, quien está absolutamente a la altura del papel que representa, aunque llama la atención la sobreactuación con que interviene en algunas ocasiones, algo que, a mi modo de ver, le convierte a veces en una caricatura de sí mismo. Esta elección escénica se une a otros recursos que potencian todos los personajes, como son, por ejemplo, la repetición de sonidos onomatopéyicos, movimientos a cámara lenta (imitando en ocasiones las cursis cajas de música, otra moda importada de Francia) o la expresión exagerada de sus rostros, que entronca sin ninguna duda con la commedia dell’arte y, al mismo tiempo, con los personajes de cómic, dos de las influencias confesas del director en el montaje de su espectáculo.
La escenografía, por su parte, es sencilla pero muy acertada. Se adapta al teatro en que se representa, un espacio de pequeñas dimensiones, y se conforma por una serie de elementos sustanciales que sitúan al espectador en el despacho de Harpagón, el lugar donde se desarrollan casi todas las escenas. Que la sala sea pequeña permite una mayor sensación de cercanía con los actores, quienes, en algún momento, interactúan además con el público, al que se hace partícipe, así, de los enredos que se están llevando a cabo en la escena. Este feed-back tiene como protagonista principal a Flecha, criado, chófer y cocinero del avaro, quien lo tiene pluriempleado (y muy mal pagado, por supuesto) para que su fortuna no merme demasiado por sus servicios. Quién le iba a decir que sería precisamente él el desencadenante del desenlace…
Estamos, por tanto, ante una típica comedia barroca, donde los equívocos, el engañar con la verdad y la construcción de intrigas forman parte sustancial de una acción en que el amor va a vencer finalmente en un happy end que lo es para todos, incluido nuestro querido Harpagón (¿o quizá no?). Este no ha aprendido absolutamente nada porque su obsesión hace de él un ciego vital incapaz de renunciar a su amado dinero, pero ha conseguido, con su actitud reprobable, que el público descubra, tras esa risa continua que le produce su comportamiento, que no quiere parecerse a él. Un público, por cierto, que puede serlo de todas las edades, ya que la apuesta de Carcedo está pensada para todos: para todos aquellos que quieren disfrutar del buen teatro, ese teatro que esconde, como digo, detrás de la carcajada, una reflexión amarga sobre una sociedad que también es la nuestra, pues queda en evidencia que nunca existieron tantos Harpagones como ahora.
Esperanza Rivera Salmerón
Universidad de Valladolid
Sinopsis
Nunca ha habido tantos “Harpagones” como en nuestra sociedad actual. Hombres cuya patológica afición a tener y acumular termina por destruirlos, convirtiéndolos en muñecos rotos. En un montaje que transita entre la Comedia del Arte y el Comic, transmitimos este mensaje de Molière que, sorprendentemente, después de cuatro siglos continúa vigente ¡Qué poco hemos aprendido!… RIÁMONOS DE NOSOTROS MISMOS.
Equipo
Autoría
Molière
Dirección
Manuel Carcedo Sama
Adaptación
Manuel Carcedo Sama
Producción
Karpas Teatro
Reparto
Rubén Casteiva, Alberto Romo, Alexia Lorrio, Jorge Peña Miranda, Belén Orihuela, Maite Vallecillo, Raúl Peñalva, Javier del Arco
Escenografía
Manuel Mª Grimaldi
Construcción de escenografía
Berto Toral, Teresa Lozano
Música
Rubén Berraquero, Jorge Cardona García
Fotografía
Ignacio Ysasi
Compañía
Karpas Teatro
Vestuario
Manuel Mª Grimaldi
Realización de vestuario
Berto Toral, Teresa Lozano
Web
Karpas Teatro|Karpas Teatro
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 02/06/2017
Teatro: Teatro Karpas
Sala: -
Duración en minutos: 120
Género Comedia, Teatro Infantil
En los Medios
El avaro
En una sala subterránea de espacio reducido, utilizan su mayor inconveniente como ventaja y abogan por un teatro cercano al público, ideal para que los más jóvenes vivan el teatro desde las primeras filas
Diego Gil Zarzo
0 comentarios