Don Juan Tenorio o el peligro de la proyección
Crítica de Don Juan en Alcalá 2022
El Don Juan es ya una tradición en la ciudad de Alcalá de Henares, que cada 31 de octubre se cree única como tantas otras por representar la obra de Zorrilla. El público, como cada año, se agolpa de un lado para otro en cada uno de los escenarios que, desde hace unos años, se concentran en el recinto amurallado del palacio arzobispal. Yo también estaba allí, en buena compañía y esperando la obra que ya sabía de memoria que, a pesar de su versificación y del cliché ya tan caduco, no puede no funcionar sobre un escenario.
Sin embargo, la producción de este 2022, encargada a Pepa Gamboa como directora, tenía las cosas difíciles: el público venía de dos años de pandemia sin acudir a su Don Juan y la última producción obra del Ron Lalá de Yayo Cáceres —por quienes confieso devoción, pero que lejos de mi opinión se granjearon el beneplácito del público hasta tal punto que el montaje se repitió al año siguiente— había dejado el listón muy alto, habiendo quedado grabada, para más inri, en vídeo (apta para un Todos los Santos confinado en un tercer año consecutivo).
Me permito, pues, una digresión sobre este anterior mensaje. La noticia que imponía a Fran Perea la capa de Don Juan pareció, primero, una broma. Después, se leyó con extrañeza. Finalmente, y tras la producción, muchos debimos tragarnos nuestras palabras. Este particular Don Juan musical, transgresor por todos los costados, pero perfectamente funcional, vigente y apegado al texto.
Las convenciones de escena nos siguen remitiendo a la tradición teatral, pero la disposición de banda y coro (tan moderno y a la vez tan enlazado con los orígenes del teatro), la rápida tensión de la actuación y la proliferación de numerosos elementos simbólicos en la puesta en escena, desde esas furias que acompañan a los personajes, hasta los movimientos del protagonista entre el público, los focos de luz de las estatuas o el globo final que asciende como el alma de Don Juan.
Así, escenografía y puesta en escena colaboran, rematadas por una iluminación, vestuario y sonido que permiten comunicar lo que se pretende: una revisión del clásico vigente, sorprendente y absolutamente rupturista. No puede hacerse de otra manera un Don Juan que se recuerde después de tantas décadas.
Pero volvamos al montaje que aquí nos ocupa, y que nos permitirá centrarnos, pues así lo hemos decidido, en la puesta en escena. Los elementos móviles y propios de los actores son en esta nueva producción quizá lo más útil y a la vez el principal problema para transmitir su mensaje. Leemos esta propuesta escénica como un Don Juan tradicional, que sin embargo pretende, respetando las convenciones teatrales y sin añadir elementos extra (como los personajes sin voz, la música o los excursos de la producción anterior), revisitar el clásico desde la modernidad.
Lo mejor de esta puesta en escena es, sin duda, el vestuario: estos andróginos trajes de largas colas, mezcla de golas con cuero y látex, nos permiten la visión de un Don Luis Mejía de encaje, o una sencilla y rectilínea Doña Inés. En este aspecto, la revisión pretendida se consigue con creces: se revisitan los tópicos clásicos (al fin y al cabo, un Don Juan es un Don Juan, aunque lo vistamos de seda) sin perder su esencia, pero con una clara vocación rupturista, moderna pero integrada totalmente en la escena. Un vestuario a la altura de una versión más apegada a la tradición (en comparación, claro está, con su precedente), pero no por ello antigua o anquilosada.
Sin embargo, no toda la revisión consigue este efecto, y es que un elemento de la puesta en escena consigue con su sola aparición sacarnos de la diégesis y replantearnos su aparición: las proyecciones. El teatro hoy parece inserto en la cultura de la proyección. ¿Para qué poner sobre las tablas una analepsis si podemos proyectar un vídeo sobre la escena? ¿Para qué dejar que el lector piense si podemos resumir los 6 años anteriores al inicio de la acción en un pequeño vídeo de unos cinco minutos? Plasmamos incluso el título y los créditos sobre la segunda pared (frente a la cuarta, supongo), los subtítulos de la obra, las premoniciones y augurios, los pensamientos… ¿Cómo no usar todos los medios técnicos a disposición en una obra que pretende ser moderna, actual? No debemos olvidar que es el contenido, y no el medio, lo que permite la modernización de las estructuras teatrales, y que no por proyectar en cada escena conseguiremos una obra más vital o contemporánea. Algo que no todos los directores parecen recordar en ocasiones.
Así, por no ser menos, las murallas del S.XIII de la ciudad de Alcalá de Henares no parecen suficiente para ambientar una obra histórica (quizá demasiado anticuadas), por lo que deben convertirse en un simple lienzo, en una pared en la que ir proyectando carteles —bastante antiestéticos, añado— que guíen al público acerca del acto en el que se encuentra la obra, pues caminar de un escenario a otro parece no ser suficiente para entender el cambio. Proyectamos incluso la nota que de Don Juan que Doña Inés ya está leyendo en voz alta.
Si se pretendía una estética minimalista (como demuestra la escenografía, casi posindustrial) quizá lo mejor habría sido mantener únicamente los elementos que comunican; e incluso las murallas desnudas, tradicionales, hubieran sido mucho mejor acompañamiento al brutalismo del andamio donde se desarrollaba la acción, una combinación pareja a la que se da en el vestuario, que sin embargo peca de extravagante, y casi de grosera, por pretender sobreestimular la sensibilidad del público. Por ello, debemos concluir en que no todo suma. Se podrán tener los medios, pero es necesaria también la intención o, al menos, un mínimo principio rector que nos permita hacer de esos medios un elemento comunicativo, que no duplique señales semióticas y que guarde relación con la intención de autoría. Un fallo desde luego pequeño frente a una obra que comunica por sí misma y una destreza actoral mucho más que correcta. Sin embargo, un fallo que se queda clavado y se recuerda, como una piedrecilla que se nota a cada paso mientras se transita, como todos los treinta y unos de octubre, de escenario en escenario.
Sinopsis
Cada año desde 1984 se representa en Alcalá el Don Juan Tenorio de José Zorrilla, siguiendo la tradición de llevar a la escena esta obra en la festividad de Todos los Santos, debido a su temática religiosa y sobrenatural. Con el tiempo se ha convertido en la manifestación teatral al aire libre más multitudinaria de España. Un evento único al que acuden cada año miles de personas y que ha merecido la declaración de Fiesta de Interés turístico Nacional.
Equipo
Autoría
José Zorrilla
Dirección
Pepa Gamboa
Producción
Lope García, Sara García, Pablo Villa
Reparto
Dani Muriel, Candela Serrat, Eva Isanta, Joaquín Notario, Antonio Albella, Críspulo Cabezas, Didier Otaola, Lisi Linder, Lucía Espín, Antonio Ponce, José Carlos Fernández, Alberto Gómez Taboada, Juan Caballero, Belén Orihuela, José Maya
Escenografía
Triana Lorite
Música
Ignacio Ysasi
Vestuario
Pilar Paolo, Roger Portal Cervera
Web Oficial
https://culturalcala.es/ficha/don-juan-en-alcala-2022/
Idioma
Castellano
Fecha del Estreno: 30/10/2022
Teatro: Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares
Sala: -
Duración en minutos: 120
Género Drama
En los Medios Roxana Esteve, «Don Juan en Alcalá 2022. Hablamos con su productor, Lope García», Bekultura.com
Don Juan en Alcalá 2022
«Si se pretendía una estética minimalista (como demuestra la escenografía, casi posindustrial) quizá lo mejor habría sido mantener únicamente (…) las murallas desnudas»
Diego Gibanel Faro
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