Crítica de Barrio de las letras

Miguel Ángel Jiménez Aguilar

SELITEN@T-UNED

Barrio de las Letras es un viaje literario que trata de rendir homenaje a los numerosos artistas que, a lo largo de los siglos, mantuvieron alguna relación con él, y que dejaron escritas las páginas más hermosas y conmovedoras, también terribles, de la Historia de la Literaria Española. Un ejercicio de memoria tan necesario como encantador, recomendable como delicioso. Si la poesía y el teatro determinan y conforman el bagaje cultural de un pueblo, incluso su idiosincrasia, rendirles tributo y rescatarlos del olvido es un acto de justicia apremiante. Y así lo han hecho dos de los más avezados y sensibles vecinos del barrio, Pedro Víllora y Ángel Fernández Montesinos. Nadie mejor que ellos para guiarnos por los entresijos y las callejuelas que han sido testigos durante siglos de riñas, burlas y polémicas, como también de suspiros de amor y pactos de amistad.

El espectáculo cuenta con una escenografía mínima que, sin embargo, reproduce perfectamente los ambientes que pretende en todo momento, se trate de cafés, cementerios y demás lugares públicos, o de los espacios más íntimos, incluido lo más profundo del corazón. La dulzura de la declamación, el tempo pausado que requiere la contemplanción del alma, la confesión de las más honestas pasiones se combinan con momentos de distancia irreconciliable entre los caracteres, de falta de encuentro y miradas divergentes, de réplicas cargadas de ingenio y mordacidad. Por eso, Barrio de las Letras seduce tanto desde la simpatía como desde la animadversión, en tanto que ambas parten de la inteligencia y la técnica de unos escritores a los que a menudo solo reunió la vecindad de un barrio, como si hubiesen camiando siempre hacia extremos opuestos de una misma calle.

Víllora y Fernández Montesinos han sabido recoger todo este sabor y toda esta fragancia, con la inestimable colaboración, eso sí, de un equipo eficaz y, sobre todo, las voces de cinco actores, María José Alfonso, Fernando Conde, Carlos Manuel Díaz, Alejandro Navamuel y Yolanda Ulloa, cuya veteranía, por edad y/o experiencia, ha sabido captar la atención del público, atraerlo hacia el escenario de calles y plazas, tenderle la mano y hacerle sentir que la Literatura es un arte vivo y conmovedor; que la aglomeración de artistas en un mismo distrito urbano es un prodigio que no debemos obviar; y que el teatro es capaz de recuperar la comunión del artista con el público, el ser social con el individuo, la Historia con el presente y lo que está por llegar. Propuestas así ayudan a comprender, en fin, por qué merece tanto la pena seguir creando y descubriendo palabras cargadas de belleza, y paisajes únicos y prodigiosos como el Barrio de las Letras de Madrid.

 

Miguel Ángel Jiménez Aguilar, UNED