
Dramaturgia: PETER WEISS
Traducción: MIGUEL SÁENZ
Dirección: LUIS LUQUE
Ayudante de Dirección: ÁLVARO LIZARRONDO
Reparto: FRANCISCO BOIRA, EMILIO BUALE, ITZIAR CASTRO, JUAN CODINA, NACHO FRESNEDA, MARÍA LOBILLO, JUANDO MARTÍNEZ, EDUARDO MAYO, ADRIÁN NAVAS, PEPE OCIO, ANDRÉS PICAZO, JULIA RUBIO Y ANA RUJAS
Escenografía: MONICA BOROMELLO
Ayudante de Escenografía:
Construcción de Escenografía:
Iluminación: DAVID HORTELANO
Movimiento: SHARON FRIDMAN
Videoescena: BRUNO PRAENA
Vestuario: RAÚL MARINA
Ayudante de Vestuario: MANUEL MOLINA
Música: LUIS MIGUEL COBO
Fecha del Estreno: 19 enero - 14 febrero
Teatro: Naves del Español en Matadero
Sala: Sala Fernando Arrabal – Nave 11
Duración: 1 hora y 45 minutos
Crítica teatral de Marat – Sade
Fernando Doménech – RESAD
Estrenada en 1964 Marat-Sade fue un auténtico acontecimiento en el teatro de su tiempo. Una obra capaz de reunir la herencia de Brecht, Artaud y Büchner en una apasionada confrontación entre la locura de la revolución y la revolución de la locura no podía pasar desapercibida en un tiempo en donde se ponía en cuestión el orden establecido en el campo político y en el mundo del pensamiento. Foucault acababa de publicar su Historia de la locura en la época clásica, pero todavía faltaban años para que publicara Vigilar y castigar o Historia de la sexualidad. Peter Weiss se adelantó a muchos de los pensadores del momento a la hora de abordar temas tan candentes como la revolución sexual o la nueva consideración de la locura que llevaría a la antipsiquiatría de Basaglia y Antonucci. Y todo ello en una obra de extraordinaria potencia dramática dotada de una poderosa estructura que incluía el teatro dentro del teatro, el teatro-documento y todas las aportaciones del teatro épico.
Vista hoy en día, la obra de Peter Weiss ha perdido parte de su condición provocadora, pero mantiene bien firmes su pulso dramático y su potencial ideológico. Se ha convertido en un verdadero clásico del siglo XX, para algunos una de las obras dramáticas más importantes de su tiempo.
Cualquier nuevo estreno de Marat-Sade tiene que confrontarse con el mítico montaje de Adolfo Marsillach en 1968. En plena dictadura franquista, la puesta en escena de la obra de Weiss, cuatro años después de su estreno, se puede considerar una verdadera proeza por parte del actor y director catalán. De hecho, toda la crítica de aquel momento, así como la investigación posterior, la consideró un hito definitivo en los años finales del franquismo. Hay algo de injusticia en esta comparación, porque Marsillach jugaba con la profunda impresión que la obra causó en un público apenas acostumbrado a las audacias del teatro que eran ya moneda corriente en Europa, cosa que no ha sucedido con los sucesivos montajes de Narros, de Andrés Lima y de Luis Luque. Pero hay que decir que Marsillach hizo un montaje de gran calidad y enormemente respetuoso con el texto.
No se puede decir lo mismo del de Luis Luque que se ha podido ver en el Matadero. La obra se llama Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representados por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo la dirección del señor de Sade. En esta ocasión se ha conservado el título como subtítulo de la función, pero cabe preguntarse dónde está la casa de salud de Charenton, en qué momento se descubre que los que representan la función son locos: es cierto que el Pregonero -texto obliga- nos dice que la que representa a Charlotte Corday es una enferma de narcolepsia, pero nada en la actuación de Ana Rujas nos lo recuerda. La actriz nunca cae dormida, sino que se da constantes paseos por el espacio escénico como si estuviera midiendo las dimensiones del salón de su casa. Lo mismo ocurre con la obsesión sexual de Duperret y con el resto del elenco, que tocan los instrumentos y cantan como si fueran una alegre orquestina de pueblo durante las fiestas patronales. Esta sensación se va agudizando según van apareciendo bailes populares, como el tango, y llega a su culminación cuando, como fin de fiesta, todos -incluido el director de la casa de salud, el severo abate Coulmier- cantan la apoteosis de la “Fornicación / Revolución”. Un final entre La charanga del tío Honorio y Los mojinos escocíos, pero con menos gracia.
La obra así representada está vacía de contenido. Queda el debate, siempre interesante y bien enunciado por Marat y Sade, entre la revolución social y la afirmación individual, pero inmerso en un musical que, si a veces es brillante, nunca se sabe a qué viene. De poco vale que la interpretación del Pregonero por parte de Eduardo Mayo sea soberbia, o que Nacho Fresneda haga un buen Marqués de Sade y Juan Codina esté muy en su papel de un alucinado Jean-Paul Marat. Tampoco que haya escenas muy logradas mediante una iluminación muy bien utilizada, como en el caso de la muerte de Marat. Mal síntoma es el que los espectadores centremos la atención en estos o en otros detalles: revela que el conjunto interesa muy poco.
Unas palabras acerca de la traducción de Miguel Sáenz. La conocida competencia de este traductor del alemán no evita que los parlamentos en verso suenen mal al oído del espectador. Casi con toda seguridad su traducción es la más fiel desde un punto filológico, y hasta es probable que los versos remitan a una cierta forma de hacer los pregones que también se puede encontrar en las aleluyas y carteles de ciego de la tradición española, pero la realidad es que suenan irremediablemente ripiosos.
Fernando Doménech Rico
3 de febrero de 2021
Diego Da Costa “Marat-Sade: El loco habla con fundamento” Cinemagavia.com
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