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Sinopsis: A través de la poesía y de la danza-teatro, recorremos el espacio infinito que es una mujer. Desde su cuerpo. Mujeres que hablan de mujeres. Mujeres que se reconocen y se reivindican a sí mismas desde lo elemental de su naturaleza: el poder creador femenino. Un canto a la energía femenina creadora y a su belleza. El amor propio girando en torno y alrededor de estas mujeres. El amor a todas las mujeres. A la vida. El nacimiento. La creación. La sabiduría y la muerte. Un reconocimiento, a través de la tierra de la mujer –que es su cuerpo-, de su naturaleza cíclica, una unión con la luna, las estaciones y la vida. Un descubrimiento arquetípico, de los distintos tipos de mujeres que nos habitan e integran las edades de la mujer: la niña, la madre, la bruja y la sabia. (Extraído de: http://nave73.es/portfolio-item/lo-que-sus-ojos-vieron/)

Dramaturgia: Marta Arteaga

Autoría: Marta Arteaga

Dirección: Marta Arteaga

Ayudante de Dirección: Nené Fontaíña

Producción: Lince Comunicación

Reparto: Sara Sanz, Olga Rodríguez, Tíscar Almagro, Kamala Espinosa y Marta Arteaga. Voz en off: Consuelo Trujillo y JuanLu Mora

Escenografía: (Espacio visual) María Mena

Iluminación: Abel García

Vestuario: María Mena

Música: (off) Inés Lolago, (on) Kamala Espinosa

Vídeo Promocional: Nacho Cagiga

Fecha del Estreno: 1 de abril de 2017

Teatro: Nave 73

Duración: 80 minutos

Género: Contemporáneo

Web Oficial: Lo que sus ojos vieron...

 

 

joseramoncanva

Lo que sus ojos vieron. Las mujeres que me habitan. Está de moda poner títulos largos y crípticos a las obras pseudoposdramáticas. Algunas aciertan en contenido y continente. A otras, en cambio, se les rompe el continente e intentan por todos los medios salvar el contenido. No es el caso. Mediante una prosa poética bastante pobre, la obra pretendía adentrarnos con la gracilidad de la danza y el canto en el universo femenino. La mujer se convertía así en el eje central de esta obra y sobre ella versaba todo el contenido simbólico y poético de la misma. A través del rito, la danza, la música, el canto y los elementos primarios pretendían mostrar las profundidades de la naturaleza femenina. Y pese a que tenía ingredientes que la podían haber convertido en una buena obra —la idea, de entrada, resultaba atractiva— finalmente el conjunto resultaba empalagoso y deslavazado. No conseguía su propósito —de haberlo— y llegaba a resultar desconcertante hasta el hartazgo. Como espectáculo teatral se caía desde el comienzo, cuando uno creía asistir a una performance para luego darse cuenta de que no, que aquello era otra cosa —se les secaba el pegamento—. Por si fuera poco, el espectáculo de canto, danza y rito tan primario y simbólico —nótese la ironía— se acompañaba en un momento dado con una proyección de imágenes que poco o nada tenían que ver ni con el tono ni con el mensaje de la obra, ya que ofrecían, salvo en tres o cuatro casos, un único canon de belleza, un prototipo de mujer irreal que chocaba de frente con lo que uno creía que defendían en la obra. Y no era a propósito no, o por lo menos no quedaba nada clara la ironía si la había, sino que parecía que se trataba más bien de una composición de imágenes libres de derechos unidas sin lógica ni relato alguno. Una pena que al final todo quedase tan mal compactado. Es posible que cada cosa por separado no estuviera del todo mal: texto, actrices, canto, danza… pero lo que está claro es que, unidas, quedaban como un jarrón hecho añicos que se ha intentado pegar. Lo dicho, roto el continente, roto el contenido.

José Ramón Sánchez-Pujante y Fernández, ITEM

 

Estrella Savirón, A golpe de efecto, “Un homenaje a las mujeres”

 

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