
Sinopsis: En el aniversario de la Noche de los Cristales Rotos conocí a alguien cuyo nombre aún me estremece pronunciar. Con la noche como alcahueta, comenzó una relación tóxica (rodeada de tóxicos también). El cuerpo fue sacrificado a todos los excesos. Admitir que esta es una historia de desamor (porque haya negación, ira y depresión nerviosa) equivaldría a admitir que muchas veces llamamos amor al hooliganismo emocional, confundiendo afecto con multiorgasmo. A mí me enseñó en qué consiste el verdadero idilio una paseadora argentina de perros… y, más tarde, cuatro actores de teatro. Es tiempo de inventar un amor otro.
Dramaturgia: María Velasco
Autoría: María Velasco
Dirección: Guillermo Heras y María Velasco
Ayudante de Dirección: Tamara Gutiérrez
Producción ejecutiva: Carlota Guivernau
Reparto: Carlos Troya, Olaia Pazos, Kike Guaza, Valeria Alonso y María Velasco.
Escenografía: Marta Cofrade
Iluminación: Marta Cofrade
Vestuario: Raquel Soto izquierdo
Fotografía: Marta Cofrade
Fecha del Estreno: 14 de abril de 2016
Sala: Cuarta Pared
Duración: 1:26:00
Crítica teatral de La soledad del paseador de perros
Almudena Gavala – Alumna en prácticas máster UCM
La soledad del paseador de perros se estrenó en la sala La Cuarta Pared el 14 de abril de 2016. El texto nace en el taller «Fragmentos de la catástrofe» impartido por Guillermo Heras, quien también codirige junto con María Velasco la puesta en escena.
La soledad del paseador de perros explora, partiendo de una vivencia personal de María Velasco, la autora, las relaciones interpersonales, el daño que produce el abandono y la dependencia energética de la sumisión y la domesticación en una pareja. Como perros, María Velasco muestra la capacidad de obediencia absurda que a veces tenemos los seres humanos y como perros abandonados terminamos sintiéndonos cuando no tenemos a quien regalar nuestra fidelidad, «mi soledad-la de María- es un perro que aúlla sin que nadie lo pueda oír».
Sobre una escenografía fija consecutiva y, en ocasiones, simultánea reconocemos los lugares en los que se tejen y deshilan las relaciones y la relación desde la que nos habla la autora. Una cama, objeto de desunión, de dependencia y de depresión; dos pizarras colgantes objetos de la comprensión y la explicación; la barra de un bar, el lugar desde el que pretende olvidar; la mesa con sillas para dos desde las que se consuela, denuncia y purga sus heridas; y al fondo las correas para atar a los perros, el proceso previo al paseo y al viaje emocional donde comienza el enganche.
Una variedad de voces destripa la historia porque María se narra a sí misma desde ella misma, la narra (Kike Guaza) y se duplica en escena en su alter ego (Olaia Pazos) quien recurre al consuelo de Malena Mofeta (Valeria Alonso) paseadora de perros, porque su pareja de relación abierta (Carlos Troya) la ha vaciado llegando a los límites y consciente de su destrucción baila con él Dance me to the end of love «porque durante un tiempo mi electricidad era tu electricidad» recuerda Ella (Olaia).
El resultado de La soledad del paseador de perros es una dinámica y acertada puesta en escena que acentúa y eleva la espiral de una vivencia que hubiese muerto en cualquier otro formato.
José- Miguel Vila, ‘La soledad del paseador de perros’, de María Velasco, una propuesta teatral renovadora y valiente”, Diario Crítico [8]
Jesús Flacón, “La soledad del paseador de perros”, Tragycom [7]
David Ladra, “La soledad del paseador de perros/María Velasco”, Artezblai [9]
Julio Castro, “La vista atrás se encuentra con “La soledad del paseador de perros”, La república cultural.es [9]
Entrevistas y reportajes
Javier López Rejas, “Guillermo Heras”, El cultural
La soledad del paseador de perros es una dinámica y acertada puesta en escena que acentúa y eleva la espiral de una vivencia que hubiese muerto en cualquier otro formato.
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