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teatro

Crítica de La gaviota

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Julio Vélez Sainz, José Gabriel López Antuñano
ITEM-UCM, ITEM-UNIR

La primera fue una producción de Heartbreak Hotel, Titus Andrònic S.L., Temporada Alta 2020 y Grec 2020, en colaboración con La Abadía con dirección y adaptación de Àlex Rigola, espacio escénico de Max Glaenzel y diseño de iluminación de August Viladomat. El elenco, magnífico, estaba formado por Nao Albet, Pau Miró, Xavi Sáez, Mónica López, Irene Escolar y Roser Vilajosana, gente muy de primera línea teatral y con mucho oficio.

Rigola es uno de los directores de escena más interesantes de la actualidad. Su obra ha llegado a generar una amplia bibliografía y a figurar entre los directores más influyentes del momento, como muestra su inclusión en el compendio La escenificación española contemporánea. Una mirada más allá de nuestras fronteras, editado por Marga del Hoyo [Granada: Editorial Tragacanto, 2017] donde aparece junto a Lluís Pasqual, Calixto Bieito, Rodrigo García, Angélica Liddell, Helena Pimenta e Ignacio García.

Como indican Jara Martínez y Javier González, Rigola suele partir de los elementos de una poética escénica con espacios no realistas, sino narrativos, con escenografías conceptuales e incluso simbólicas —cruces rosas, cintas de correr—, con elementos de vídeo proyección —como en 2666—, un vestuario cotidiano y actual y uso de la cámara en directo.

Esta producción usó la mayor parte de estos elementos: un momento de interés es cuando Nao Albet usa la cámara para generar confusión al crear distintos focos de atención, de modo que duplicaba su imagen —física y proyectada—, lo que genera una mirada dispersa y estimulante en el espectador. La dichosa gaviota se multiplicaba.

Con los actores trabaja con la interpelación directa al público, tan recurrente en esta obra y el uso de micrófonos (vemos algunos de diadema y también de mano), lo que permite un código actoral íntimo. En términos dramatúrgicos se omite bastante información, tanto de la fábula como de los personajes, y se eliminan tramas.

La obra dependía en gran medida de si el público lograba conectar con los ejemplos de autoficción de los actores, sobre todo, Irene Escolar, Nao Albet, Pau Miró, que protagoniza la mejor escena de la producción, y de la gran Mónica López. Para mí, no llegó al nivel de otras producciones del director como 2666 o El público de Lorca.

 

Crítica teatral de La Gaviota

José Gabriel Antuñano

Alex Rigola, como ya hiciera en Un enemigo del pueblo, realiza una relectura del texto, esta vez de Chejov, a través de las escenas y conflictos más relevantes de la obra original, y reduce los personajes a seis (Treplev, Nina, Arkádina, Trigórin, Másha y Sórin). Los actores cuentan cuanto ocurre en La gaviota, deteniéndose en aquellas escenas seleccionadas, enunciando hechos sobre los que se asentarán otras escogidas y narrando los acontecimientos imprescindibles entre una y otra escena. La relación argumental, demasiado elíptica, acaso resulte compleja de seguir para aquellos espectadores que no hayan leído a fondo el texto de Chejov, porque se omite bastante información, tanto de la fábula como de los personajes, y se eliminan tramas. Sobre el esquema confeccionado, se superponen los personajes seleccionados en un juego de identidades cruzadas; es decir, con el soporte en las características, comportamientos y objetivos de los literarios se sobreponen algunos rasgos externos del quehacer artístico de los actores que los interpretan. Este recurso, tan del agrado de muchos de los espectadores, es explotado en la versión y permite el escape de situaciones donde comienza a introducirse la monotonía por el discurso verbal. En este planteamiento dramatúrgico de contador de historias y reducción de conflictos, extraña la relación entre lo que los personajes son en el drama de Chejov, fracasados, solitarios y desesperanzados (manifiesta unas veces, oculta otras tras una capa de superficialidad) y la intimidad que muestran, con la trayectoria personal de los actores que los sustentan, (que no interpretan sobre la escena), pues todos son triunfadores y no exhiben rasgos existenciales que permitan deducir su desagrado y hastío existencial. Este diseño aboca a un final, el resumen del acto cuarto de Chejov (aburrido juego, aquí de dominó, regreso de Nina de Moscú, conversación con Treplev y suicido de este), poco verosímil por su falta de coherencia, tanto para los espectadores que conozcan La gaviota como para los que no hayan leído o visto este drama, aunque el oficio del director atine al rescatar una emotiva escena de Irene Escolar interpretando a Nina en el diálogo final con Treplev (Nao Albert), convertido en un dramaturgo de éxito de nuevas escrituras escénicas. La empatía final borrará cualquier atisbo de comprensión.

Antes de esta última escena, se asiste a momentos de emoción y detalles bonitos y con intensidad dramática, cuando los actores dejan de narrar y se aproximan a su personaje para interpretarlo. Esto último entreverado con la frialdad narrativa, parecería indicar que el director pretende releer La gaviota desde una perspectiva distanciada, para que el espectador no se identifique y reflexione, como pretendía Brecht; sin embargo, para conseguir este objetivo faltan una historia con más enjundia, con la priorización del tema del arte o del amor, unos personajes con mayor sustancia y no rozar la emoción melodramática en algunos momentos.

El espacio escénico es el escenario desnudo con tres mesas y una pantalla junto al foro, que recoge la proyección de un lago, el descrito en una de las primeras acotaciones de La gaviota. La luz, semeja la de ensayos, y la sala permanece iluminada, con baja intensidad, durante la representación. Los actores visten con ropas de hoy y dicen la mayor parte de las veces con micrófonos, excepto cuando interpretan las referidas escenas “emocionales y climáticas”. El director marca un tempo lento que, en ocasiones, cansa y pide a los actores que no interpreten, solo que digan. Pese a esto no todos responden de la misma forma y se echa de menos una mayor unidad interpretativa: algunos no despegan de su personalidad, otros se observan afectados, y toda la escenificación parece concebida para el lucimiento de Irene Escolar, que es una gran actriz.

Rigola continúa en esta gaviota la línea minimalista, que parece insuficiente. Se queda corto y superficial en la analogía que pretende trazar entre la sociedad chejoviana y la contemporánea. Pese a ello, se aprecia que conoce bien su oficio, que domina los resortes de la dirección, porque los explota cuando lo requiere este espectáculo, que gustará al público en general, por la fábula que lo sustenta, los detalles de intensidad dramática, las gotas de emoción, los guiños a problemas cotidianos y los chascarrillos de los actores.

José Gabriel López Antuñano


Sinopsis

Sobre el texto de Chejov, se realiza una lectura situando el foco en las identidades cruzadas entre los personajes y los propios actores.


Equipo



Autoría
Antón Chéjov
Versión
Alex Rigola
Dirección
Álex Rigola
Ayudante de dirección
Alba Pujol, Alba Pujol


Producción
Heartbreak Hotel, Titus Andrònic S.L., Festival GREC 2020, Departament de Cultura Generalitat de Catalunya
Producción Ejecutiva
Irene Vicente


Reparto
Nao Albert, Pau Miro, Pep Cruz, Mónica López, Irene Escolar, Roser Vilajosana
Escenografía
Max Glaenzel, Max Glaenzel




















Vestuario
An d’Huis
























Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 14/09/2020

Teatro: Teatro de la Abadía

Sala:  Sala Juan de la Cruz

Duración en minutos: 70

Género  Drama

En los Medios

José Miguel Vila, La gaviota, Chéjov, Rigola y la aún más insoportable levedad del ser poscovid, Diario Crítico

Ángel Esteban Monje, La gaviota, Kritilo


La gaviota

«Rigola continúa en esta gaviota la línea minimalista, que parece insuficiente. Se queda corto y superficial en la analogía que pretende trazar entre la sociedad chejoviana y la contemporánea. Pese a ello, se aprecia que conoce bien su oficio, que domina los resortes de la dirección, porque los explota cuando lo requiere este espectáculo, que gustará al público en general, por la fábula que lo sustenta, los detalles de intensidad dramática, las gotas de emoción, los guiños a problemas cotidianos y los chascarrillos de los actores.»

José Gabriel López Antuñano

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