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Crítica de La edad de la ira

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Juan Ignacio Mortera Martínez, José Gabriel López Antuñano
Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM, ITEM-UNIR

LA CAUSA DE LOS REBELDES

Juan Ignacio Mortera Martínez

Alumno en prácticas Máster en Teatro y AAEE

Existe un sector de la población que ha sido especialmente abandonado por el teatro, los jóvenes. Aunque son ellos, los que abarrotan los centros de formación teatral, tanto públicos como privados, nunca han sido contemplados como espectadores teatrales específicos. Varias iniciativas han intentado llenar, en los últimos años, este vacío y ofrecer productos de calidad con y para los jóvenes. Sólo ese esfuerzo merecería un aplauso por parte de todos y una transcendencia social mayor de la que ha obtenido. Cualquier educador sabe, que los adolescentes, son un colectivo complicado y que existe un divorcio con la cultura cuando se abandona la senda de los quince años camino de la mayoría de edad. Demasiadas cosas bullen en la cabeza para perder el tiempo en distracciones.

En ese territorio tan complicado es donde entra con toda la valentía y sin ningún tipo de prejuicio La Joven Compañía con este espectáculo, La Edad de la Ira, y con su filosofía de grupo. La obra parte de una propuesta literaria curiosa, ya que primero fue una reconocida novela y más tarde su mismo autor la adapta al teatro. Trayecto extraño cuanto menos por poco frecuente y dado sus buenos resultados, se convierte en una invitación para explorar este tipo de viajes entre géneros.

La Eda de la Ira por su estructura, disposición e intensidad, despliega su forma como autoreferencialidad misma de la adolescencia. Sus creadores parecen tener claro, desde un primer momento, como cristalizar teatralmente ese universo de conflictos, desazón, melancolía, existencialismo y vitalidad de una época tan especial como incierta. Elaboran una sintaxis escénica que se ajusta perfectamente a la forma y al espíritu de lo que cuentan y lo más importante, al segmento de público al que va dirigido, los adolescentes. Por ello, se disculpan algunos excesos y se comprende que se haya primado el dinamismo antes que la sobriedad y contención. Cuestiones estas que seguramente la trágica historia que se relata necesitaría, aunque fuera solamente apuntadas, en determinados momentos.

Esto no resta un ápice al valor de un espectáculo no sólo necesario sino imprescindible. Esta condición se produce cuando una puesta en escena suma distintos vectores y sale victorioso en la batalla. La Edad de la Ira posee el atrevimiento de abordar temas duros e importantes sin esconderse. Huye de lo políticamente correcto y de la ocultación tan habitual en la educación juvenil de esas zonas oscuras, como si esto implicara su desaparición. Las drogas, el suicidio, el acoso, el sexo, las relaciones homosexuales, la insatisfacción, el poliamor, etc, se muestran sin tapujos y alimentan las fuertes emociones y conflictos de los protagonistas. Son los nudos sobre los que se teje una dramaturgia intensa que no pierde de vista la palabra y el conflicto. Texto duro, pero a la vez bello, que despliega su peripecia a través de unos personajes desnudos, creíbles en su debilidad y de fuerte atractivo emocional para el espectador. Todo ello, encajado en una estructura narrativa en flashback, deconstruida, episódica, heredera de la sintaxis cinematográfica y que conecta rápidamente con el público ya que se ha acostumbrado a una forma de narrar donde se siente integrado y activo.

A partir de ese conjunto dramatúrgico, se genera una puesta en escena brillante, poética, atractiva e hipnótica que reivindica lo teatral como espacio del discurso. Se abandona el realismo que propone el texto para construir, en base a los diferentes lenguajes escénicos, una sintaxis poética y simbólica. Esto permite materializar un discurso lleno de matices, metáforas, sugerencias y estímulos envolviendo y atrapando al espectador. Todo ello a través de la ocupación de un espacio escénico que se transforma en el lugar básico de composición a través de las herramientas fundamentales del oficio teatral. Superposición de planos espaciales diferentes en tiempo y espacio, utilización de proyecciones, economía en la construcción de acciones, trabajo con la presencia, disposición de objetos poéticos, corporeización de conflictos y sucesos, acciones paralelas, dilatación del tiempo, etc. El sostén es una escenografía con aire minimalista pero que bajo su sencillez esconde una complejidad importante. Un cubículo rectangular con placas transparentes, donde se proyectan imágenes. Estructura perfecta para transitar de forma vertiginosa, espacios y tiempos diferentes. Un acierto que nos acerca a la idea un parque infantil en su uso, ya que el grupo parece ir de un aparato a otro sin un rumbo fijo. Merecido, sin duda el premio a la escenografía otorgado por la Asociación de Directores de Escena (ADE).

Hay que destacar, también, el continuo trabajo con las atmósferas. Conseguidas través de una manipulación continua de la luz y del espacio sonoro. Dicha manipulación no sólo permite caracterizar eficazmente los distintos espacios, sino que evoluciona en función del estado de ánimo de los personajes. De la importancia que adquieren estos elementos, basta indicar la estética que provoca el empleo de la luz lateral en calle y el humo escénico. Todos esos elementos, se manejan con un criterio principal, emocionar. Esta es las claves principales que maneja la puesta en escena y que está presente, incluso, en las coreografías diseñadas para narrar determinados momentos.

Para que esa emoción brote no sólo es fundamental la disposición adecuada de los diversos lenguajes escénicos sino, también, el trabajo actoral. El elenco, muy joven, despliega un trabajo basado en la entrega, la convicción absoluta, la fuerza de la presencia y lo coral. Partiendo del realismo construyen unos personajes muy creíbles que habitan el mismo cosmos, pero poseen personalidades distintas. Ellos son el líquido catalizador de las emociones a través de una determinación sin descanso que está presente desde el comienzo de la función. No es fácil entregarte a ese universo, por muy próximo que lo tengas, cuando un actor requiere tiempo, memoria y experiencia.

En resumen, podemos decir que La Edad de la Ira es un espectáculo valiente, bien construido y muy importante con el compromiso que muestra con la producción teatral de nuestro país. Teatro no sólo necesario, sino imprescindible en su compromiso y que debería gozar de un apoyo excelso de todos. Esos espectadores que se emocionan e identifican con las palabras de La Joven Compañía seguramente no abandonarán el teatro nunca y tendrán en este arte una referencia para sus vidas.


Sinopsis

La vida de un grupo de adolescentes estalla a partir de un posible asesinato cometido por uno de ellos. La tensión da lugar a que afloren sentimientos, sueños, miedos, comportamientos y relaciones familiares en un retrato intenso de lo que supone esta época de la vida.


Equipo

Dramaturgia
Pablo Messiez
Autoría
Nando López
Versión
Fernando J. López
Dirección
José Luis Arellano
Ayudante de dirección
Andoni Larrabeiti, José Cobertera, Alex Ygoa
Adaptación
Fernando J. López
Producción
Olga Reguilón


Ayudante de producción
Nuria Chacón, Rocío de Felipe, Víctor Hernández, Dani Villar
Reparto
Javier Ariano, Alejandro Chaparro, Jesús Lavi, Rosa Martí, Laura Montesinos, María Romero, Alex Villazán, Jorge Yumar, Juan Echanove, Mabel del Pozo, Iker Lastra
Escenografía
Silvia de Marta
Construcción de escenografía
May Servicios, Juan Carlos Rodríguez
Ayudante de escenografía
Álvaro Millán, Irene Monje
Iluminación
Juanjo Llorens


Música
Luis Delgado
Espacio Sonoro
Luis Delgado
Fotografía
Samuel GarAr, David Ruano




Compañía
La Joven Compañía
Vestuario
Silvia de Marta
Ayudante de vestuario
Álvaro Millán, Irene Monje
Realización de vestuario
Conchi Marro, Aurora Estévez
Caracterización
Chema Noci


Festivales
Festival de Teatro de Málaga
Premios
Premio ADE 2018 mejor escenografía




Video escena
Álvaro Luna, Elvira Ruíz Zurita


Web
https://www.lajoven.es/laedaddelaira


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 18/04/2017

Teatro: Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque

Sala:  -

Duración en minutos: 100

Género  Drama

En los Medios

Luis Martínez del Amo, “La edad de la ira: la voz recobrada», Críticas de Teatro

Aldo Ruiz, «La edad de la ira: enorme Alex Villazán en un excepcional montaje de “La Joven Compañía” a partir del texto de Fernando J. López», El Teatrero.

Juan Ignacio García Garzón, “La edad de la ira: los años de la impaciencia», ABC

Rocío García, «La ira adolescente: entre el infierno y la alegría», El País


La edad de la ira

Se genera una puesta en escena brillante, poética, atractiva e hipnótica que reivindica lo teatral como espacio del discurso

Juan Ignacio Mortera Martínez

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