Crítica de Hamlet entre todos

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

Los números imaginarios es una compañía teatral que nace en 2013 con la intención de estrechar la relación actor-espectador y hacer del teatro una experiencia inmersiva. En 2014 subieron a las tablas La cena del rey Baltasar de Calderón de la Barca, una versión contemporánea de la obra clásica que permitió a los asistentes compartir mesa con los actores y vivir el auto sacramental desde dentro. Su nueva propuesta, Hamlet entre todos, nos invita a vivir una nueva experiencia teatral a partir de una de las obras más célebres de Shakespeare. El montaje se ha ideado como un trabajo colectivo (de casi 4 horas de duración) donde todos los espectadores cumplen un papel dentro del espectáculo. El público, que ha sido invitado a la boda del rey Claudio y la reina viuda Gertrudis, se divide en cuatro grupos. Los “Claudios” está compuesto por los tíos de Hamlet que son representados por los hombres adultos del público. Uno de ellos será escogido para representar al Padre de Hamlet (el Espectro) y a Polonio (padre de Ofelia y Laertes). Un segundo grupo está compuesto por las “Gertrudis”, las madres de Hamlet, representado por las mujeres adultas. El tercer grupo se llama “Horacios” y lo componen los mejores amigos de Hamlet que en este caso son los chicos jóvenes. Por último encontramos las “Ofelias” o amantes de Hamlet formado por las mujeres jóvenes. Una vez compuestos los grupos se distribuyen en la sala y comienza la representación. Hamlet (Alejandro Pau), que orquesta este ejercicio colectivo, se nos presenta como un joven treintañero del siglo XXI que no encuentra su lugar en el mundo y que recurre a la música como medio de expresión. Tal es así que el espectáculo se construye como un concierto electroacústico donde el joven príncipe da rienda suelta a sus emociones y donde todos los allí presentes (ochenta espectadores) van construyendo, a modo de happening, el mundo de Hamlet. La experiencia resultante permite al público tomar conciencia de la verdadera naturaleza del teatro como comunión. Hamlet entre todos nos recuerda lo necesario que es recuperar el vínculo emocional entre actor y espectador, un lazo que ha ido perdiendo intensidad con el paso del tiempo y que es necesario consolidar a través de propuestas como esta. Todo en la puesta en escena responde a una estética contemporánea (la ropa que trae el público, el lenguaje empleado por Hamlet, la música electrónica que suena en algunos intervalos, las canciones interpretadas por Alejandro Pau, entre ellas, Creep de Radiohead…). Apenas se usan unos pocos objetos para ambientar las escenas (algunas prendas, coronas y objetos de liturgia). Si bien hay algunos momentos en los que decae el ritmo de la obra, no deja de ser una propuesta original (y muy necesaria en los tiempos que corren) que nos permite vivir el teatro en toda su plenitud.

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T