Germen: nuestros mejores bailes serán en la intimidad

Crítica de Germen

Mélanie Werder Avilés

ITEM-UCM

Si hay algo positivo del inicio de temporada, es poder recuperar las piezas estrenadas en el marco de un Festival Surge atípico, con las salas diezmadas en capacidad –y el placer para las compañías independientes que otorga la facilidad de colgar el cartel de “no hay entradas”- Esto ocurrió con esta pieza, que Nave 73 recupera en su programación para los que se perdieron en ese lustroso Sold Out.

En escena, 3 intérpretes vestidos estilo casual, cómodos: riñonera y bambas. A sus pies, como peones de un ajedrez gigante, una fila de lámparas de escritorio color gris. Flanqueando la parte trasera, el diseñador de sonido. Su voz omnipotente rotulará los meandros de la fábula leyendo las definiciones-título de lo que está a punto de ocurrir.

La voluntad de mostrar media cara del artificio teatral queda clara desde la entrada del público: hemos venido a jugar.

Uno de los intérpretes lo anuncia al principio –como diciendo, repito, esto es un juego- sea lo que sea lo que han venido a buscar, quedarán decepcionados. Un aviso para el espectador o más bien para los caminantes, para la vida, para la búsqueda, un consejo para el trayecto.

La corporalidad que encapsula la ficción dota de un ritmo vertiginoso a las tres historias que terminarán enroscándose sobre si mismas, no sin antes tratar de abordar una gran cantidad de  temas filosos de manera palpitante: el cuerpo, el deseo, el trabajo, la maternidad, la inmigración, la soledad, la comunicación, la expectativas, la perspectiva de género, el machismo, los abusos, la identidad, la enfermedad, los miedos e incluso el propio mundo del teatro. La dramaturgia de Laura Garmo trata de abarcar todos los proyectiles que salen disparados de la explosión derivada del choque de tres vidas. Una dramaturgia que se abre en muchas direcciones, a veces con cierta sensación de dispersión, pero que es recogida con firmeza en la dirección.

La crudeza de lo narrado hila con un juego interpretativo de estilo directo basado en la apelación hacia el público. Un efecto que pasa de una violencia inicial (si no pueden aguantar una hora sin mirar el teléfono…) a resolverse con humor y balanceando constantemente la línea divisoria entre intérprete y personaje. Los efectivos guiños constantes a la forma refuerzan el poder de la estructura posdramática. Hay una historia, pero se revela algo más. El poder de Germen reside en las aristas de su forma. La pieza se observa desde una esquina entre lo aristótelico y lo posdramático, pero no cae en manierismos gracias a la sujeción que le otorga la dirección.

Imágenes poderosas, acertadas y bellas –qué difícil es presenciar buenas escenas de sexo en escena- nacidas de la noción de equipo (los tres cuerpos se armonizan con precisión) junto al salvoconducto del humor y la potencia de Coral Ros interpretando a Susana, el personaje cuya trama resulta magnética,(¿Para cuando un spin off?), confirman un todo que se cierra destacando el otro pilar fundamental de esta pieza: el cuidadísimo espacio sonoro. Un trabajo de Benigno Moreno que engloba y cierra el cruce de historias con un instrumento del cual uno no puede salir. ¿Cuál? Mejor verlo.