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Crítica de Robots Universales Rossum

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Alejandro Hermida de Blas
ITEM-UCM

Robots Universales Rossum -más conocida por sus siglas R.U.R.-, la obra clásica de Karel Čapek que introdujo en la imaginería popular el nombre y la figura del robot, ha cumplido recientemente cien años de su estreno en el Teatro Nacional de Praga (enero de 1921). A esta puesta en escena -a la que se adelantó en pocos días otra realizada por aficionados en la pequeña ciudad de Hradec Králové- siguieron las de Nueva York (1922), Londres (1923), París (1924) y Barcelona (1928), entre otras, las cuales dieron una difusión insólita a un drama escrito originariamente en checo.

El centenario no ha pasado inadvertido en la escena madrileña gracias a la conjunción de la iniciativa institucional de la República Checa y la inquietud de un director español, Carlos Be, vinculado a ese país por su trabajo. El propio director ha traducido y adaptado la obra para un formato de cámara, omitiendo a personajes no esenciales y haciendo que cada uno de los cuatro actores encarne a más de uno. El trabajo de director, actores y técnicos es más que correcto. Carmen Mayordomo -sobria y convincente en los papeles de la robot Sulla y del encargado de talleres Alquist- y Joan Bentallé -alternativamente Harry Domin y el robot revolucionario Radius- traslucen experiencia, mientras que Javier Arribas -como doctor Gall, robot Primus e incluso la anciana sirvienta Nana- y Rosana Blanco -en el doble papel de Helena humana y Helena robot- aportan desparpajo.

La adscripción genérica de Robots Universales Rossum -que en el original reza “Drama colectivo en una comedia introductoria y tres actos”- es problemática. Aun siendo conscientes de esto el director y los actores (véanse sus declaraciones en entrevistas), su interpretación se inclina claramente hacia lo cómico, lo satírico e incluso lo vodevilesco. Si algunas licencias no se alejan esencialmente del espíritu del texto -por ejemplo, la actualización de los robots Primus y Helena, pareja fundacional de la posthumanidad, como jóvenes “chonis”-, otras sí lo hacen; pienso en la caricaturización de Nana, que en el texto de Čapek, pese a la connotación humorística de su registro lingüístico, es la voz del sentido común y la sabiduría del pueblo -con todo lo dudosos que estos conceptos puedan resultar a una mente escéptica y racionalista-, mientras que en la puesta en escena representa un oscurantismo supersticioso y grotescamente mojigato; este detalle refleja quizá la propia polarización española en torno al clericalismo, más enconada que en la secularizada sociedad checa.

Con todo, esta es una de las posibles lecturas de un texto que, desde su estreno, escapó a las intenciones -nunca aclaradas satisfactoriamente- de su autor, dando lugar a múltiples recepciones contradictorias: desde la ácida crítica social (y casi socialista) al capitalismo, hasta la advertencia contra el progreso tecnológico excesivo, realizada en nombre de los valores humanísticos (y vagamente cristianos) tradicionales. No hay un único “mensaje” en el drama de Čapek y, fuese cual fuese la motivación consciente del autor para escribirlo, sorprende la intuición con la que captó el espíritu de su tiempo, que -pese a los cien años transcurridos- también es el nuestro: el ciclo de la producción en masa, del consumismo y de la externalización del trabajo físico en aras de un progreso entendido como comodidad y ociosidad burguesas. El autor checo, que escribía con la experiencia reciente de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, fue precursor -antes que Zamiatin, Huxley y Orwell- del giro de la utopía a la distopía, tan característico del siglo XX; y lo fue con una constancia (de la que Robots Universales Rossum es sólo el primer ejemplo, y el más original por teatral, no novelístico) que no deja lugar a dudas sobre su preocupación por la evolución social.

Esta discreta celebración del centenario de Robots Universales Rossum tiene, entre otros méritos, el de ganar para el teatro un nuevo espacio: La Cripta Mágica, un pequeño café teatro dedicado desde 1987 a los espectáculos de magia. Su ambiente de teatro histórico, decorado en rojo y oro, lleno de recovecos y vitrinas con objetos originales de la profesión, así como la cercanía entre el público -dispuesto en sillas y en pequeños palcos- y los actores, son parte del encanto de la puesta en escena. Está previsto que la obra vuelva a los escenarios en otoño de 2021, seguramente en otras ubicaciones, lo que dará la oportunidad de verla a más espectadores. Se la recomiendo.

Alejandro Hermida de Blas

ITEM-UCM


Sinopsis

La activista Helena llega a una isla donde se fabrican humanos artificiales llamados robots, por cuyos derechos se interesa. Allí se sorprende de la dificultad de distinguir entre robots y humanos. Tras aceptar la propuesta de matrimonio del director de la fábrica, Harry Domin, se queda a vivir en la isla. Diez años más tarde, la situación ha cambiado: en todo el mundo los robots se han rebelado; también asedian la isla, mientras los directivos de la fábrica esperan una evacuación por barco que no llega. La humanidad se enfrenta a su declive, tal vez a su fin definitivo, pero los acontecimientos aún pueden dar un giro inesperado.


Equipo

Dramaturgia
Carmen López, Mendoza
Autoría
Karel Čapek


Dirección
Carlos Be
Ayudante de dirección
Javier Arribas


Producción
La Casa Be, Embajada de la República Checa en España, Centro Checo, La Cripta Mágica, Universidad Complutense de Madrid, INAEM




Reparto
Javier Arribas, Joan Bentallé, Rosana Blanco, Carmen Mayordomo






Iluminación
Joaquín Navamuel






Fotografía
Roberto Cuezva
Traducción
Carlos Be




Vestuario
Ester Lucas






Diseño del cartel
Juanjo García












Web
http://www.carlosbe.net/2017/06/robots-universales-rossum.html


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 02/05/2021

Teatro: La Cripta Mágica

Sala:  -

Duración en minutos: 90

Género  Drama

Robots Universales Rossum

«Está previsto que la obra vuelva a los escenarios en otoño de 2021, seguramente en otras ubicaciones, lo que dará la oportunidad de verla a más espectadores. Se la recomiendo.»

Alejandro Hermida de Blas

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