Crítica de Tom en la granja

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T-UNED

“la homofobia no es el tema obsoleto que muchos desearían creer, especialmente aquellos cansados ya del tema o aquellos que creen que si los medios de comunicación están tratando el tema es que ya habrá alguien ocupándose de solucionarlo”. La sugerente escenografía de Alessio Meloni evoca el pueblo rural en el que se desarrolla la obra. Para ello se sirve de varios módulos de madera que a modo de paredes delimitan los distintos espacios en los que transcurre la acción. Acompaña un mobiliario de madera, una cama hecha de paja y algo de maleza que en ocasiones asoma al escenario. El vestuario refuerza esta ambientación con colores ocres, marrones, grises y blancos resultando, en conjunto, una atmósfera asfixiante que nos transmite la angustia de Tom, personaje obligado a alimentar las mentiras de su novio y a ocultar su homosexualidad. El dramaturgo pone de relieve así lo que manifiesta en el programa de mano: que los homosexuales, por sus circunstancias, aprenden a mentir antes que a amar. Frente a una cuidada puesta en escena las interpretaciones no terminan de ser brillantes ni del todo convincentes (a excepción de Yolanda Ulloa que destaca por encima del resto) para un drama tan desgarrador como el que se presenta ante nuestros ojos. Quizás ha faltado algo más de coherencia en el conjunto del montaje pero no cabe duda de que estamos ante un buen trabajo que clama por el fin de la homofobia en el ámbito rural.

Olivia Nieto Yusta

SELITEN@T