Los cinco arrasan de nuevo

Crítica de Pilobolus, Big-five oh!

María García Mayo

Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

Con motivo de la celebración del Festival Internacional Madrid en Danza, los Teatros del Canal han decidido ofrecer al público el espectáculo de una compañía de danza tan emblemática como talentosa: Pilobolus. Para rememorar sus cincuenta años de recorrido, decidieron ofrecer una macedonia de cinco de sus mejores obras: Untitled (1975), The Transformation (2009), On the nature of things (2014), Shizen (1978) y Branches (2017).

Durante estas décadas la compañía ya ha pisado escenarios de Broadway, ha participado en la olimpiada cultural de unos Juegos Olímpicos, en la entrega de los premios Oscar, ha logrado nominaciones y premios propios… Además se ha contado con su presencia en programas televisivos, cine y publicidad. Cuentan con un catálogo de más de 120 puestas en escena de danza, llegando anualmente a una audiencia que supera las 300.000 personas y que suelen recordar títulos como Wetten, Dass..?, Le Plus Grand Cabaret du Monde, So You Think You Can Dance…

El propio título de la puesta en escena, Big-Five Oh!, hizo un spoiler de lo que se iba a vivir en la Sala Roja de los Teatros del Canal, porque realmente fueron cinco representaciones sublimes y cada cual mejor que la anterior. Algunas parecían juegos de niños, nos recordaban a películas de Disney y nos trasportaban a otros lugares imaginarios. El resultado de esto fue entender que a veces no hay mayor acto de seriedad y éxito que el de volver a pensar como niños.

Sin necesidad de una iluminación excéntrica ni una escenografía elaborada, los seis bailarines llenaron el escenario con su simple presencia, apoyándose física y mentalmente en todo momento entre sí. La complicidad entre ellos era palpable, las horas de práctica y ensayos más que evidentes, y la sensación de grupo y unidad como solución, fue totalmente demostrada a partir de unas figuras construídas con sus propios cuerpos que llegaban a burlar a la gravedad.

Acompañados mayoritariamente de música clásica, Pilobolus fue capaz de adaptar su espectáculo desde coreografías relativamente tradicionales hasta un espectáculo de sombras chinas. Para ello bordearon en todo momento el contorsionismo y la elasticidad como método dancístico prioritario.

La representación no tuvo una continuidad lineal, sino que fue más a modo de «pequeños sketch«. La finalización de cada una de las cinco pequeñas obras eran proseguidas por un parón de unos minutos y cierre de telón. Además, de las dos horas de espectáculo, 20 minutos se dedicaron a un descanso para el público, lo que hizo que en ningún momento se hiciera pesado ni nadie tuviera margen de aburrimiento.

En definitiva, Pilobolus levanta públicos internacionales desde hace ya muchos años, y estos días han demostrado en los Teatros del Canal que, de momento, ni su fórmula, ni su éxito van a morir.

9,5/10