Crítica de Dos más dos

Álvaro Chumillas Expósito

Prácticas, Máster de Teatro y Artes Escénicas UCM

¿Es posible mantener viva la pasión en las relaciones largas? ¿Qué sucede con el deseo cuando se forma una familia? ¿Es suficiente el amor para que se mantenga unida una pareja? ¿Hay solo una manera de entender la fidelidad?

 

Sobre todas estas preguntas reflexiona esta obra, durante más de su hora y media, a través de dos parejas de amigos con dos maneras totalmente distintas de concebir no solo su relación, sino la vida, y que, sin embargo, como buenos polos opuestos, no pueden evitar atraerse.

 

Una pareja aparentemente liberada trata que otra pareja aparentemente convencional conecte con sus fantasías más íntimas, sin juzgarse por ello, dándose la rutina frente a la diversión, lo aceptado socialmente frente al deseo oculto, o lo que es igual; el ying y el yang de la vida que caminan juntos en esta comedia donde los cuatro personajes acaban enfrentándose a sus propias contradicciones, y siempre a través de humor por supuesto, ya que todo se digiere mejor con él.

 

Contemplaremos todo un alarde rocambolesco de como se desarrollan las relaciones de pareja hoy día desde los distintos puntos de vista de los cuatro protagonistas, y nos plantearemos tras ello si merece la pena embarcarnos en ciertas experiencias una vez decidimos compartir nuestras vidas con alguien, pues no siempre lo que más se desea es lo que no tienes, o si no que se lo digan a Adrián, un magnífico Daniel Guzmán que hace brotar las carcajadas del respetable precisamente por manifestar lo que cualquiera ha podido plantearse en cualquier momento pero no es capaz de dialogar o expresar con su compañero o compañera. Y es que se va mascando toda esta ironía trágica que desemboca en un coherente final que no vamos a desvelar pero que, insisto, hace reflexionar a la salida.

 

La sencilla escenografía a base de módulos y decorados según la narración del momento se ve fomentada por una iluminación acertada y potenciadora en cada situación.

 

El ritmo de la pieza está más que conseguido, aunque pueda dar la sensación de un alargado culmen.

 

No solo Daniel Guzmán logra destacar, su personaje puede ser el más hilarante pero sus otros tres compañeros saben aprovechar sus propios momentos interpretativos y lograr un conjunto escénico digno de admirar y sobre todo un disfrute continuo de risas y empatía.

 

Más que recomendable, sobre todo para todo aquel que, aparte de buscar pasar un rato divertido, quiera responderse a la pregunta: ¿dónde están los límites cuando se traspasan los límites.

 

Álvaro Chumillas, ITEM