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Crítica de El avaro de Molière

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Esperanza Rivera Salmerón
UVa

Esperanza Rivera Salmerón  Universidad de Valladolid

El avaro que nos presenta “Karpas Teatro” es una comedia ágil, amena, dinámica y entretenida, que se convierte en un homenaje a Molière y a la comedia con mayúsculas.  En ella se sube a escena uno de los personajes más clásicos del teatro universal, Harpagón (nombre parlante procedente del griego: ‘el que arrambla ávidamente con todo’), viejo avaro que, como es sabido, tiene una clara influencia de Euclión, protagonista de la Aulularia de Plauto. Su irrefutable vigencia nos hace pensar en lo poco que hemos cambiado a lo largo de los siglos, ya que esta pieza teatral nos habla de una realidad que, por desgracia, sigue siendo muy actual: la avaricia.

Destaca sobremanera el equipo actoral de la compañía, tanto por su excelente caracterización, que desde el primer momento despierta en el espectador una sonrisa, como por la calidad de la interpretación de cada uno de ellos. En cuanto a lo primero, el vestuario nos traslada a la época barroca (e incluso rococó), pero no únicamente de una forma habitual, sino aportando su marca de originalidad y casi paródica mediante el ropaje pomposo y exagerado que visten las damas y, sobre todo, a través de un elemento que llevan consigo en todo momento los jóvenes hijos de Harpagón: sus pelucas. Estas son descomunales y, dependiendo de la escena en que nos encontremos, llevan, literalmente, clavados diferentes utensilios, ya sean tijeras, espátulas u otros, que son tan desconcertantes como divertidas para el espectador y parodian los excesos de la moda a la francesa, especialmente en el siglo XVIII. Por lo que respecta a la interpretación actoral, es reseñable la actuación de Valerio, quien, en cada una de sus intervenciones, utiliza un idiolecto particular mediante un juego fonético que consiste en cambiar el sonido de la “v” por el de la “f” (nuevo guiño a lo francés paródico) y en pronunciar de manera plena la “d” final, algo que aporta un toque especialmente humorístico a cada uno de sus parlamentos, por muy serios que aparentemente sean. En esta misma línea, es digno de mención Harpagón, quien está absolutamente a la altura del papel que representa, aunque llama la atención la sobreactuación con que interviene en algunas ocasiones, algo que, a mi modo de ver, le convierte a veces en una caricatura de sí mismo. Esta elección escénica se une a otros recursos que potencian todos los personajes, como son, por ejemplo, la repetición de sonidos onomatopéyicos, movimientos a cámara lenta (imitando en ocasiones las cursis cajas de música, otra moda importada de Francia) o la expresión exagerada de sus rostros, que entronca sin ninguna duda con la commedia dell’arte y, al mismo tiempo, con los personajes de cómic, dos de las influencias confesas del director en el montaje de su espectáculo.

La escenografía, por su parte, es sencilla pero muy acertada. Se adapta al teatro en que se representa, un espacio de pequeñas dimensiones, y se conforma por una serie de elementos sustanciales que sitúan al espectador en el despacho de Harpagón, el lugar donde se desarrollan casi todas las escenas. Que la sala sea pequeña permite una mayor sensación de cercanía con los actores, quienes, en algún momento, interactúan además con el público, al que se hace partícipe, así, de los enredos que se están llevando a cabo en la escena. Este feed-back tiene como protagonista principal a Flecha, criado, chófer y cocinero del avaro, quien lo tiene pluriempleado (y muy mal pagado, por supuesto) para que su fortuna no merme demasiado por sus servicios. Quién le iba a decir que sería precisamente él el desencadenante del desenlace…

Estamos, por tanto, ante una típica comedia barroca, donde los equívocos, el engañar con la verdad y la construcción de intrigas forman parte sustancial de una acción en que el amor va a vencer finalmente en un happy end que lo es para todos, incluido nuestro querido Harpagón (¿o quizá no?). Este no ha aprendido absolutamente nada porque su obsesión hace de él un ciego vital incapaz de renunciar a su amado dinero, pero ha conseguido, con su actitud reprobable, que el público descubra, tras esa risa continua que le produce su comportamiento, que no quiere parecerse a él. Un público, por cierto, que puede serlo de todas las edades, ya que la apuesta de Carcedo está pensada para todos: para todos aquellos que quieren disfrutar del buen teatro, ese teatro que esconde, como digo, detrás de la carcajada, una reflexión amarga sobre una sociedad que también es la nuestra, pues queda en evidencia que nunca existieron tantos Harpagones como ahora.

 

 

 


Sinopsis

El clásico Avaro de Molière habla de la tacañería patológica de un personaje que es capaz de poner el dinero por encima de la felicidad de sus hijos y de la suya propia, aunque él ni siquiera lo sepa. La risa fácil que nos produce este montaje esconde una realidad amarga y vigente que nos enfrenta con nosotros mismos y con nuestra condición humana.


Equipo

Dramaturgia
Mariannella Moreno
Autoría
Molière


Dirección
Manuel Carcedo Sama


Adaptación
Manuel Carcedo Sama






Reparto
Rubén Casteiva / Jorge Peña Miranda (Harpagón), Alberto Romo (Cleanto), Ana Vélez / Alexia Lorrio (Elisa), Jorge Peña Miranda / José Luis Lozano (Valerio), Belén Orihuela / Patricia Garó (Mariana), Maite Vallecillo / Charo Bergón (Frosina), Raúl Peñalba / César Rosado (Flecha), Javier del Arco / Rubén Labio (Comisario)
Escenografía
Manuel Mª Grimaldi
Construcción de escenografía
Berto Toral, Teresa Lozano






Música
Rubén Berraquero, Jorge Cardona García


Fotografía
Ignacio Ysasi




Compañía
Karpas Teatro
Vestuario
Manuel Mª Grimaldi




















Web
https://www.karpasteatro.com/programacion-actual/el-avaro-de-moliere


Idioma
Castellano








Fecha del Estreno: 02/06/2017

Teatro: Teatro Karpas

Sala:  Sala de Cámara

Duración en minutos: 120

Género  Comedia

En los Medios

Blog de noticias de la Revista Teatros, “El avaro. De Molière”, Revista Teatros


El avaro de Molière

Estamos, por tanto, ante una típica comedia barroca, donde los equívocos, el engañar con la verdad y la construcción de intrigas forman parte sustancial de una acción en que el amor va a vencer finalmente en un happy end que lo es para todos, incluido nuestro querido Harpagón.

Esperanza Rivera Salmerón

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