
Sinopsis:
Reencuentro con el hombre que lleva años acompañando la trayectoria profesional de José Luis Gómez, don Manuel Azaña, figura clave en el devenir histórico y político de nuestro país. En 1980, en plena Transición, montó una versión teatral de su Velada en Benicarló. Ocho años después estrenó en el Centro Dramático Nacional el espectáculo Azaña, una pasión española, que retomó en varias ocasiones como producción de La Abadía.
Como contrapunto del nuevo proyecto en torno a Unamuno, Gómez vuelve a compartir esta inmersión en los discursos, artículos y cartas del estadista y escritor Manuel Azaña. Para mantener viva la Memoria Histórica, conviene recordar su templanza y su lucidez.
Dramaturgia: José Luis Gómez
Asesoría Literaria: José María Marco
Dirección: José Luis Gómez
Ayudante de Dirección: Lino Ferreira
Reparto: José Luis Gómez
Escenografía: Mario Bernedo
Iluminación: José Manuel Guerra
Música: Alejandro Massó
Fecha del Estreno: 09/03/2018
Teatro: Teatro de La Abadía
Sala: José Luis Alonso
Duración: 1 hora
Género: Tragedia
Web Oficial: Teatro de la Abadía
Entrevistas y reportajes:
Sergio Enríquez-Nistal, El Mundo: “El dogmatismo nos acompaña desde hace demasiado tiempo”
El teatro de la Abadía le dedica atención en la primavera del 18 a la temática de la memoria histórica. Además de Unamuno: venceréis pero no convenceréis (ya reseñada en esta plataforma) y de la versión teatral de Tiempo de silencio, la abadía actualiza una obra que ya presentara José Luis Gómez en los años 80: Azaña: una pasión española.
Se trata de una dramaturgia basada en documentos reales históricos. Aunque no podríamos hablar en sentido estricto de “teatro documento” a la Peter Weiss, Gómez maneja con soltura diversos testimonios de Azaña de modo que nos presenta una imagen global de la figura que roza la reivindicación orgullosa. No cabe duda de que es una obra que ha de entenderse en su contexto (los 80), muy marcados por la puesta en escena de La velada de Benicarló por Nuria Espert. En 1988 estrenabaAzaña, una pasión española, por el que recibía el Premio Nacional de Teatro, y que retomaría en varias ocasiones como producción de La Abadía, la última de ellas pudo verse en el Teatro Español en 2005.
Escenográficamente Unamuno y Azaña son dos espectáculos muy distintos: el primero se fundamenta en un torno giratorio (al estilo de las devanaderas áureas o los tablados del teatro kabuki) que permitía establecer dos escenas contrapuntadas (la del actor contemporáneo—Gómez y la del propio Unamuno); por su parte, Azaña es un espectáculo con pocos elementos escenográficos (tres sillones, dos de ellos fijos y uno móvil) que dividen el espacio escénico. La obra se abre con la apuesta arriesgada de un Azaña de espaldas al público que recalca un discurso durante 15 minutos en el primero de los tres sillones, el más alejado de los espectadores. La dirección busca recalcar, claro, el hecho de que Azaña aparezca al fondo como una sombra que viene del pasado. La luz cenital e indirecta en este punto subraya precisamente el aspecto casi fantasmagórico del personaje. En este momento, Azaña lee “Lo que dicen de mí”, un famoso y emotivo discurso: “Cobarde, dictador, me llaman. Desconozco la risa, la alegría, el amor, el optimismo. Aun la primavera ignoro”.
Los otros dos espacios son usados de manera más convencional. En el segundo sillón encontramos un cenicero que Azaña usa constantemente. Es quizá el espacio donde se le ve más relajado y donde se interpretan los textos más íntimos. En este espacio se interpreta una entrevista en la que el presidente responde algunas insidias propaladas por el fascismo en su contra, sobre todo, su necesidad de “triturar” el ejército y que España hubiera dejado “de ser católica”.
En el último espacio se sitúa algún desdoblamiento interesante entre Gómez como actor y Azaña como personaje (elemento en el que se fundamenta la dramaturgia de Unamuno). En este momento se interpreta el “Juicio sobre sí mismo”, artículo que cierra la obra.
El espacio sonoro depende enormemente de la gran selección que se efectúa. Azaña era un gran melómano y el importante refuerzo musical de la obra subraya esto mismo. Se utilizan fragmentos de Wagner, Haendel, Bach, y, sobre todo, Beethoven de quien se ponen el oratorio Cristo en los olivos y la octava y novena sinfonías.
En breve, un interesante ejercicio de teatro discursivo que resulta una buen lección histórica pero que puede resultar difícil para el público general y, en el caso del especializado, para el no muy avezado en funciones históricas y documentales.
Julio Vélez Sainz
SET – ITEM
Azaña, una pasión española: patriotismo constitucional.
Azaña, una pasión española: sobre hombres libres.
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